- Entrevista a Roger Bartra sobre Chamanes y Robots
- Sí se logrará un día construir robots que desarrollen una conciencia similar a la humana, basada en una inteligencia general
En años recientes hemos visto como la llamada Inteligencia Artificial, los robots, ocupan cada vez más espacio en los medios de comunicación o en las discusiones entre científicos y filósofos mundiales. Sobre todo, cuando se abordan los temas de las implicaciones éticas del uso de esta tecnología en la vida cotidiana de millones de seres humanos.
Desde la literatura se han avanzado en distintas teorías y visiones sobre la posibilidad y los riesgos que la creación de máquinas pensantes conllevan. En ese sentido, podemos recordar a tres grandes escritores, que han visualizado, de distinta manera la posible relación entre hombres y máquinas. Por supuesto la obra de Mary Shelley, Frankenstein (El Moderno Prometeo) es esencial para entablar estas discusiones, o de Isaac Asimov con sus tres leyes de la Robótica, o la de Phillip K Dick, “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, quienes abordaron la relación entre el ser humano y los robots y la posibilidad de que estos últimos desarrollarán la capacidad de pensar, de recordar y sentir. Estas obras se han cuestionado cómo podría sería la relación entre un hombre que ha logrado, por fin, desarrollar una máquina a su imagen y semejanza, y el robot, máquina con la posibilidad de aprender y de tomar conciencia de su ser y su entorno. El conflicto entre creador y su creación. Estos escritores también han abordado el miedo del ser humano a la muerte, a la desaparición física, y por lo tanto, a la no trascendencia.
Este hecho enfrenta al ser humano, sin duda alguna, con su propia idea, con su propia visión de la mortalidad y divinidad: ¿En qué se convertiría el hombre si logrará hacer una creación a su imagen y semejanza? ¿En qué nos convertiríamos los seres humanos si pudiéramos programar máquinas que lograrán desarrollar su propia conciencia?
Esta es una de las preguntas que se encuentran en el seno del más reciente ensayo del escritor, académico y antropólogo mexicano Roger Bartra (Cd. de México, 1942), Chamanes y Robots, publicado por la editorial Anagram. Este ensayo, que podríamos decir, sigue la línea de análisis de su libro anterior, Antropología del cerebro. Conciencia, cultura y libre albedrío, publicada en 2014 por la editorial valenciana Pre -Textos. Chamanes y Robots, Bartra busca analizar la idea de la conciencia y las dificultades tecnológicas que conlleva la creación de una máquina pensante que pueda sustituir al ser humano.
En Chamanes y Robots, el autor de libros sobre la identidad nacional, tales como La jaula de la melancolía (1987) y La sangre y la tinta (1999), analiza a través de las ideas del placebo, del placer y del dolor, las diferencia entre el cerebro humano y un cerebro construido a partir de chips y que funciona a base de algoritmos programados por las manos humanas.
Una de las diferencias esencial, entre los cerebros humanos y electrónicos, es que las máquinas están construidas para no sentir dolor (o cansancio o hambre) ni entender el dolor. Tampoco el placer. Esto determina la forma en la que los humanos aprendemos y construimos una red simbólica y sensible, que nos ayuda a aprehender el mundo, a comprenderlo y modificarlo: El exocerebro, nos dirá el autor de Chamanes y Robots.
El libro, que se encuentra dividido en los capítulos de “¡Cómo se educa a un robot?”, “Una conciencia mecánica”, “La conciencia robótica”, analiza en primer sentido la forma en la que la mente humana se enfrenta a los rituales chamánicos, que han desarrollado un papel esencial en la cultura de muchas civilizaciones, siendo esenciales para construir y fortalecer los lazos identitarios de una comunidad. Los rituales de curación chamánico se encuentran centrados, en su mayoría, en el poder curativo de la palabra, ya que “el habla constituye a su vez una poderosa prótesis que en el contexto de rituales médicos o chamánicos puede aliviar algunos sufrimientos y proporcionar placeres”, nos dice Roger Bartra, al darnos cuenta de que nuestro cerebro no funciona de la misma manera que el de los cerebros electrónicos que hemos construido. Como decíamos, el cerebro humano construye redes simbólicas, intangibles, que nos permiten aprender y conocer cómo desarrollarnos en nuestro entorno. Nuestra programación es, por decirlo de alguna manera, externa y constante:
“El exocerebro está formado por un conjunto variado de prótesis. Pero no se trata de prótesis físicas o biológicas, sino de prótesis culturales, simbólicas. En primer lugar, tenemos el habla y todo el enjambre de símbolos relacionados, como la escritura y las memorias en forma de textos que pueden ser transmitidos a nuevas generaciones. Pero además el exocerebro está compuesto por expresiones artísticas y musicales, que son otro conjunto de símbolos. El exocerebro es capaz de hacer lo que no puede hacer el cerebro biológico por sí solo. El exocerebro completa procesos que las redes neuronales son incapaces de completar. Sufrimos de una incompletitud biológica superada gracias a las prótesis exocerebrales. Desarrollé estas ideas en mi libro Antropología del cerebro.” Nos comentó en entrevista el Dr. Roger Bartra sobre Chamanes y Robots.
