Nada será igual/ Debate electoral - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Esta semana fuimos testigos de una serie de acontecimientos que son de esos que, cuando se analicen en retrospectiva, serán considerados como un parteaguas. Las cosas, el país, el estado, la ciudad, la gente, las mujeres, eran unas antes del 8 de marzo de 2020 y definitivamente serán otras después.

Los días previos al domingo 8 y lunes 9 se vivieron con mucha expectación. Las redes sociales significaron, como lo han hecho ya de unos años para acá, la vanguardia en la comunicación instantánea, para ponerse de acuerdo y para manifestar los desacuerdos, ahora a partir de que un colectivo veracruzano propuso la idea de una especie de “huelga de brazos caídos” en donde las mujeres no realizaran sus actividades cotidianas el lunes siguiente al día internacional de la mujer, como un acto en el que paradójicamente, a partir de la no visibilización de las mujeres, se pudiera visibilizar lo que ellas contribuyen en todos los ámbitos, incluyendo el social, el laboral y el familiar.

Obviamente las críticas no se hicieron esperar. Desde los hombres que vimos tambalear por un instante nuestro mundo, hasta mujeres mismas que no estaban tan de acuerdo, de manera respetable también, en un evento que tenía buena entraña, pero que sería de muy difícil realización para quien no tuviera ciertos privilegios, entre ellos, el de darse el lujo (por así llamarlo) de no estar activa un día con mínimas consecuencias adversas. Inmediatamente vinieron ejemplos de la señora que atiende el puesto del mercado y que no podría dejar de vender, so pena de no comer ese día, o la señora que hace el aseo y que, si no trabajaba ese día, seguramente el patrón la dejaba sin trabajo. Hasta simpatizantes del gobierno federal se manifestaron en las mismas redes asumiendo que el movimiento estaba financiado por el enemigo favorito.

Obviamente las réplicas se dejaron venir. Que participara quien quisiera, que por fortuna (nunca mejor dicho) aquella convocatoria muy local se había extendido nacionalmente y sin necesidad de invertir un peso en publicidad, por lo que no se requería de patrocinio, de esta manera el evento seguía a pesar de todas las voces en contra, y no lo podemos negar, pero es que sonaba utópico hasta cierto punto el que más de la mitad de la población se uniera por una causa en común.

Y no porque no se haya hecho antes. Algunas las he visto de primera mano, otras han sido producto de charlas o lecturas, pero la imagen de Diego Fernández, Manuel Clouthier, Rosario Ibarra y Cuauhtémoc Cárdenas, exigiendo democracia electoral en 1988, o la Marcha del Color de la Tierra que significó la entrada del zapatismo a la ciudad de México en 2001, la marcha por la paz en 2011 o, el mejor ejemplo del pueblo unido, en los terremotos más recientes que azotaron la ciudad de México en 1985 y 2017. En todos esos eventos, estuvieron de por medio los valores de la participación y la solidaridad.

Esta vez fue distinto. Mujeres que salieron a las calles a encontrar sororidad, tomaron avenidas sin culpa y sin remordimiento. No tenían por qué. Salieron de todos lados y se formaron todos los contingentes por afinidad. Las radicales y las moderadas, las católicas y las que exigen derechos reproductivos, empresarias y empleadas, políticas de izquierda, derecha y todas las corrientes de pensamiento tuvieron su lugar. Claro que salieron a gritar, a acusar, a lanzar improperios, finalmente era una marcha de exigencia, se dejaron ver y las vimos.

El lunes sucedió lo que parecía impensable. No se dejaron ver, y aún así las vimos. Vimos que el desayuno en la mañana no estuvo hecho, que la tienda de conveniencia estaba cerrada, que el automóvil no circuló, que la alumna no fue a clases dejando solo el salón, en fin. Fue un momento de reflexión, para quien así lo quiso tomar, en donde pudimos apreciar el valor y la necesidad de las mujeres en la vida cotidiana, y partir de la premisa de que todo es muy distinto, y más difícil, cuando no están ellas.

Muchas y muchos preguntan qué sigue. La reflexión queda para cada uno, acerca de la continuidad de las acciones. Las mujeres seguirán conquistando espacios públicos y más ahora que no se pueden dar el lujo de perder lo mucho (o poco, según) que han avanzado. Ya retroceder es imposible. Los hombres debemos revisar, desde la posición de privilegio malamente concedida, nuestras acciones diarias e identificar aquellas que por costumbre seguimos perpetuando en detrimento de ellas, y erradicarlas. Juntos debemos reflexionar en que la democracia no es un solo día de elecciones, sino que la democracia se construye en la calle, en la escuela, en el trabajo, con la familia, ejerciendo valores como la participación y la solidaridad. Es un hecho que a partir de ahora nada será igual.

 


/LanderosIEE | @LanderosIEE

 


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