Ya desesperados; entramos en la 6ª semana de contagio por Covid-19 en Aguascalientes. Estamos en manos de la ansiedad por el encierro prolongado y la preocupación por la disminución en las finanzas personales comienza a hacer estragos. De 188 casos confirmados hasta ayer, casi la mitad, 85 de ellos son trabajadores o profesionales de la salud en la entidad; de hecho murió ya un camillero del total de 6 defunciones. Abrazo con profunda pena a la familia y amigos de los seis caídos y deseo que la resignación llegue pronto.
En medio del crecimiento del contagio en fase comunitaria, donde ya no se tiene seguimiento de la cadena de contagio y el propio infectado desconoce en donde contrajo la enfermedad; se tiene la orden de gobierno estatal de portar cubreboca obligatorio en vía pública y en sitios públicos.
El ayuntamiento que parece estar más preocupado por el control de la epidemia es el de Jesús María que endurece las medidas aún a costa de la popularidad. En Aguascalientes capital, la presidente municipal Teresa Jiménez, de plano ya no aguantó estar fuera de cámara, y con cubreboca y guantes retomó su agenda de promoción cotidiana aunque ahora especializada en entregar objetos útiles a la crisis sanitaria o en “echar a andar” acciones de limpieza y sanitización; la presidente desacató el “quédate en casa” y no llevar la contra a la instrucción de gobierno estatal, sino porque su personalidad no le da para el bajo perfil.
Para el Gobierno del Estado la cosa no está nada fácil. El paro de la dinámica económica; la necesidad alimentaria urgente de los grupos informales y vulnerables; la desobediencia de la diócesis católica para suspender sus rituales eclesiásticos; la franca rebeldía del oriente de la capital para modificar sus hábitos de convivencia complican las tareas de gobierno.
Por otra parte, aunque el brutal enfrentamiento entre los bandos políticos panistas de Martín Orozco Sandoval y Teresa Jiménez Esquivel parece vivir una tregua en virtud de la contingencia, la realidad es otra. En la última semana fuimos testigos de encontronazos mediáticos atroces que fueron elevados al ámbito nacional y que arrojan al momento la exigencia de renuncias de funcionarios públicos de ambos bandos: los afines a la señorita piden la renuncia del coordinador de comunicación social, y los afines al señor la del director de seguridad pública municipal. Ninguno de las pandillas azules cortará cabeza alguna pues, sería como ponerla en una charola de plata para honrar a la contraria.
Para la población el escenario es otro: la lucha es por la supervivencia personal; familiar; laboral; comercial; profesional. El “quédate en casa” golpea sin piedad lo logrado con años de esfuerzo. Lo que en inicio parecía un fin de semana largo se transforma de a poco en un infierno de pauperización. Las cortinas de muchos negocios pequeños cerraron pero no temporalmente, los locales fueron entregados y en muchas cortinas cuelgan carteles que anuncian los espacios en renta.
Los pocos taxis que lo intentan, corren vacíos por la ciudad y a los autobuses urbanos hay que abordar portando cubre-boca o se prohíbe el acceso. Los pequeños restaurantes que alegremente ofrecían hace un par de semanas servicio “sólo para llevar” cerraron; pues a los comensales no les apetece comer en un plato desechable en el comedor de casa.
Y para terminar con esta crónica de la desesperación, en los antes amenos chats de amigos “de la prepa” o de “mamás de tercero b” o de “generación 92-94” se han generado peleas fenomenales por nimiedades, que han terminado con amistades de años y provocado la salida de muchos; de plano hay un par de chats que cerraron para terminar las campales pues, aquello amenazaba con trascender el ámbito virtual.
Entre lo más lamentable que ha traído esta situación extraordinaria está el aumento de la violencia familiar y de la violencia contra mujeres y niños. No teníamos costumbre de convivir por tanto tiempo en casa y lo cierto es que no tenemos herramientas para tolerarnos; muchos de hecho nos estamos conociendo apenas, a pesar de ser miembros de la misma familia.
Le quiero dejar a Usted querida lectora, estimado lector, con algo de lo bueno que pese a todo surge, el ánimo de ayudar que surgió en muchas y muchos. Los esfuerzos por apoyar se multiplican y por primera vez en mucho tiempo, nos preocupan y ocupan personas que sabemos terriblemente necesitadas. “Yo le llevé el caldo que me quedó del día”, “pues le llevé aunque sea dos kilos de arroz”, “no es mucho lo que pude darle, pero ojalá le sirva”; escuchamos con frecuencia.
Ojalá que se convierta en norma de conducta la necesidad de ayudar a otros. Ojalá que no seamos sólo la tierra de la gente buena sino solidaria. Ojalá que esta agobiante crisis sea aliviada con la satisfacción que brinda tender la mano a otros; de ser así, esta singular etapa que atravesamos habrá valido la pena.
¡Nos vemos en la próxima!