Resulta sorprendente que los miembros de nuestra clase política se propinen golpes en medio de la crisis sanitaria y económica por la que estamos pasando. Al interior del Gobierno Federal se han evidenciado severas pugnas del presidente con algunos de sus subordinados, así como con el Consejo de Salubridad General (SCG) y las medidas que ha avalado. También se dan riñas entre los empresarios, la clase política y los medios de comunicación. El ejemplo más dramático surgió cuando Tv Azteca, y en especial Javier Alatorre (amigo del presidente), recomendaron no hacer caso a las medidas que el subsecretario López-Gatell trata de implementar para paliar los efectos de la pandemia en el territorio nacional. A esto se ha sumado el cuestionamiento de diversos actores políticos y sociales al modo en el que el Consejo de Salubridad General y el Gobierno Federal han afrontado la crisis.
¿Por qué no ha sucedido que los distintos actores se sumen a un pacto nacional, no sólo de no agresión, sino de apoyo, en medio de la colosal crisis que se avecina? La pregunta es pertinente, más cuando en otros países en los que se vive un profundo encono político se ha dado un pacto que busca sumar y no restar en beneficio de la ciudadanía.
Pensemos, por ejemplo, en el caso español. Desde hace algunos años, España ha vivido una división política y social aguda que ha impedido por meses, y en diversas ocasiones, que se logre la investidura del presidente. Con pactos políticos que a algunos les han parecido impensables o cuestionables, Pedro Sánchez logró la investidura en alianza con Podemos y con diversos grupos políticos separatistas. La pugna política desde entonces fue agria, sobre todo con tres partidos de la oposición: el Partido Popular, Ciudadanos y Vox.
No obstante, cuando se declaró la emergencia en territorio español, el socialista Pedro Sánchez pidió un pacto nacional, y a éste accedieron todas las partes. A modo de tregua, el gobierno buscó que el encono y el golpeteo político amainaran y lo logró. ¿Por qué no ha sucedido algo similar en México?
La configuración política contingente explica mucho. A diferencia del caso español, el Gobierno Federal mexicano no es una coalición débil. Mucho menos una mayoría relativa pequeña. Pedro Sánchez buscó una tregua porque su país se volvía ingobernable en medio de la crisis sin un pacto sólido. Así, la iniciativa del pacto vino desde la presidencia, que se sabía impotente sin sumar a la oposición. En México, el presidente se sabe muy fuerte y legítimo. No necesita pactar y capitaliza políticamente el disenso y la polarización. A Andrés Manuel López Obrador le viene bien el encono, la riña, el golpeteo y la división. Cree que puede seguir gobernando en un país severamente polarizado. No sólo no sofoca, sino que atiza el fuego a diario. La iniciativa de un pacto nacional no vendrá de él: no le es conveniente y lo sabe. Tampoco vendrá de la oposición: que sabe que la única manera de sumarse a un pacto nacional es mediante la aceptación de medidas cuestionables y equivocadas que el Gobierno Federal ha implementado para afrontar la crisis sanitaria y económica. La conclusión resulta evidente: en México no será posible un pacto nacional cuando más urge. Falta voluntad política del Gobierno Federal, y la oposición no se rendirá ante los traspiés que se dan a diario en Palacio Nacional.
Ante este escenario la pregunta debería ser otra: ¿acaso no es el momento para que el federalismo mexicano brille frente al centralismo lopezobradorista? ¿Acaso no son posibles diversos pactos locales? Creo que el escenario cambia dramáticamente cuando ponemos el foco en los estados. Enrique Alfaro ha dado una lección al país en medio de la pandemia. No sólo implementó, junto con la Universidad de Guadalajara, un modelo epidemiológico distinto, sino que el domingo anunció lo que el Gobierno Federal ha evadido con negligencia: el confinamiento obligatorio de la población. Muchos estados, principalmente en el Bajío, no tienen una mayoría sólida morenista. El llamado a un pacto local, si existe voluntad política, es posible cuando el llamado lo hacen los gobernadores de los estados. Algo así empieza a suceder en Jalisco y brinda esperanzas: en algunas semanas veremos el exitoso resultado de las medidas implementadas por el Gobierno de Jalisco.
Ahora bien, ¿qué sucede en Aguascalientes? Los esfuerzos que hemos visto en nuestro estado y municipio capital, si bien son necesarios y loables, han permanecido en la normalidad política: apoyos económicos, alimentarios, las infaltables despensas. Sin embargo, la situación es extraordinaria y debe afrontarse con medidas innovadoras y fuera del pensamiento político tradicional. Pienso que estamos a tiempo para que Martín Orozco, gobernador del estado, llame a un pacto local, en el que sume en primera instancia a diversas alcaldías. Confío en que el gobernador hará de lado sus aparentes diferencias políticas con la alcaldesa del municipio más grande del estado en favor del bienestar de ciudadanas y ciudadanos. Confío en que implemente un modelo epidemiológico distinto, y llame pronto al confinamiento obligatorio. Incluso confío en que los diversos actores políticos estatales comprendan que es el momento de unirnos frente a la pandemia y a la fortísima crisis económica que vendrá como resultado, y que también comprendan que, si bien para el Gobierno Federal la polarización es su principal capital político, la unión es el principal capital político para los estados y la oposición. Es el momento de que nuestro gobernador despunte en el panorama nacional: que Aguascalientes sea ejemplo en el país de la manera correcta de afrontar la crisis. Si el gobernador no tarda en implementar medidas paralelas a las de Jalisco, tengo la seguridad de que Aguascalientes, por su particular demografía, logre incluso mejores resultados que su estado vecino.
Así pues, es hora de un pacto local, es hora de que brille el federalismo, es la hora de la oposición, y es la hora de nuestro gobernador, de nuestra alcaldesa y de los diversos alcaldes. No es tarde para Aguascalientes.