Según mi viejo Diccionario Enciclopédico Océano, ese que tengo desde mis tiempos de estudiante de secundaria; “víctima f. Persona o animal destinado al sacrificio. Fig. Persona que se expone a un grave riesgo en obsequio de otra. Fig. Persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita”.
Entonces, con base en esta definición, no es lo mismo ser la víctima que hacerse la víctima ¿Usted conoce a alguien así?
El mismo diccionario enciclopédico dice que hacerse la víctima es “quejarse excesivamente buscando la compasión de los demás”. Entonces, en la primera definición es claro que la víctima tiene un agresor ajeno (obvio), un culpable y que produce un daño, un impacto negativo, sea cual sea el modo de hacerlo; pero en la segunda definición, el hecho se utiliza exclusivamente para llamar la atención, y tal vez justificar algún error, una falta de compromiso por parte de la “víctima” ante algún evento, a esta conducta los psicólogos le llaman comportamiento victimista, dicho coloquialmente, hacerse la víctima.
Le preguntaba si identifica a alguien así. ¿Hay personas entre nosotros que les gusta hacerse las víctimas? ¿Acaso seré yo mi Padre?
Nuestro cerebro, tan complejo como siempre está preparado para desechar o negar lo que no es capaz de tolerar, esas situaciones que consideramos dañinas, negativas o poco deseadas y que ponen en peligro algo dentro de nosotros; entonces sí es una reacción inherente al ser humano seguramente en algún momento de nuestra vida nos hemos hecho las víctimas, así que analicemos este comportamiento y ajustemos tuercas.
Cuál es la postura del victimista, cómo se comportan o cómo nos comportamos; en estos casos siempre se presenta una queja constante o la persona es pasiva y usualmente se piensa que esa conducta es de libre elección, es decir, decidimos hacernos la víctima y eso nos gusta porque pensamos que podemos sacar ventaja frente a alguna situación; sin embargo los roles que jugamos y nuestro comportamiento son resultado de lo que hemos vivido, de nuestras experiencias; podemos afirmar que la causa es multifactorial, por lo tanto no se puede decir que es una decisión, un capricho o una elección premeditada, es nuestro mecanismo de autodefensa, es nuestra reacción ante la acción.
Buscando más sobre el tema encontré algunos motivos por lo que se detona esta actitud; La Doctora Saraí Silva graduada en psicología con especialidad en terapia individual identifica los siguientes: Sensación de indefensión, ella explica que cuando adoptamos el papel de víctimas es porque nos sentimos indefensos, vulnerables o sobrepasados por la situación en la que estamos inmersos. Otro punto es la dificultad, la Doctora dice que en ocasiones no contamos con las herramientas emocionales necesarias para permitirnos sentir nuestro miedo o dolor y asimilarlo. La presión social también puede afectar, pues en nuestra sociedad estamos acostumbrados a competir día a día, luchar, ser fuertes, nos inculcan que todo lo podemos lograr, no podemos fallar. El siguiente punto que enumera la Doctora Silva me parece medular en nuestro análisis, ella habla de la falta de educación emocional y dice “no nos enseñan a convivir con las emociones que nos provocan desagrado o nos crean ansiedad, esto hace que construyamos modelos de evitación ante situaciones que no sabemos afrontar y el terror que nos provoca fracasar. Cuando tenemos un conocimiento y respeto de nuestras emociones y cómo actúan frente a las circunstancias que nos rodean; por ejemplo, el hecho de fracasar no se toma como una derrota, sino como un aprendizaje, adquiriendo conocimiento del entorno y nuestras limitaciones, permitiendo que podamos volver a intentar lo que nos habíamos propuesto”. Por otra parte, también se puede identificar la inseguridad, para una persona con baja conciencia de sus emociones es fácil caer en la idea del fracaso o actuar pensado que se va a naufragar antes de intentarlo y obviamente culpar a alguien más por la limitación de sus responsabilidades.
¿Conoce a alguien así? ¿Todas las mañanas manifiesta sus miedos? ¿Niega las cosas, todos somos culpables de los fracasos de esa persona que usted y yo conocemos? Si está pensando en el mismo individuo que yo, tenga en cuenta que ese sujeto, “la víctima”, ni siquiera es consciente de que lo hace y tratar de hacérselo ver puede ser una mala idea pues seguramente no tendrá la capacidad de identificarse así, y nos culpará sacando toda su ira y sentimientos negativos afirmando que lo único que queremos es dañarlo. Ahora, no vaya a asumir rol de protector, del vocablo común “chairo”, es un hecho que la víctima no necesita quien le resuelva sus problemas, más bien busca que lo identifique con esa etiqueta, la de mártir incomprendido.
Nada de lo que pasa en este país, las malas decisiones, los errores garrafales, las metidas de pata, nada es culpa del personaje que usted y yo identificamos, ni del Chicharito ni de Derbez, mucho menos de los neoliberales, ni de Trump, ni de Nicolás Maduro, menos del hombre lobo que apareció en tierras chiapanecas; pero entonces, de quién es la culpa.
Ayer, mientras escribía estas líneas escuchaba las súplicas de uno de mis alumnos que estudian cine porque lo reprobé, sí, estimado lector, “lo reprobé”, definitivamente no sólo en las mañanas el jefe mayor se hace la víctima, también algunos estudiantes que entregan trabajos que parecen hechos por personas con nula formación audiovisual. Hoy, hoy, hoy, me comprometo a dejar de hacerme la víctima y poner manos a la obra para hacer que las cosas pasen por el bien de todos y no solo por los neoliberales que me patrocinan.
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