En 1982, una vez que terminó el Campeonato Mundial de Futbol de España, el equipo Atlante contrató al delantero polaco Grzegorz Lato quien había sido el líder goleador en el Mundial de Alemania en 74 y había tenido labor destacada en el Mundial de Argentina 78. Ya para cuando vino a México estaba en pleno declive. Firmó un jugoso contrato por una cantidad muy superior a cualquiera de los jugadores de ese tiempo. Se le paseó por la ciudad capital para que eligiera el rumbo que más le gustara y se le alquiló un departamento de super lujo. Y cualquier aficionado al balompié diría ¿Y eso que tiene? El equipo es un negocio, que puede hacer con su dinero lo que quiera. Sí es verdad, lo que pocas personas saben es que en ese tiempo el Atlante recién había sido rescatado porque estaba en bancarrota ¿Y quién lo rescató? ¡El IMSS! Aunque Usted no lo crea, el Instituto creado para la procuración de la salud, la capacitación y la protección social, se convirtió en empresario e invirtió una fastuosa cantidad del dinero de los empresarios y derechohabientes para sostener un equipo de futbol, que no está de más decir que en ese año y subsecuentes, no tuvo ningún papel relevante. Fue una de las últimas decisiones del nefasto José López Portillo quien le encomendó la adquisición al director del IMSS, un funcionario que también se hizo notable por hacer negocios con el servicio público que fue Arsenio Farell Cubillas, quien de salud y seguridad social nunca tuvo la menor idea, pero eso sí contrató a un petardo a precio innombrable.
Esto es solo una muestra del poco respeto que han mostrado algunas de nuestras máximas autoridades hacia la salud de los mexicanos. No es de extrañar porque esta noble institución nacida con la idea de proporcionar buenos servicios médicos, en los 77 años que tiene de existir solamente en un sexenio fue dirigida por un médico, el insigne Ignacio Morones Prieto que lo elevó a condición de un servicio de prestigio, calidad y excelente servicio. En este momento, los profesionales de la salud son vistos como héroes.
En varios de los países más afectados por la pandemia del Covid-19 se le han rendido homenajes, se les aplaude, se les saluda con respeto y hasta les han llevado serenatas. ¿Qué pasará al terminar la pandemia? Mucho me temo que nada. Volverán a trabajar en condiciones de pobreza, con sueldos insuficientes, con prestaciones mínimas, horarios extremos y sobrecarga de trabajo. No es pesimismo, es experiencia. Me tocó vivir la epidemia de salmonelosis en la ciudad de México en 1971, la encefalitis equina venezolana en los estados del sureste en 1976 y la de AH1N1 en 2009 durante las cuales nuevamente las enfermeras, las trabajadoras sociales, los camilleros, los empleados administrativos y los médicos se enfrentaron al padecimiento con las manos y muchos de ellos cayeron en el cumplimiento de su vocación. ¿Y qué fue lo que cambió? Nada, las condiciones laborales siguen siendo las mismas, si no es que cada vez más malas.
En esta ocasión la sacudida mundial ha sido estrujante. Confiamos que ahora sí las fibras sensibles de las máximas autoridades tomen la decisión colocar en puestos directivos a quienes realmente conocen la Salud y se dé a sus profesionales el trato, no de héroes ni de mártires, simplemente el que se merecen.