Durante las 54 entregas anteriores de esta columna, no había tenido dificultad para elegir el tema a desarrollar, el presidente López siempre inquieto y ocurrente, facilitaba mucho ese trabajo. Semana a semana había siempre un tema o dos, desequilibrantes por ocurrentes, llamativos como un hombre en paños menores por el Centro Histórico, vamos, inevitables. Sin embargo, en todas las ocasiones, el receptor de las ocurrencias presidenciales era, para bien o para mal, invariablemente México, entendiendo a México como su gente, sus instituciones, sus leyes, sus autoridades, como una entidad viva, histórica, nacional e internacional. Así toda.
En esta ocasión cambiaremos de foco, vamos a dejar, no porque no se le haya ocurrido al presidente López o a alguno de sus personeros de la 4T, alguna puntada que haya descollado entre otras o de otros, pero no, ahora trataremos de comentar las batallas que el país está enfrentando en este 2020, año que parecía no llevar mucha carga emblemática cuando lo pensábamos allá por octubre o noviembre del 2019. Pero ya hacia finales de septiembre de ese último año, los asomos de lo que sería la pandemia más terrible del siglo, estaba insinuando su potencial presencia en el mundo. Sin embargo, apenas empezó el presente año, desde la pujante ciudad de Wuhan, en la China central, desbocado, apareció y se propagó en el mundo un virus letal conocido como coronavirus. La propia pujanza e importancia de aquella hoy famosa y cosmopolita ciudad china, facilitó su diseminación en un mundo intensamente interconectado e interdependiente.
Después de una rápida invasión a diversos países del planeta, el sudeste asiático, Europa, Asia central misma, Norteamérica, el temido virus llegó a México hacia finales de febrero. Quiero pensar, ahora, que las autoridades sanitarias nacionales observaban atentas la evolución y avance del virus por el mundo y sus efectos en la salud pública de las naciones atacadas. Que fruto de esa atenta observación, preparaban la estrategia de respuesta y asumían, responsablemente, las acciones pertinentes para salvaguardar la seguridad de la salud de los mexicanos a los que estaban abocados a servir y proteger. El jueves 27 de febrero, un grupo de funcionarios federales de la salud, encabezados por el hoy famoso doctor Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, daba una conferencia de prensa para informar a la opinión pública que el Gobierno Federal iniciaba formalmente la atención de la epidemia que ya estaba haciendo estragos en otros países del mundo. A partir de ahí, diariamente, una especie de comité de carácter técnico iba a dar seguimiento a los ejercicios de información sobre la evolución de la amenaza epidemiológica que estaba pronta a hacerse de un lugar en la vida de todos los mexicanos.
La historia desde entonces es harto conocida por todos nosotros, el coronavirus o Covid-19 fue permeando entre la población, primero vinculada a los viajeros que retornaban del extranjero, principalmente de Europa, Italia y España particularmente, y otros que volvían de estadías en los Estados Unidos. Sí mal no recuerdo, las autoridades sanitarias federales, reconocieron la presencia del primer caso confirmado de coronavirus el 28 de febrero pasado, y “de ahí pal real”, a partir de entonces, al domingo 12 de abril, 45 días después, la epidemia, mal calculada por los científicos epidemiológicos, ha alcanzado a confirmar al menos 4,219 casos, y 273 decesos, de ellos, en Aguascalientes, al menos, a las 12 del día del domingo 12 de abril, alcanzaban 64 confirmados y al menos una muerte atribuida al temible virus.
Éste es la primera batalla de México en 2020; la batalla por la vida de los casos identificados y, presumiblemente, atendidos. Vinculada a ella, tenemos una serie frentes: la insuficiencia de la infraestructura hospitalaria nacional y de los elementos básicos médicos para la atención de las urgencias que se irán presentando paulatina y aceleradamente; la protección del personal médico que se ha erigido en la primera línea de resistencia a la epidemia; la contención de la propagación del virus entre la población, la sana distancia, el distanciamiento social, el cuidado y la higiene personal de cada mexicano. Todo un reto para México.
Derivado de lo anterior, a partir del 23 de marzo, se inició una fuerte campaña para lo que los técnicos denominan “achatar la curva” del contagio, el quédate en casa, y la posterior declaración de la suspensión de las actividades no necesarias ni en el sector privado, el público y el social. Esta etapa de la contingencia pegó de manera directa e inmisericorde en la economía de las personas, todas, de los negocios, grandes, pequeños, familiares, y puso sobre la mesa una situación previsible, y que pronto se convertiría en un enorme problema inmediato, real, tan terrible o peor que la propia epidemia. De pronto México se encontró ante un escenario donde aceleradamente su economía entraría en una paulatina ralentización forzada, hasta alcanzar un posible coma inducido. Esta es la segunda gran batalla de México.
A los países modernos, actuales, se les gobierna, hay autoridades que les representan y dirigen, México no es la excepción. Entendemos coloquialmente que el gobierno tiene el timón del país en sus manos, y la población, la sociedad, la ciudadanía, reconocen ese gobierno como legal y legítimo. Hoy, ese gobierno, independientemente de quién lo encabeza, en un acto de responsabilidad, ha designado a funcionarios y servidores públicos preparados, profesionales, capaces, con la experiencia necesaria para conducir a la nación, por los intrincados caminos de la actual crisis. Sin embargo, este gobierno nuestro, se ha mostrado confundido, balbuceante, después de 16 meses de insistir que el país está divido, que hay los que están con él y contra él, que no identifica en sus gobernados a los que son sus aliados o adversarios, o de plano “enemigos”. Empresarios, gobiernos estatales, medios de comunicación, mujeres, creadores de arte o de ciencia, ciudadanos de a pie, cuestionan sus decisiones frontalmente, derivado de sus inestables decisiones.
Esta es la tercera batalla de la guerra de México 2020.