Desde los doce años vivió y sufrió la realidad de la Revolución Industrial, Charles Dickens tuvo que ganarse la vida trabajando jornadas excesivas para su edad, ganando poco dinero, en duras condiciones laborales, en un ambiente materialista que generó desigualdades donde convivían la gran riqueza con la inmensa pobreza y con una educación que negaba la posibilidad de desarrollo personal y económico de los obreros, esta realidad lo inspiró a escribir la novela “Tiempos Difíciles” publicada en 1854. Época trascendental donde encontramos a John Stuart Mill teórico del utilitarismo, al capitalismo desenfrenado, la influencia científica de Newton, la teoría de Darwin y la religión tratando de ir a la par de los cambios generados por el gran avance científico.
Dickens fue un innovador y luchador social de la época, en su obra, reflejó las condiciones que generaron cambios en el ámbito laboral, social, económico, industrial y científico, a costa de la dura realidad que vivió el pueblo inglés, con una educación rígida por un lado y la ignorancia absoluta, por el otro; los privilegiados y los desvalidos, los poderosos y los débiles, los hechos y la imaginación, en fin, una serie de contraste que nos llevan a pensar que este es un buen momento para leer y reflexionar sobre uno de los temas que aborda la obra de Dickens, la educación como base de la formación, la transformación y la creatividad de los ciudadanos capaces de enfrentar crisis como la que estamos viviendo, un pueblo formado, tiene más posibilidades de sobrepasar las crisis con menos daños, me explico.
“Tiempos difíciles” nos describe una ciudad conformada por fábricas con chimeneas generadoras permanentes de humo, trabajadores que parecían máquinas incansables, obedientes y sin más aspiraciones que ganar lo justo para vivir, no podían pensar ni reclamar, si lo hacían los tachaban de provocadores y rebeldes que afectaban la fuente de sus ingresos; por otra parte, la clase capitalista dueños de empresas y bancos, utilizaban a la clase educada en un sistema rígido, basado en el cálculo matemático, la ciencia, lo empírico y lo demostrable, ya que les beneficiaba que estuvieran formados para valorar hechos no cuestiones tan banales como los sentimientos, las emociones, la imaginación o la innovación, según ellos, todo lo que cultivara el espíritu era peligroso, tenían que eliminarlo, la fantasía deformaba a las personas: “Tal es la llave del misterio y del arte mecánico para educar la razón sin rebajarse a cultivar los sentimientos y los afectos. No usar nunca la imaginación. De algún modo, mediante sumas, restas, multiplicaciones y divisiones es posible resolver todo sin imaginar nunca.” … “Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades. No planteéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto, no les servirá jamás de nada. De acuerdo a esta norma educo yo a mis hijos y de acuerdo a esta norma hago yo educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades, caballero!”.
Dickens hace una fuerte critica el sistema educativo positivista e injusto de la época, todo aquel que no se educaba en los hechos, no servía para nada, sólo los ricos eran hombres de bien, y el pobre, por ser pobre, lo consideraban como un posible ladrón.
En estos momentos de crisis, la educación y la formación de los ciudadanos es muy importante, empezando por nuestras autoridades que han mostrado una educación lineal, inmodificable, basada en prejuicios ideológicos e históricos, que, ante la realidad que vivimos, no permite la imaginación.
Como se desprende de la obra, estamos viviendo Tiempos Difíciles que exigen el rescate de la capacidad imaginativa ante la imposición de un pensamiento único, idílico, atávico, que no tiene límites, y que esconde perversamente el cálculo político en sus decisiones, lo cual atenta contra la estabilidad de los ciudadanos.
En estos tiempos difíciles, además de números y resultados, debemos motivar la imaginación de un mundo mejor, donde se valore a la persona por el hecho de ser persona y se tome en cuenta a todos los sectores de la sociedad, a los ciudadanos como personas, no como votos o símbolo de pesos; imaginar junto con los empresarios la forma de mantener y generar empleos sin sacrificar sus ganancias, si hay disminución de estas, que sean las menos; imaginar que todos nos necesitamos a todos. A los ciudadanos ofrecerles herramientas que les ayuden a imaginar ¿qué pasa si no nos cuidamos?, si puedo quedarme en casa ¿Por qué no lo hago? Y si tengo que salir ¿Por qué no me cuido lo necesario?
Indudablemente la educación y la formación estimulan la imaginación, la empatía y la solidaridad, la cuestión es que nos han formado como acumuladores de conocimientos, pero no nos han enseñado a pensar y reflexionar, como lo describe Dickens, solo los ricos son educados y formados porque tienen dinero para ello, los pobres no, por ello no piensan, sólo actúan y viven para lograr el sustento. El Gobierno y el pueblo Inglés, superaron los “Tiempos difíciles” de la Revolución Industrial, porque la convirtieron en una oportunidad de aprender a transformar la sociedad para bien, los tiempos difíciles les mostraron la necesidad de contar con un sistema de educación de calidad que genere personas, profesionales y científicos que sueñen e imaginen una sociedad solidaria, con orden, en donde los ciudadanos puedan desarrollar la empatía, la solidaridad, la igualdad y la capacidad para tratar de ser felices todos.
Los “Tiempos difíciles” que ahora vivimos nos muestran una gran paradoja, las personas más formadas en una profesión o disciplina, ahora no son los héroes de la película, porque ante el COVID 19 todos somos iguales, cualquier persona puede entender que “quedarse en casa” es lo mejor en estos momentos, al contrario, tal parece que la educación y la formación académica no son suficientes para comprender esto, vemos que algunos de los más preparados, son los que no entienden y comprenden que el éxito para contrarrestar la pandemia es que la gente se “quede en casa”; que debemos apoyar a las empresas generadoras de empleos; que no es momento de que los prejuicios ideológicos, políticos y económicos prevalezcan, sino la visión empática y solidaria con todos los ciudadanos, amas de casa, trabajadores, empresarios, profesionales, etc., porque todos dependemos de todos; y que ni todo el dinero del mundo será suficiente si no entendemos que “quedarnos en casa” es lo mejor.
¿Será muy difícil imaginar que necesitamos personas con voluntad de cooperación y solidaridad, que sientan y vivan la necesidad del otro, sin que tenga que morir un familiar, una amiga o un amigo para hacerlo?
“QUÉDATE EN CASA”