La Cuarta Transformación en voz de su vocero oficial y líder, llenó de promesas el sensible imaginario colectivo que, ávido de esperanzas, se mostró permeable a recibirlas aquél 2018 y que, en el culmen del 1 de julio, definiría el rumbo del país para el siguiente sexenio.
Las promesas representaban un cúmulo de anhelos y aspiraciones de millones de mexicanos que estaban cansados de años y años de corrupción, de falta de oportunidades, de inseguridad, de pobreza. El candidato López logró leer e interpretar esos sentimientos y verbalizarlos en un lenguaje que la gente, el ciudadano entendía directamente, sin filtros, sin necesidad de intérpretes. Así, el mensaje que el pueblo quería escuchar, por fin llegaba, directo, claro, oportuno. Acabar con la corrupción en México justo a partir del primer día que el candidato López, hecho presidente, arribara a Palacio Nacional. La transformación de la conducta y la ética del gobierno, se haría como un acto místico, casi equivalente a la transfiguración de Jesús, como lo describe la Biblia, milagroso. Luego, no necesitaba de una gran estrategia, ni un plan determinado y específico. El discurso lopezobradorista señalaba con puntualidad que el mero arribo a la Silla Presidencia, decretaría la muerte de la corrupción en el país.
La visión y la intención de la Cuarta Transformación romperían con el monopolio de las oportunidades que detentaba la “mafia en el poder”, y, a través de la entrega directa de los apoyos a los beneficiarios, las opciones llegarían en el acto a todas las personas que lo necesitaran: los jóvenes conocidos como “ninis”, los adultos mayores, los estudiantes de educación media y superior, las madres trabajadoras, los campesinos productores del campo, y así. Esto significaba acabar con esos perversos programas de los gobiernos anteriores, neoliberales, corruptos por definición. De esa manera, desaparecían programas como las estancias infantiles, Cruzada contra el hambre u Oportunidades, Comedores Comunitarios, diversos programas de apoyo al campo, Liconsa, los refugios para mujeres víctimas de la violencia, entre otros. Ya no hablemos de la famosa austeridad republicana, que iría frontalmente a combatir los jugosos negocios de los grandes proveedores del gobierno federal, donde seguramente se anidaba la mata de la corrupción, por lo que se optó por concentrar las adquisiciones de toda la administración pública federal en manos de la poderosa Secretaría de Hacienda y Crédito Público, a través de su Oficialía Mayor.
Por otra parte, el combate a la inseguridad en el país daría un giro de 180 grados, y se acabaría con aquella “absurda” guerra contra la delincuencia organizada en el país, sobre todo la que representaban los grupos delicuenciales o cárteles que se disputaban el territorio nacional, realmente sin importar las fuerzas del Estado. La estrategia de “abrazos no balazos”, marcaría el nuevo rumbo de la pacificación del país, lo que permitiría recobrar en el corto plazo, los esquemas de convivencia social y desarrollo económico.
Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los ciudadanos aceptaron las promesas de campaña de López y su Cuarta Transformación, la terca realidad se empeñó en no entender las buenas intenciones del presidente y su arrolladora banda de la 4T, y el resultado se expresó en franca contradicción a las “buenas intenciones” del nuevo régimen. La economía, fiel a su histórico comportamiento, no entendió el ánimo que movía al presidente López, y empezó a marchar cada vez más lento, hasta que de plano se detuvo, y peor aún, empezó a desandar. El crecimiento fue en 2019 de -0.01%. Luego, la recaudación fiscal se vio disminuida de tal manera, que los recursos para distribuir entre los beneficiarios, resultaron insuficientes; el campo, los apoyos a los jóvenes, a los estudiantes, a los adultos mayores, fluían con mayor dificultad, y no para todos los que habían sido considerados. La generación y distribución de las oportunidades y el combate a la pobreza, se empezaron a rezagar. ¡Ah, terca realidad!
La inseguridad lejos de ir disminuyendo, creció, el 2019 fue el año más violento de la historia reciente de México, sí, con todo y el gobierno del “cambio verdadero”. Pero en este rubro, algo sucedió de manera notable, la violencia contra las mujeres se recrudeció de manera significativa, los feminicidios se fueron volviendo más cotidianos y más violentos. Los crímenes de odio hacia las mujeres se incrementaron y extendieron en todo el país, sólo recordemos a Ingrid o a la pequeña Fátima. Ante esta situación los gobiernos en general, pero el gobierno federal en lo particular, no mostraron un incremento en su interés por combatir los feminicidios, nunca presentaron una estrategia específica al respecto, vamos, ni siquiera un poco de sensibilidad al respecto.
Ante esa situación de indolencia y franca indiferencia, las mujeres tomaron el toro por los cuernos. Se manifestaron en diversas ocasiones, con diversas intensidades, sobre todo en la Ciudad de México, esperando provocar una respuesta, una reacción del gobierno federal, del presidente López, y nada. Sólo discursos mañaneros, llenos de sarcasmo y burla. Los feminicidios estaban subordinados al tema de la rifa del avión. Diversos colectivos feministas cambiaron la estrategia e iniciaron la promoción de un movimiento nacional denominado “Un día sin nosotras”, que invitaba a las mujeres a no ir al trabajo, a la escuela, a los comercios, a todos aquellos sitios, todos, donde existiera una presencia y actividad de las mujeres, para el 9 de marzo.
Pronto, la convocatoria alcanzó un consenso nacional insospechado, las mujeres lograron impulsar un paro nacional de mujeres, con la adhesión de miles de agrupaciones a nivel nacional, sindicatos, universidades, gobiernos, instituciones, empresas. El resultado se manifestará ya. El presidente López, sólo alcanzó a balbucear en últimos días, que él no era feminista, que él era humanista, como si las mujeres no fueran seres humanos que merecieran su atención y respuesta.
“Un día sin nosotras”, marcará un antes y un después del arranque de la Cuarta Transformación, y si me apuran tantito, del México actual.