Palacio Nacional, Ciudad de México. 24 de febrero de 2020. El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, afirma irónico: “Vámonos a México, porque allá podemos hacer jugosos negocios y podemos saquear, han manga ancha”. Con su característico acento sureño tajante dice: “Eso se terminó, se acabó. Por eso es el enojo de algunos, incluso de la prensa internacional, ahora hasta el Wall Street Journal que dice que ya México es país de un solo hombre. Imagínense la falta de profesionalismo, no conocen la historia del país”.
El tabasqueño de pelo plateado agrega: “¿Cuándo México fue país de un solo hombre?, cuando Antonio López de Santa Anna y cuando Porfirio Díaz”. El político de semblante bronceado concluye con sarcasmo: “Santa Anna fue presidente 11 veces, y bueno fue cuando el gran zarpazo, cuando nos quitaron casi la mitad de nuestro territorio. Se pasaron ¿no?, con la comparación. Cuál época es también así, la de Porfirio Díaz, 34 años, el ídolo de los conservadores, los dos Santa Anna y Porfirio, por eso calienta…son un poco exagerados ¿verdad? Está mejor el Reforma”.
La escena arriba narrada sirve como preludio al presente artículo, el cual pretende analizar el origen de la obsesión estadounidense de denominar a México como “el país de un solo hombre” y cómo se relaciona con los dichos del jefe del Ejecutivo Federal, Andrés Manuel López Obrador, a causa de la crítica hecha por la periodista del Wall Street Journal, Mary Anastasia O´Grady.
En marzo de 1916, Francisco Villa atacó, para vengarse de la venta de munición defectuosa, Columbus, Nuevo México. Inmediatamente, la prensa sensacionalista de la cadena gestionada por William Randolph Hearst –un connotado hispanófobo y feroz anticomunista- lanzó una campaña para castigar a México. El grito de batalla era: Get Villa alive or dead!
Ante la presión pública, el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, incursionó en territorio mexicano para, oficialmente, capturar o destruir a las fuerzas de Francisco Villa1. Sin embargo, extraoficialmente, la Expedición Punitiva tenía por objetivo crear un “protectorado estadounidense” y, de esta manera, apropiarse de la riqueza minera y petrolera del norte de México.
El plan estadounidense fracasó ante la resistencia popular, cuyo ejemplo más egregio es la amazona Elisa Griensen quien, a tiros de máuser, arrojó a los invasores de Parral, Chihuahua. Asimismo, el Ejército Mexicano derrotó a los estadounidenses en El Carrizal. Estas dos acciones bélicas y la posibilidad de una guerra contra Alemania2 -el famoso telegrama Zimmermann-, convencieron a Wilson de que era mejor negociar la retirada, cosa que ocurrió el 5 de febrero de 1917, el mismo día que, en Querétaro, se promulgaba nuestra Carta Magna, la cual estaba teñida de nacionalismo.
La experiencia de la Expedición Punitiva dejó una huella indeleble en el liderazgo estadounidense: en febrero de 1924, Robert Lansing, un “abogado de biblioteca”3, y quien había fungido como secretario de Estado durante la administración Wilson escribió una carta a William Randolph Hearst. En ella, el diplomático comentaba: “México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta con controlar a un solo hombre: el presidente”.
Lansing agregaba: “Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso conduciría otra vez a la guerra. La solución necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto del liderazgo de Estados Unidos”.
El sueño de Lansing se hizo realidad durante el periodo neoliberal (1982-2018). Si el amable lector tiene duda al respecto, amablemente le sugiero revisar las biografías políticas de nuestros mandatarios en esta etapa y encontrará desde graduados en Harvard, pasando por un alto ejecutivo de una empresa de bebidas gaseosas, hasta un aplicado egresado de Yale.
El actual jefe del Ejecutivo Federal, egresado de una universidad pública, creyente en el nacionalismo y socialismo y quien habla con marcado acento sureño, no encaja en el molde neoliberal que tanto agrada a la prensa conservadora tanto de México como de los Estados Unidos.
Tal vez ello explica la saña con que la periodista del Wall Street Journal, Mary Anastasia O´Grady, una furibunda antimarxista, ligada a la organización ultraderechista Liberty Fund y quien cree que la Guerra Fría no ha terminado4, acusó a López Obrador de “extorsionar” a los empresarios y de “usar el terror para doblegar a empresas y oponentes”5.
El escribano concluye: el rescate de Pemex y la CFE no agrada a una parte del empresariado a ambos lados de la frontera, pues es un anatema para el credo neoliberal; a pesar de la alta popularidad del actual mandatario, México no es el “país de un solo hombre”, debido a que existen contrapesos en nuestro sistema político y jurídico, cosas que no existían bajo las dictaduras de Antonio López de Santa Anna y de Porfirio Díaz Mori, respectivamente; una parte de la crítica hacia AMLO está teñida de clasismo y racismo; y López Obrador debe entender que, como cualquier ser humano, puede cometer errores.
Aide-Mémoire. La figura del capitán de fragata Adolfo Bassò Bertoliat, defensor de la legalidad en 1913, merece y debe ser reivindicada.
- Katz, Friedrich. La guerra secreta en México. México, D.F., Ediciones Era, 2013, p. 358
- De Quesada, Alejandro. The hunt for Pancho Villa: The Columbus Raid and Pershing’s Punitive Expedition 1916-1917. Oxford, Osprey, 2012, p. 60
- Tuchman, Barbara W. The Zimmermann Telegram. New York, Random House, 2014, p. 157
- That unhinged Mary Anastasia O´Grady https://bit.ly/3cd49eu
5. Mexico slides toward one-man rule https://on.wsj.com/2PnsiVS