Viena, Austria. 6 de marzo de 2020. Tras ser revisado para asegurarse de que no está contagiado con el Covid-19, el ministro ruso de Energía, Alexander Novak, entra a la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC). Tras estrechar fríamente la mano de su contraparte saudita, príncipe Abdulaziz bin Salman, el funcionario ruso se enfrasca en una discusión que dura cinco horas. Al final, Rusia anuncia que se rehúsa a recortar la exportación de hidrocarburos.
Dos días más tarde, el presidente Vladimir Putin reúne a sus especialistas en economía y energía y les anuncia: Rusia “necesita estar preparada para diferentes escenarios”. El dicho del líder ruso es secundado por su ministro de Finanzas, Anton Siluanov: “Financiaremos nuestro gasto por cuatro años sin problemas”. Con estos comentarios, Rusia ha declarado la guerra de los precios del petróleo a Arabia Saudita y, por extensión, a los Estados Unidos.
Las escenas arriba narradas sirven como preludio al presente artículo, el cual pretende hacer un recuento de la relación ruso-saudita, porqué el presidente Vladimir Putin ha decidido emprender una guerra de precios en petróleo y cuál es la apuesta del estadista ruso.
Las relaciones entre Arabia Saudita y la Rusia soviética fueron hostiles: el marxismo-leninismo era un anatema para los jeques sauditas quienes se consideraban los guardianes de los lugares sagrados para el Islam: la Meca y Medina. Por ello, cuando, en diciembre de 1979, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas decidió invadir Afganistán, los sauditas abrazaron la lucha anticomunista y financiaron a los guerrilleros afganos y enviaron a cientos de sus jóvenes para combatir a los soviéticos, entre los voluntarios sauditas destacó uno que alcanzaría fama mundial: Osama bin Laden.
En 1989, la Unión Soviética se retiró de Afganistán y, dos años más tarde, desapareció. Sin embargo, la humillación sufrida a manos de los Estados Unidos y de Arabia Saudita quedó grabada en la memoria de un joven oficial de la policía secreta, la KGB: Vladimir Putin, quien juró vengar la afrenta.
A mediados de la década de 1990 y principios del siglo XXI, los rusos enfrentaron una rebelión en la provincia de Chechenia, de población mayoritariamente mahometana. Moscú siempre ha sospechado que los servicios secretos sauditas financiaron la rebelión de los extremistas islámicos.
El siguiente punto de choque entre rusos y sauditas ocurrió en Siria: Moscú apuntaló a Bachar al-Assad, mientras que Riad apoyó, junto con los Estados Unidos, Francia, Qatar y Turquía, a los rebeldes sirios. Sin embargo, a partir de septiembre de 2015, Rusia intervino militarmente en Siria y consiguió, en conjunto con Irán, cambiar la marea de la guerra en favor de al-Assad.
En octubre de 2017, la realidad geopolítica del Medio Oriente convenció al rey de Arabia Saudita, Salman bin Abdulaziz, de peregrinar a la capital de todas las Rusias: Moscú, para conferenciar con el genio de la geopolítica moderna: Vladimir Putin. El monarca saudita tenía dos objetivos en mente: primero, estabilizar los mercados del petróleo y del gas natural; y, segundo, conseguir el apoyo ruso para frenar la creciente influencia de Irán.
A partir de entonces, se estableció una alianza entre Rusia y la OPEC, dominada por Arabia Saudita. El objetivo: frenar la producción petrolera y apoyar los precios. Para sondear las intenciones sauditas, Putin viajó, en octubre de 2019, Riad. Sin embargo, la desilusión pronto apareció entre los rusos, porque las promesas sauditas de inversión no se materializaron.
Putin estaba furioso porque “los Estados Unidos amenazaban con sancionar al gasoducto Nord Stream 2. Asimismo, golpeaban los intereses de la compañía petrolera Rosneft en Venezuela”1. Igualmente, los rusos habían llegado a la conclusión de que “apuntalar los precios era un regalo a la industria del gas esquisto estadounidense” porque significaba que los estadounidenses inundaban con sus barriles de petróleo el mercado energético “mientras que las compañías rusas permanecían inactivas”2.
Por lo tanto, la decisión saudita de aumentar a gran escala la producción de crudo, seguida de generosos descuentos, “tiene grandes implicaciones geopolíticas” debido a que “el barril de petróleo a $ 20 dólares estadounidenses vendrá en 2020”3.
Putin aceptó el reto saudita porque lo percibe como una oportunidad de lograr su objetivo supremo: “deshacerse del petrodólar y sacar con el codo a los Estados Unidos de los asuntos globales”4. Para tal efecto, los rusos están mejor preparados: Rusia tienen un cofre de guerra de 150 mil millones de dólares, su precio de producción es de $ 7 dólares, no tienen deuda externa y acaban de humillar al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, por atacar a su aliado al-Assad en Siria.
El escriban concluye: la apuesta de Putin es, a pesar de sus implicaciones geopolíticas y geo energéticas, simple: terminar, como lo ha afirmado el analista Max Keiser, con el dominio del petrodólar y sustituirlo “con el auge del rublo-dólar o el dólar basado en el petróleo dominado por la alianza sino-rusa”5.
Aide-Mémoire. La teoría del metafísico Nassim Taleb sobre los “cisnes negros” ha sido validada con la aparición simultánea del Covid-19 y la guerra de precio del petróleo entre Arabia Saudita y Rusia.
- How Putin spurned the Saudis to start a war on America’s shale oil industry https://n9.cl/0ac8
- Putin targets U.S. fracking with oil Price war, in new threat to Trump`s election-year economy https://n9.cl/8yre
- – Ali Khedery www.shorturl.at/chjyW
- – Katusa, Marin. The Colder War: How the Global Energy Trade Slipped from America`s Grasp. Hoboken, Wiley, 2015, p. 143
5. – Oil Price war will expedite the end of the petrodollar & rise of Chinese-Russian currency- RT´s Max Keiser www.shorturl.at/arGJ0