Se ha dicho que estamos en una pandemia del Covid-19; que en México estamos en la etapa 2 porque ya hay contagio de persona a persona dentro del país, no nada más de las que llegan del extranjero; que un porcentaje alto de ciudadanos no quiere entender que debe quedarse en su casa para no generar más posibilidades de contagio; que el 56% de quienes realizan una actividad económica o trabajan son parte de la economía informal, y no pueden quedarse en su casa porque no tendrían que comer; que no podemos parar la economía porque va a generar recesión; que nos debemos cuidar pero no sabemos cómo o no queremos hacerlo por que no creemos en tantas noticias que generan miedo al desastre que viene en materia de salud, trabajo y economía.
Lo cierto es que todavía no conocemos lo que estamos viviendo, los canales de comunicación social son contradictorios y poco creíbles, por la falta de una estrategia de comunicación clara, precisa y congruente para atacar la pandemia por parte del Gobierno Federal y los gobiernos estatales, generado incertidumbre e incluso miedo por la contradicción en los mensajes entre el Titular del Poder Ejecutivo y el sector salud, lo cual, pone en riesgo inminente a una gran parte de la población.
Es claro que estamos en medio de dos extremos de la realidad, los agoreros del desastre y los que piensan y creen que no pasa nada; los que distinguen entre ricos y pobres, conservadores y neoliberales; los que salen a trabajar para poder comer y los que hacen el ya famoso “home office” o trabajo desde casa; pero lo que no se ha dicho es que debemos afrontar la crisis actuando con una ética del cuidado. ¿Cómo es posible que sólo cuando hay sufrimiento, dolor o muerte de personas aprendemos, comprendemos y nos organizamos para tratar de resolver la crisis?
Considero que es momento de recuperar los valores éticos perdidos y las buenas costumbres que tenemos como personas y ciudadanos de bien, ya que podemos convertir esta crisis en una experiencia que nos fortalezca en lo personal y social, explico por qué.
Me referiré a tres fenómenos que han generado cambios obligados en los mexicanos, por el sufrimiento, el dolor y la muerte de personas; el primero al que me quiero referir es al sismo del 19 de septiembre de 1985, quienes vivimos y sufrimos el temblor en la ciudad de México, entonces D. F., sentimos cómo la sociedad organizada salvó vidas ante la incapacidad y desorganización del gobierno, no estábamos preparados para atender la tragedia, el olor a muerte nos motivó a miles de voluntarios a organizar esfuerzos para remover los escombros asesinos para salvar algunas vidas; nos dimos cuenta que aprendimos a ser solidarios, reitero a costa del dolor, el sufrimiento y la muerte, por ello me pregunto ¿sólo ante la desgracia de otros podemos aprender a ser mejores personas y ciudadanos en sociedad?
Otro fenómeno que ha removido conciencias es la extrema violencia contra las mujeres en nuestro país. La lucha por la igualdad y la equidad entre la mujer y hombre, y la disminución de la violencia contra la mujer ha llegado a niveles importantes para hacerse valer y ser reconocidas como personas indispensables en la sociedad; la violencia que sufren las mujeres ha motivado que las mismas, ejerzan violencia e incluso, que hayan llegado logrado el paro nacional que denominaron “un día sin mujeres”. El 9 de marzo pasado, hicieron sentir la necesidad que tenemos de las mujeres, con su ausencia, y todo por el dolor, el sufrimiento y la muerte de mujeres sin castigo de los culpables por una impunidad insultante, por ello, la lucha por el cambio continua para lograr los cambios y las transformaciones necesarias para ello.
Todavía no podemos decir que se ha logrado la igualdad y la equidad entre la mujer y el hombre, cuando nos llega un virus, el Covid-19, que nos impone paralizarnos, detenernos, resguardarnos en casa para no ser un punto más de contagio. Las experiencias de Italia, España y ahora nuestro vecino del norte, nos dejan ver que la pandemia nos enfrenta ante una realidad que no conocemos, ante la cual no sabemos qué hacer como sociedad, pero que está matando personas en todo el mundo, la pregunta es obligada ¿Qué debemos hacer como personas y ciudadanos para enfrentar efectivamente a este virus, sin que ocasione tantas muertes? ¿Qué cambios debemos hacer para convivir con estas nuevas realidades que están transformando aceleradamente nuestra manera de pensar y actuar para seguir viviendo en colectividad? ¿Cuántas muertes se requieren para ayudar voluntariamente en el combate al Covid-19? O ¿vamos a esperar que la Guardia Nacional nos obligue a respetar las medidas sanitarias?
No sé qué opine usted, pero no debemos ser ajenos al dolor humano, una sola persona que muera por este virus nos debe motivar a actuar con una ética del cuidado, para ello, debemos ejercitar nuestra capacidad de aprender-comprender, pero también de desaprender y volver a aprender-comprender.
Tal parece que esta puede ser la última llamada para aprender que no necesitamos que haya tragedia, dolor y muerte para cambiar, si no aprendimos de las tres experiencias descritas, es tiempo de rescatar las buenas costumbres, los hábitos que nos hacen crecer como personas respetuosas, responsables, corresponsables, empáticas y solidarias, porque, ante tantos cambios acelerados que sufrimos, después de la crisis del coronavirus la vida no será igual.
La ética del cuidado es de todos, tenemos las capacidades para pensar y reflexionar sobre lo que debemos hacer para vivir durante y después de la pandemia. Depende de nosotros fortalecernos como personas y cuidarnos del analfabetismo ético, porque es el peor virus que podemos tener, ya que es el más dañino para el ser humano.
Por razones de espacio, en mi siguiente reflexión, profundizaré sobre la ética del cuidado y cómo prepararnos para lo que viene.
Paco y Fernando, gracias por el espacio.