Creo que no me equivoco al señalar que guardar los buenos modales al interior de una sala de conciertos es una actitud que, para decirlo en términos musicales, va in crescendo en Aguascalientes, evidentemente como consecuencia de una mayor asistencia a conciertos y en general a eventos de perfil cultural, lo que por supuesto, es digno de celebración.
Esto lo vimos con claridad en el primer concierto que ofrece la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes en este naciente 2020 y con el que inicia la primera temporada del año, y no me refiero solo a la favorable respuesta del público a la convocatoria hecha por el Instituto Cultural de Aguascalientes para asistir al concierto que inaugura esta temporada de nuestra máxima entidad musical, finalmente se trataba de la celebérrima Quinta de Beethoven; lo digo también porque cuando el teatro luce lleno, como la noche del pasado viernes 31 de enero, evidentemente muchos de los presentes no suelen frecuentar los conciertos, van porque la obra es, digamos, taquillera, como fue este el caso y sucede que al terminar un movimiento un sector del público, por evidente falta de conocimiento de causa aplauden, lo que por supuesto, no deja de ser molesto, se rompe la continuidad de la obra y termina por ser un elemento distractor, pero no fue este el caso, con temor esperaba que al terminar el primer movimiento del Triple de Beethoven se escucharan por ahí algunos aplausos, pero no, se guardó un respetuoso y casi sagrado silencio y así fue al terminar cada una de los movimientos, tres del concierto, aunque los últimos dos se ejecutan sin solución de continuidad, es decir, sin esa ligera pausa, y los cuatro de la sinfonía, los aplausos, muy entusiastas, por cierto, vinieron como debe ser, al concluir toda la obra y no solo un movimiento.
El concierto cumplió con las expectativas, porque si el público llenó el Teatro Aguascalientes, además del deseo de escuchar la que muy probablemente sea la sinfonía más conocida e interpretada en la historia de la música, es decir la Quinta, y al hablar de la Quinta nos estamos refiriendo necesariamente a la de Beethoven, también, y quizás ya con un mayor conocimiento de causa, es porque el triple tiene lo suyo y sabemos de las altas exigencias que representa para los solistas y el evidente deseo de disfrutar en vivo de una obra que para una digna ejecución, demanda altos niveles de virtuosismo.
El primer concierto del año de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes inició con el protocolo de entrega del reconocimiento al ganador de la convocatoria lanzada por el Instituto Cultural de Aguascalientes para diseñar la imagen que habrá de utilizarse durante este año dedicado al genio de Bonn, Alemania, Ludwig van Beethoven, el ganador es un joven de la Licenciatura de Artes Visuales de la Universidad de las Artes, su nombre es David González Esparza, excelente su trabajo de verdad, y una vez que le fue entregado su reconocimiento de manos de la arquitecta Claudia Patricia Santa-Ana Saldivar, directora general del Instituto Cultural de Aguascalientes, dio inicio el concierto inaugural.
En la primera parte escuchamos el Triple Concierto para violín, violoncello y piano en do mayor, Op.55 de Ludwig van Beethoven, los solistas fueron Sebastián Kwapisz en el violín, Asaf Kolerstein en el violoncello y el piano le fue encomendado a Wojciech Nycz, los tres de primer nivel, disfrutamos de una ejecución virtuosa. Este tipo de conciertos como el triple de Beethoven que es una especie de expresión aumentada del concerto grosso barroco, demanda de una comunicación integral entre los tres solistas, asunto complejo. Se deben conocer muy bien los tres solistas aunque evidentemente no hay mucho tiempo, sus respectivas habilidades y el dominio de la partitura es lo que hace surgir la magia de una manera casi inmediata. Los aplausos del público hicieron regresar a los solistas tres veces al escenario pero no hubo un encore.
En la segunda parte del concierto se interpretó la obra por la que seguramente se llenó el Teatro Aguascalientes, la Sinfonía No.5 en do menor, Op. 67 de Ludwig van Beethoven. Definitivamente la Quinta de Beethoven es algo más, mucho más que las cuatro célebres notas con que inicia, y tocar una sinfonía como es esta ,que por supuesto, todos conocen y que seguramente muchos de los asistentes tendrán en su fonoteca una o dos, tal vez más versiones de esta obra, representa un verdadero riesgo, el público la conoce casi de memoria y quizás erróneamente espera escucharla como la toca la Filarmónica de Berlín, la Sinfónica de Londres o la Orquesta de la Royal Concertgebouw de Ámsterdam pero recordemos que en la música no hay versiones definitivas, ese es justamente uno de los encantos de la música. Excelente el trabajo del maestro Areán, finalmente la única forma de convencer a los músicos de cómo debe interpretarse un pasaje es con el absoluto dominio de la partitura.
La próxima semana, en el segundo de temporada, el maestro Juan Carlos Lomónaco como director huésped interpretará la Obertura Candide de Bernstein, el Concierto para violoncello No.2 de Haydn encomendado al maestro Ildefonso Cedillo, principal de la sección de violoncellos de la OSA y después del intermedio la Sinfonía No.1, Op.13 en sol menor de Tchaikovsky. La cita con su majestad la música es el próximo viernes 7 de febrero a las 20:00 horas en el Teatro Aguascalientes, la casa de nuestra Orquesta Sinfónica. Por ahí nos veremos, si Dios no dispone lo contrario.