- Aida Mulato, víctima de violación, habla sobre las trabas que obstaculizan la justicia, desde la búsqueda de asesoría legal, hasta las estrategias de los agresores para desestimar las denuncias.
EMEEQUIS/Alejandra Crail
“Son muchas las horas en la Fiscalía de Delitos Sexuales esperando a que te atiendan, que te muestren tu carpeta, esperando tener justicia. En ese camino te violentan, te revictimizan”, dice Aida Mulato, de 34 años, quien lleva más de dos buscando justicia por la agresión sexual que sufrió en 2017.
Aida es una gestora cultural que lleva años trabajando en la promoción y difusión del arte de los pueblos indígenas en la colonia Roma de la Ciudad de México, proyectos que han menguado tras la agresión sexual que sufrió a manos de un hombre de confianza, cercano, el 9 de noviembre de 2017.
Desde ese día, Aida se ha redescubierto fuerte y valiente, como una mujer que lucha por la justicia, no sólo por la propia, por la exigencia de que su violación no quede impune, sino por otras mujeres y la no repetición: lo que ella quiere es evitar que su agresor violente a alguna otra mujer.
En el camino ha encontrado varios obstáculos, los mismos a los que se enfrentan miles de mujeres víctimas de violación en México: hallar la asesoría legal adecuada; la ausencia de perspectiva de género y empatía en las y los servidores públicos encargados de impartir justicia. Además de un agresor que, en vez de reconocer su responsabilidad, crea mecanismos para volver a violentar a su víctima y evadir la justicia.
“Cada vez que archivan una carpeta, cada vez que no investigan a uno de nuestros agresores, cada vez que los dejan libres, los dejan impunes y que ni siquiera investigan, las autoridades se vuelven cómplices”, dice.
El primer cómplice: abogadas y abogados
Aida fue violada por un hombre de su confianza que aprovechó un momento en el que ella estaba inconsciente para abusar de ella. Su vida, entonces, cambió radicalmente. Llegó la inseguridad, el miedo. “No podía dormir, no sonreía, no estaba tranquila”, cuenta a EMEEQUIS.
–¿Cómo es que decides iniciar un proceso por la vía legal?
–Mi tía reconoció mi cambio y fue la primera vez que compartí con alguien de mi familia que había sido víctima de violación. Ella me recomendó levantar una denuncia pues no podía quedar impune por mi seguridad y la de todas las mujeres.
–¿Cuál fue el primer obstáculo?
–Encontrar el apoyo legal correcto. El primer abogado, hombre, me dijo me dijo que tenía una fecha límite para denunciar la violación. Ahora sé que no es verdad, que el delito de violación no prescribe y que podemos denunciar en el momento en que lo creamos más conveniente.
–¿Fue el único abogado que consultaste?
–Encontré otras abogadas que me juzgaron y no creyeron en mi palabra, pero me decían que por 3 mil 500 pesos me acompañaban a levantar la denuncia, pero que al final no había pruebas y seguro no procedería.
“Una de ellas me sugirió manipular la información. Me decía que teníamos que decirle a las autoridades que él me había sometido, que me había pegado, que me había violentado, pues de esa manera era más fácil que procediera una denuncia por violación que si sólo le decía que estaba inconsciente. No accedí”.
–¿Cuánto tardaste en encontrar la asesoría legal correcta?
–Un año. Busqué por todos los medios, formas e instituciones no gubernamentales el apoyo jurídico, pero fue hasta octubre de 2018 que encontré a Sayuri Herrera, abogada que me ha acompañado en todo el proceso.
“Todas estas trabas y la mala información de las y los otros abogados hicieron que todo se retrasara”.
Segundo cómplice: la autoridad
Cuando Aida levantó la denuncia se encontró con personal femenino en la Fiscalía de Delitos Sexuales de la CDMX, sin embargo, el trato amable que le dieron no impidió que fuera revictimizada en el proceso de denuncia.
–¿Qué fue lo primero que detectaste que era una revictimización por parte de las autoridades de justicia?
–Yo indiqué que la violación de la que fui víctima había ocurrido un año atrás, sin embargo tuve que desnudarme y acostarme en la cama para que me hicieran estudios ginecológicos y proctológicos, pero la médico forense me dijo que sin eso no iban a tomar en cuenta mi denuncia.
–En las pruebas psicológicas que te realizaron ¿qué determinó la Fiscalía?
–La doctora Gabriela Fuentes Zamacona me hizo una serie de preguntas acerca de todo menos de la violación de noviembre de 2017. No me realizó ninguna prueba psicológica especializada, sino un cuestionario sobre mi vida y no sobre el hecho, con el cual acreditó en un peritaje de 5 líneas que no fui víctima de violación.
“Hay una parte en el peritaje en donde habla de mis hijas y que me pongo muy mal cuando hablo de ellas, sin embargo yo no tengo hijas, yo soy una mujer soltera, no estoy casada, no tengo hijas”.
–¿Qué comentarios recibiste por parte de las agentes del ministerio público que han llevado tu caso?
–Que mi caso no iba a proceder, que las únicas pruebas que comprobarían mi violación serían una foto, un video, sangre o semen.
El papel del agresor
Tras la agresión en 2017, Aida tuvo que dejar de frecuentar muchos espacios. Salir a caminar por su colonia se volvió una actividad de riesgo: su agresor, libre, vive a cuatro cuadras de su casa.
Mientras Aida lidia con los problemas psicológicos y emocionales que derivaron de la violación, su agresor continúa viviendo una vida normal, libre de culpas.
“Cuando empecé a externar lo de mi violación y compartirlo con personas cercanas, de pronto mi familia se fue, mis amigos se fueron, dejaron de venir a verme. Hay mucha gente que prefiere alejarse y hacerse de la vista gorda que enfrentar eso. Mientras tanto, él sigue siendo un hombre respetable, que vive sin asumir la responsabilidad de sus acciones”.
Aida ha sido revictimizada, además, por su mismo agresor, en complicidad con las autoridades, dice la joven.
“Para los agresores siempre hay notificaciones y para las víctimas no hay. Jamás me han notificado nada de lo que ha pasado en mi proceso, incluso me han negado ver mi carpeta”.
Una carpeta que fue archivada sin que se le avisara y que la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX logró que se reabriera a través de la recomendación 08/2019 para que fuera investigada como corresponde, junto con los casos de otras niñas y mujeres víctimas de violencia sexual que la autoridad también archivó.
Sin embargo, al instante que esto ocurrió, el agresor, cuyo nombre es omitido por Aida en todo momento, para no entorpecer el proceso legal, ingresó tres denuncias en contra de su víctima.
La primera, por violencia intrafamiliar, pues él sostiene que eran pareja al momento de la violación, aunque esto es rechazado por Aida; sin embargo, la existencia de una relación no desestima una violación. La segunda, por discriminación, pues el agresor acusa de una campaña en su contra, pese a que Aida jamás ha mencionado su nombre públicamente.
La tercera, por falsedad de declaración, pues él insiste en que se tiene que reconocer una relación. “Incluso en una denuncia presume que estoy lucrando al denunciar las fallas en mi proceso, como si se pudiera lucrar con una violación. Es absurdo”.
“De esto tampoco me notificó la autoridad. Estas son las estrategias que toman los agresores para desacreditar nuestras denuncias, para protegerse y cuidar sus cargos como hombres ‘honorables y respetables’”.
En sus palabras, esto ocurre porque: “Para el Estado no somos importantes las mujeres, para el Estado no estamos en la agenda. Nunca hemos sido una prioridad para ellos”.
@AleCrail