Confieso que siempre me he sentido mejor dentro de casa que fuera de ella. Mi cuadro de ansiedad me facilita la encerrona. Siento una terrible ansiedad cuando tengo que ir a un lugar nuevo, y más si tengo que conocer gente nueva. Eso muchas veces me hace parecer poco amable, algo de lo que me arrepiento con bastante regularidad. Así que cuando se nos llamó a permanecer en casa tomé la medida sin demasiados aspavientos. Permanecer en casa es algo que sé hacer, o al menos eso pensaba.
Hemos hecho bien en concentrarnos en los aspectos sanitarios y económicos de la actual pandemia. Problemas como el actual tienen múltiples aristas, y algunas son prioritarias. Está claro que debemos concentrar nuestros esfuerzos (eso ha hecho la comunidad científica) en comprender a este nuevo virus: cómo se propaga, cómo se detecta, cómo se atiende… Las fuerzas de las mujeres y hombres de ciencia hoy están en terminar con la crisis, y eso sólo sucederá con una vacuna y su producción masiva. También está el ya creciente desempleo, el cierre de pequeñas y medianas empresas, la caída de la capacidad de consumo y, sobre todo, la aguda recesión económica que se avecina. Todo esto es cierto. No obstante, existen más perspectivas que las prioritarias.
En algunos casos hemos escuchado o leído que algunas personas tratan de entender otros aspectos de la crisis: sobre todo, los aspectos sociales y psicológicos. Aunque no califican como prioritarios, deberíamos dedicarles alguna reflexión y quizá, en algún momento, buena parte de nuestra atención.
Nuestras diversas prácticas sociales han cambiado y seguirán haciéndolo. La crisis social se prolongará mucho más que la sanitaria. Para empezar, el turismo —fuente de empleo de cientos de miles de mexicanas y mexicanos— entrará en estado de coma. Lejos de su aspecto económico, este cambio traerá diversas modificaciones en nuestra manera de interactuar. Algunos piensan que esto desencadenará más temprano que tarde una oleada de inversiones en el turismo local, y la caída del turismo nacional e internacional. Las vacaciones cobrarán, por ende, una nueva forma y las entenderemos de manera completamente distinta. Sucederá lo mismo con el trabajo: muchas empresas, pasada la crisis, entenderán que el gasto que realizan porque sus empleados trabajen concentrados en un mismo lugar es innecesario. El home office se volverá más regla que excepción, y el costo del mismo ahora correrá a cargo de los empleados. ¿Esto significa que subirán los sueldos o lo harán las utilidades de las empresas? Difícil predecirlo ahora. Lo que sabemos es que se avecinan cambios relevantes: por ejemplo, las casas tendrán que volverse más habitables, y tendrán que tener un espacio para el trabajo de las personas económicamente activas del hogar.
Por otro lado, diversas cuestiones psicológicas a partir de estos cambios durante y pasada la crisis cobrarán una singular importancia. Tendremos que aprender a vivir más dentro de casa, tendremos que aprender a trabajar dentro de ella, pero también tendremos que cambiar la manera de comprender las reuniones sociales, de empequeñecerlas y quizá intimarlas. La crisis puede hacernos más huraños, o más empáticos y comprensivos, puede hacernos más egoístas e individualistas, o más profundos en nuestras relaciones personales.
Las incógnitas hoy son muchas. Tendremos otro país, otra sociedad, otros gobiernos, otras relaciones…, pasada la crisis. Tendremos que aprender y adaptarnos. Un regreso al pasado, como piensan los afirman que tarde o temprano saldremos a abrazarnos a la plaza pública, es utópico e ingenuo. Queda claro que en medio de la crisis debemos estar alertas y priorizar, pero tarde o temprano tendremos que comenzar la reflexión con respecto a estos temas. La vida humana cambiará y quizá no haya vuelta atrás. Mejor estar preparados.
Hoy estamos encerrados, y al hacerlo cumplimos con una responsabilidad pública. No somos héroes ni salvamos vidas, simplemente cumplimos con nuestro deber. Después vendrán los cambios y las adaptaciones de largo aliento. Pero quizá el encierro puede ser un experimento interesante de lo que está por venir. Una manera de afrontar el futuro es en el presente: encerrados.