En últimas semanas, muchas ciudades del mundo han suspendido total o parcialmente los servicios de transporte público debido a la disminución de la demanda de pasajeros asociada a la crisis sanitaria del Covid-19, y a la necesidad de reducir el contacto físico para desacelerar el número de contagios. Ello supone un desafío sustancial en materia de movilidad para millones de personas que aún requieren desplazarse para realizar sus actividades laborales, o para llegar a casa de algún familiar que requiera cuidados o atención, e incluso para trasladar al personal médico a los centros de salud. Lo anterior puede afectar en mayor medida a la población que difícilmente puede quedarse en casa al depender de un sustento diario que muchos obtienen incluso en las calles o el espacio público, como vendedores ambulantes, entre otros.
Es importante enfatizar que en América Latina un amplio porcentaje de la población utiliza el transporte público como principal modo de desplazamiento. En México, por ejemplo, se estima que cerca del 40 por ciento de los viajes diarios se realiza en ese modo de transporte. Similarmente, el Banco de Desarrollo para América Latina estima que, en 2015, en la Ciudad de México, más de 59 por ciento de los viajes diarios se realizaban en transporte público, mientras en ciudades como Caracas, Quito y Lima, esa proporción era de 57, 57 y 51 por ciento, respectivamente. Y en promedio, en 29 de las principales ciudades de América Latina, el 39 por ciento de los viajes diarios se realizan en transporte público, lo que demuestra que éste es una alternativa de movilidad altamente importante para millones de personas en la región.
En ese contexto, los gobiernos de distintas ciudades del mundo –que entienden las necesidades de movilidad de una parte de la población durante la contingencia actual y a la vez buscan minimizar el contacto físico– están promoviendo estrategias inmediatas que permitan a las personas trasladarse a sus destinos de manera más segura, supliendo temporalmente al transporte público. En esas ciudades, la bicicleta está demostrando ser un modo de transporte efectivo que permite realizar desplazamientos esenciales garantizando la distancia necesaria entre personas para evitar una mayor propagación del virus. Veamos.
En Bogotá, Colombia, al 17 de marzo la alcaldía había habilitado 117 kilómetros de ciclovías temporales para incorporarlos a la red existente de 550 kilómetros, con la intención de facilitar la movilidad esencial de las personas y reducir el uso de transporte público. En Filadelfia, Estados Unidos, se estimaba que a finales de marzo la circulación de bicicletas había aumentado 151 por ciento durante la contingencia (Philly Voice 03-20-2020), lo que motivó a numerosas asociaciones a solicitar la apertura de más infraestructura ciclista. En Alemania, hasta hace algunos días, en 133 ciudades se había solicitado a los ayuntamientos la creación de ciclovías temporales o la ampliación de las existentes para responder a la creciente demanda de ciclistas que circula por las calles (The Guardian 13-04-2020). Por otro lado, recientemente la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, manifestó su intención de crear ciclovías temporales que asemejen el recorrido de las líneas de metro con mayor afluencia, para prevenir nuevos brotes de Covid-19 que pudieran resultar del contacto físico en los sistemas de transporte masivo cuando se reanuden las actividades (Le Monde 19-04-2020). Y el alcalde de Milán, recién anunció el rediseño de 35 kilómetros de calles para ampliar las áreas peatonales y ciclistas, para impulsar estos modos de transporte al finalizar la contingencia (The Guardian 21-04-2020).
Esas acciones demuestran que la gestión de crisis sanitarias como la que se vive en la actualidad, requiere de creatividad, innovación y capacidad de ejecución para implementar soluciones rápidas a problemas imprevistos y cambiantes. En ese sentido, las estrategias de esos gobiernos para facilitar el uso de la bicicleta durante la contingencia buscan responder directamente a las necesidades de movilidad de gran parte de la población que aún en estos tiempos requiere desplazarse en su ciudad, pero que no puede hacerlo en el transporte público por la disminución de los servicios y las medidas de distanciamiento físico. Al mismo tiempo, muchas ciudades más no han sabido o podido responder a esas necesidades y han sido incapaces de proveer alternativas eficientes y seguras, por lo cual millones de personas se ven obligadas a utilizar el transporte masivo para realizar sus actividades, lo que puede aumentar las probabilidades de contagio.
En conclusión, muchos gobiernos locales están demostrando que se pueden promover estrategias rápidas, eficientes y de bajo costo para facilitar desplazamientos esenciales de manera más segura durante la contingencia actual y respetar las medidas de distanciamiento físico, como la creación de ciclovías temporales para promover el uso de la bicicleta. ¿Cuántas ciudades más optarán por este tipo de estrategias que pueden implementarse con rapidez y asegurar beneficios inmediatos?
fernando.granados@alumni.harvard.edu / @fgranadosfranco