Dicen que la realidad se construye socialmente, pues el ser humano tiene una personalidad construida y edificada por fenómenos de interacción y comprensión de las actuaciones sociales: la personalidad se aprende y la siembra de las ideas en un ser humano es más sencillo de lo complejo que pareciera ser.
La comunicación juega un papel significativo en el proceso de construcción social de la realidad. El ser humano recibe un estímulo, y con ese inicio construye la interpretación de una situación en base a la cual va a actuar. Los padres y primeras relaciones transmiten un determinado discurso que precederá a la evolución individual; la persona logra así una acumulación de conceptos que constituye la propia “subjetividad”, la que define al mundo, pero ello no es sólo producto de un conocimiento individual, ya que se acumulan las subjetividades de los individuos que lo rodean: así construye su realidad, con base a los estímulos recibidos en familia, escuela, religión, amigos, sociedades, que buscan moldear una realidad acorde a determinados intereses.
Las formas de actuación de una persona surgen gracias a las relaciones sociales, pues mediante los procesos de comunicación y lenguaje, la personalidad se construye, y el medio ambiente en el que se desenvuelve determina su forma de pensar y reaccionar. Desde la infancia programamos nuestras formas de pensar, de sentir y comportarnos; para ello nos basamos en la información que nos llega a través del proceso de comunicación, pues es así como nuestra realidad se va construyendo. Nuestra visión del mundo, de la vida, es subjetiva gracias a nuestra cultura, experiencia, sentimientos, prejuicios, y todo lo que forma parte de nosotros que se transforma en un filtro de la observación. A final de cuentas lo objetivo no es lo que vemos, sino lo que percibimos de acuerdo a ese filtro: los canales de comunicación para crear nuestra realidad dependen de cada persona
El problema es que el discurso o comunicación se utiliza para someter a la persona y reducirla a objeto del sistema, y que actúe conforme a la estructura, al impedírsele que llegue a un desarrollo personal y humano. Esa comunicación construye su realidad dentro de la estructura, mediante un proceso socializador que en ocasiones lo hace acrítico, carente de interpretación, y le construye una personalidad para el consenso de intereses grupales y superiores, en los que no está incluida la mayoría de la población. El discurso maneja a las culturas y las deforma para hacerlas cuadrar con las necesidades del poder. Si bien la sociedad es posible gracias al entendimiento de los sujetos a través del lenguaje, actualmente se mantiene una comunicación distorsionada que no permite la participación en la toma de decisiones y sustituye el lenguaje de fraternidad y ayuda mutua, por el del individualismo, el dinero y el poder; es decir, manipula el lenguaje para que la sociedad crea que participa en el discurso, pero en sí no participa en tales acuerdos que genera el sistema.
Bajo esa perspectiva, últimamente ha desaparecido el discurso del miedo interno, para trasladarlo a un enemigo común a nivel global. Ahora, ya no es la inseguridad en nuestro país, la carencia de satisfactores, u otras situaciones, las que nos preocupan; sino un virus surgido en otro país, que se presenta como el quebrantador de la salud, la vida, la democracia, los derechos humanos y la economía. Algo así como cuando Merlín (ciencia) se convierte en microbio para vencer a Madam Mim (pueblo), en la película “La espada en la piedra” de Disney (1963).
Es cierto que es un problema real que está atacando a las sociedades (y ocultando una recesión que ya existía para atribuirla al problema viral, y no reconocer que el modelo político y económico mundial no funciona, con el fin de favorecer una visión de Estado amparado en una situación de salud humana), pero los problemas fundamentales los tenemos aquí, día con día, en nuestro círculo, en nuestro entorno: hambre, analfabetismo, carencia de salud y mayor cantidad de muertes por otros factores (el hambre no se ha declarado pandemia, ni otras enfermedades que atacan al tercer mundo), falta de vivienda, desempleo, discriminación, intolerancia, pobreza, etc.
El miedo no debe ser alimentado por lo que pueda pasar, o esté pasando con las políticas internacionales que nos bombardean en los medios de comunicación. Más bien, la tranquilidad y la conciencia para lograr soluciones deben estar aquí y ahora, en nuestro pedazo de tierra, en nuestro plan de vida, y en el papel que nos toca para transformar la realidad. El discurso logra su cometido cuando la mayoría lo considera como el mejor argumento (construye sus realidades), y los disidentes no pueden refutar su validez ni convencer a la mayoría de lo contrario.
Y es ahí donde aparece el mensaje detrás del velo de Isis: la realidad en que estamos viviendo no genera bienestar humano; la realidad debe ser cambiada para lograr la equidad y el equilibrio en los individuos, mediante un acuerdo basado en argumentos racionales, que busquen conjuntamente su bienestar, desarrollo y la satisfacción de sus necesidades como ser humano. Se requiere fraternidad y humanismo, y dejar a un lado el egoísmo: hay que ponernos en el lugar de todos aquellos que se ven afectados con las acciones de la actual realidad social, y verificar si en verdad logran esa satisfacción, respecto a la dignidad y desarrollo de vida de los seres humanos. No hay que buscar afuera lo que está dentro de uno mismo; no hay que temer por el discurso que se emite a distancia, sino que hay que lograr el cambio con las personas y estructuras que tenemos en nuestro andar diario, para ayudar a esa transformación que genere un ámbito de paz, armonía y desarrollo humano y social, a favor de tod@s.
La respuesta, la solución, somos nosotros. No hay que distraernos solamente en un enemigo difuminado, sino que hay que poner nuestra mente, corazón y fuerza en el aquí y ahora, en el presente y no en lo que pueda pasar. La realidad se puede cambiar, si queremos que así sea. Si nos redefinimos diariamente, y eso lo proyectamos en ayuda a los demás, desde nuestro pequeño lugar de vida, lograremos que otro mundo sea posible. Es una oportunidad, todo es oportunidad… In Lak Ech, Hala Ken.