- Las hojas del bambú y el viento
El otro día, mientras estaba corriendo, escuché el sonido del viento entre las hojas del bambú. El viento no soplaba muy fuerte, pero algunas hojas volaban y entonces caí en cuenta de por qué los chinos aman sus películas de madrazos; las hojas de bambú siempre están interrumpiendo escenas cotidianas y acentúan escenas extraordinarias, las hojas hacen algún escándalo o rayan los caminos para distraer a los caminantes rectos. Los placeres estéticos superan la bondad o la maldad, el arte nace cuando no piensas en los juicios morales, no hasta mucho tiempo después. Por eso la naturaleza es un arte fácil (y fácil como algo amable y sincero), te presenta los espacios y los paisajes, y tú no piensas, solamente miras. Corte a película animada de sombras y contrastes, se escuchan los pasos en la hierba, escapa alguna criada de largos vestidos o algún ninja o alguna criatura mutante. No es territorio de las tortugas ninja, condenadas a la humedad y oscuridad de las cloacas, la ciudad y la tecnocracia (uy, uy, uy); tortugas ninja como el pueblo bueno, que cada vez aprende más cosas y gasta mejor, y algún día se sublevarán para darle katakana a la clase política (me gusta eso de clase política, porque la lucha de clases parece se ha reducido a estos dos: políticos contra pueblo, pero por qué si somos muchos, y estamos chichos, no hemos expulsado a esa bola de inmundicia). Vuelan los artistas marciales, cumplen su coreografía, dan saltitos imposibles, ayudados por los cables, y también hacen piruetas y reverencias mientras se escucha el viento y caen las hojas secas de los bambús milenarios.
- El árbol bendito nos conecta a todos
Recientes artículos científicos, hablan de que los árboles, las plantas, los hongos y la vida vegetal (en general), y se dice por ahí que algunos bichos también participan, están interconectados a través de la tierra y sus raíces entrelazadas. Se mandan mensajes de texto a través de polen, de agentes químicos, de impulsos neuronales. Los seres vegetales son negociantes, enemigos, vecinos, comunidad y constantemente están haciendo nuevos acuerdos para repartirse los nutrientes, o eliminar a algún árbol que ya les cayó mal, o hacerse de algún insecto nuevo a la comunidad que pueda protegerlos de alguna plaga. En un incendio, algunas coníferas liberan semillas resistentes a los fuegos, para que estas después aprovechen los nutrientes de las cenizas y ocupen los espacios que se han liberado. Quizás, no sé que tan factible sea, pero algunos árboles son pirómanos y atraen el fuego de los turistas, los caminantes o los animales que saben cómo usar un encendedor. Probablemente los árboles y las plantas nos controlan más de lo que podemos imaginar. El árbol del bien y el mal, el yggdrassil, y sabe cuántos árboles míticos más, en algunas historias, están comunicados en todos los mundos y todos los universos, son puentes o son puertas, son pasillos interconectados; debido a estos hallazgos, quizás deberíamos repensar a los árboles como pequeños dictadores. Un lenguaje secreto, muy lejano de lo que nosotros hablamos o sabemos, está ocurriendo en el mismo mundo que habitamos. Algún día, quién sabe, los árboles podrían sublevarse y ejecutar al pueblo bueno, y los políticos, por igual. No lo olviden: la tierra nos sobrevivirá; nosotros somos una hojita de bambú, en una película de madrazos, lo bello y lo efímero, la basurita que volaba por ahí.
- Los buenos contra los malos
Una idea que suena mucho, últimamente, en redes sociales (los árboles tecnocráticos del internet) es que estamos viviendo tiempos de buenos contra malos. Vamos a darnos el lujo de ser horribles, al fin que ningún gringo nos está vigilando: indios contra vaqueros, alienígenas contra marinos espaciales, playeras rojas contra stormtroopers, güeritos contra prietos (o mejor dicho: whitexicans contra mexicanos, el pantone es decisión de usted). Se declaran guerras y los representantes de cada bando saca su pergamino designado para anunciar los términos y las condiciones bajo las cuáles uno debe vivir o será expulsado, pero ya nadie cuenta con la expulsión del paraíso, tampoco se habla de que irás derechito al infierno, pero está de moda castigar a la gente con la cancelación de la vida, un castigo más metafísico que los inventados por Dante: si no te portas bien, ostracismo en twitter, en facebook, en la escuela y en la calle. Captura de pantalla a tu biografía de tinder para que sepan la clase de pervertido que eres. Tus vecinos se enterarán de tus moditos horripilantes y no podrás evitar esas miraditas, los cuchicheos, los tomates podridos. La bronca es leer todos los pergaminos, y decidirse por quién es el bueno o quién es el malo, decidir cuáles reglas se adaptan a mis verdaderas creencias morales para no entrar en conflictos, es decir, decidirme de una vez por todas como el bueno o como el malo, escoger los chistes adecuados para que mis amigas me quieran o bien, no dejen de quererme. Pero seamos honestos: todo se olvida. Serás bueno o malo hasta la próxima anunciación de reglas y los próximos señalamientos, nadie tiene tiempo para castigar a otros cuando apenas podemos trabajar, vivir, leer, saborear el poquito ocio. Sólo los verdaderos buenos y los verdaderos villanos tienen tiempo para estos entretenimientos morales. Dios y diablo, sobre las ramas del árbol del bien y el mal, miran pasar a la gente, la señalan y rompen a carcajadas.