Tres misterios del árbol del bien y el mal/ La escuela de los opiliones - LJA Aguascalientes
16/11/2024

  1. Las hojas del bambú y el viento

El otro día, mientras estaba corriendo, escuché el sonido del viento entre las hojas del bambú. El viento no soplaba muy fuerte, pero algunas hojas volaban y entonces caí en cuenta de por qué los chinos aman sus películas de madrazos; las hojas de bambú siempre están interrumpiendo escenas cotidianas y acentúan escenas extraordinarias, las hojas hacen algún escándalo o rayan los caminos para distraer a los caminantes rectos. Los placeres estéticos superan la bondad o la maldad, el arte nace cuando no piensas en los juicios morales, no hasta mucho tiempo después. Por eso la naturaleza es un arte fácil (y fácil como algo amable y sincero), te presenta los espacios y los paisajes, y tú no piensas, solamente miras. Corte a película animada de sombras y contrastes, se escuchan los pasos en la hierba, escapa alguna criada de largos vestidos o algún ninja o alguna criatura mutante. No es territorio de las tortugas ninja, condenadas a la humedad y oscuridad de las cloacas, la ciudad y la tecnocracia (uy, uy, uy); tortugas ninja como el pueblo bueno, que cada vez aprende más cosas y gasta mejor, y algún día se sublevarán para darle katakana a la clase política (me gusta eso de clase política, porque la lucha de clases parece se ha reducido a estos dos: políticos contra pueblo, pero por qué si somos muchos, y estamos chichos, no hemos expulsado a esa bola de inmundicia). Vuelan los artistas marciales, cumplen su coreografía, dan saltitos imposibles, ayudados por los cables, y también hacen piruetas y reverencias mientras se escucha el viento y caen las hojas secas de los bambús milenarios. 

 

  1. El árbol bendito nos conecta a todos

Recientes artículos científicos, hablan de que los árboles, las plantas, los hongos y la vida vegetal (en general), y se dice por ahí que algunos bichos también participan, están interconectados a través de la tierra y sus raíces entrelazadas. Se mandan mensajes de texto a través de polen, de agentes químicos, de impulsos neuronales. Los seres vegetales son negociantes, enemigos, vecinos, comunidad y constantemente están haciendo nuevos acuerdos para repartirse los nutrientes, o eliminar a algún árbol que ya les cayó mal, o hacerse de algún insecto nuevo a la comunidad que pueda protegerlos de alguna plaga. En un incendio, algunas coníferas liberan semillas resistentes a los fuegos, para que estas después aprovechen los nutrientes de las cenizas y ocupen los espacios que se han liberado. Quizás, no sé que tan factible sea, pero algunos árboles son pirómanos y atraen el fuego de los turistas, los caminantes o los animales que saben cómo usar un encendedor. Probablemente los árboles y las plantas nos controlan más de lo que podemos imaginar. El árbol del bien y el mal, el yggdrassil, y sabe cuántos árboles míticos más, en algunas historias, están comunicados en todos los mundos y todos los universos, son puentes o son puertas, son pasillos interconectados; debido a estos hallazgos, quizás deberíamos repensar a los árboles como pequeños dictadores. Un lenguaje secreto, muy lejano de lo que nosotros hablamos o sabemos, está ocurriendo en el mismo mundo que habitamos. Algún día, quién sabe, los árboles podrían sublevarse y ejecutar al pueblo bueno, y los políticos, por igual. No lo olviden: la tierra nos sobrevivirá; nosotros somos una hojita de bambú, en una película de madrazos, lo bello y lo efímero, la basurita que volaba por ahí. 

 

  1. Los buenos contra los malos

Una idea que suena mucho, últimamente, en redes sociales (los árboles tecnocráticos del internet) es que estamos viviendo tiempos de buenos contra malos. Vamos a darnos el lujo de ser horribles, al fin que ningún gringo nos está vigilando: indios contra vaqueros, alienígenas contra marinos espaciales, playeras rojas contra stormtroopers, güeritos contra prietos (o mejor dicho: whitexicans contra mexicanos, el pantone es decisión de usted). Se declaran guerras y los representantes de cada bando saca su pergamino designado para anunciar los términos y las condiciones bajo las cuáles uno debe vivir o será expulsado, pero ya nadie cuenta con la expulsión del paraíso, tampoco se habla de que irás derechito al infierno, pero está de moda castigar a la gente con la cancelación de la vida, un castigo más metafísico que los inventados por Dante: si no te portas bien, ostracismo en twitter, en facebook, en la escuela y en la calle. Captura de pantalla a tu biografía de tinder para que sepan la clase de pervertido que eres. Tus vecinos se enterarán de tus moditos horripilantes y no podrás evitar esas miraditas, los cuchicheos, los tomates podridos. La bronca es leer todos los pergaminos, y decidirse por quién es el bueno o quién es el malo, decidir cuáles reglas se adaptan a mis verdaderas creencias morales para no entrar en conflictos, es decir, decidirme de una vez por todas como el bueno o como el malo, escoger los chistes adecuados para que mis amigas me quieran o bien, no dejen de quererme. Pero seamos honestos: todo se olvida. Serás bueno o malo hasta la próxima anunciación de reglas y los próximos señalamientos, nadie tiene tiempo para castigar a otros cuando apenas podemos trabajar, vivir, leer, saborear el poquito ocio. Sólo los verdaderos buenos y los verdaderos villanos tienen tiempo para estos entretenimientos morales. Dios y diablo, sobre las ramas del árbol del bien y el mal, miran pasar a la gente, la señalan y rompen a carcajadas. 


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