Javier Moro Hernández (JMH): Quería abordar la idea del “efecto placebo”, que tiene una relación con los elementos simbólicos (y acá entramos al terreno de lo que los chamanes) y que tiene una relación directa con el alivio de diferentes dolencias. Podríamos pensar que el “efecto placebo” es un elemento de la conciencia que cree firmemente en el alivio producido por la medicina inocua que se le está aplicando en realidad. Un elemento que los robots aún no han podido desarrollar: el alivio.
Roger Bartra (RB): No se trata simplemente, como se decía antes, de una ilusión que sugestiona a la persona y por ello le proporciona un alivio engañoso. El ritual chamánico y médico produce efectivamente cambios en la química cerebral. El alivio es real, pero no ocurre si no hay un simulacro o engaño. Nada de eso ocurre en los robots actuales: no tienen alivio porque no sufren, justo esas ideas las desarrollo en Chamanes y robots.
JMH: Un elemento central del efecto placebo, que describe en la primera parte del libro, es el poder de la palabra y el simbolismo. Elementos esenciales del “exocerebro” y de las redes que lo conectan y lo alimentan. Pero quería centrarme en la palabra como elemento de la conciencia.
RB: Nosotros compartimos con los robots el uso de la palabra. Además, compartimos con ellos el lenguaje lógico y matemático. Los robots responden a los algoritmos que los ingenieros han escrito para normar su comportamiento. Ello les permite, por ejemplo, traducir textos de un idioma a otro. Pero el robot no entiende las palabras que traduce, solamente obedece las fórmulas que guían su conducta.
JMH: ¿Cree usted que la tecnología encaminada en ese sentido llegará a desarrollar robots con conciencia?
RB: Yo creo que sí se logrará un día construir robots que desarrollen una conciencia similar a la humana, basada en una inteligencia general. Ahora los robots son muy inteligentes, pero solamente en una tarea. Pero no creo que esta singularidad, como se la ha llamado, ocurra pronto, como lo cree por ejemplo Ray Kurzweil, un ingenioso inventor y futurista. Se logrará cuando los ingenieros comprendan que el cerebro de un robot debe poder conectarse con un exocerebro, con una prótesis simbólica. Al mismo tiempo, el robot deberá contener un material de tipo biológico que le proporcione la capacidad de sentir, de tener placer y sufrir dolor. Estamos muy lejos de esto.
JMH: El uso de la tecnología define al ser humano, pero la creación de tecnología pensante nos coloca en una posición de pequeños dioses. Queremos crear inteligencia, pero que además, sea o pueda ser consciente.
RB: Yo diría que hay un afán de sobrevivencia y de superación. Este afán se manifiesta de muchas formas. Una de ellas es el deseo de que nuestra conciencia no se extinga después de la muerte de nuestro cuerpo. Otra forma consiste en la necesidad de sobrevivir como especie ante posibles catástrofes que amenacen la existencia biológica. Se piensa en amenazas más o menos cercanas (climática, choque con un asteroide), pero también en la inevitable destrucción del sistema solar cuando dentro de muchos millones de años la estrella que nos ilumina, el Sol, explote.
JMH: Tecnología que aún no es capaz de aprender en redes exocerebrales, pero la pregunta será ¿Lo podrán hacer pronto?
RB: Como decía, ello no va a ocurrir pronto. Para comenzar, es necesaria la creación de aparatos con una inteligencia general, que aún no existen. Un primer paso ha sido el llamado aprendizaje profundo, mediante el cual un robot es capaz de aprender sin ayuda, por sí solo, a reconocer caras humanas, razas de perros, enfermedades de la piel, etc. También es capaz de aprender ajedrez u otros juegos compitiendo consigo mismo, sin necesidad de tener en la memoria almacenados millones de juegos. Es un primer paso, pero aún falta mucho. Por otro lado, hoy ya es posible crear materia orgánica artificial, producida en laboratorios con el objeto de realizar implantes. Incluso se han elaborado en laboratorio tejidos neuronales. Ello podría llevar a la construcción de texturas orgánicas artificiales que se conectarían a robots para dotarlos de sensibilidad. Pero se tardará mucho en construir un robot que sienta emociones.