No han experimentado cierto nivel de dificultad y estrés al caminar por algunas calles del Centro de la Ciudad. Uno de tantos ejemplos podría ser la Calle Benito Juárez y los principales andadores del centro (Allende, Juárez, Moctezuma), invadidos por un buen número de puestos en la vía pública y vendedores ambulantes que obstruyen la circulación por las banquetas, a ello, en algunos casos se suma un flujo constante de automóviles y transporte público en prácticamente un solo carril de circulación. No sé ustedes, pero al transitar por calles llena de comercio en la vía pública lejos de apreciar la arquitectura y el paisaje de la ciudad he sentido la sensación de que son los automovilistas o este tipo de changarros quienes tienen más potestad para usar el espacio público. Y es que, en esencia, el concepto del espacio público evoca a un lugar físico, que se suma y contribuye a lo que se busca en el proceso de entender que la ciudad necesita esos espacios para el desarrollo de las personas, reducir o quitarle esas zonas a la ciudad des-territorializa a las personas de un lugar, suprimiendo la identificación con su sitio y habitantes.
Estas vialidades se convierten en espacios públicos deteriorados, que de acuerdo con Lynch (1984) son espacios que no tienen condiciones adecuadas de conservación y que están sufriendo una afectación en alguna de sus partes. Este deterioro o daño, está ligado a cuatro condiciones esenciales las cuales repercuten en el uso del espacio público por parte de la población. Estas cuatro condiciones básicas son, la accesibilidad, seguridad, salubridad e imagen urbana. Los deterioros sufridos por el espacio público se dan por las intervenciones o actividades realizadas por las personas dentro del espacio, pero también existen otros factores que contribuyen en aumentar su nivel de deterioro como la lluvia, asolamiento, humedad, temperatura, otros. Rodríguez (2014) indica que cuando un espacio público está deteriorado en su aspecto físico, no invita a ser usado, por el contrario, provoca un rechazo inmediato. Las características físicas de un espacio abierto como la iluminación, actividad nocturna y otras, no poseen la calidad adecuada, este será percibido como peligroso.
Es innegable, por supuesto, que el vínculo entre los espacios públicos y el comercio es tan antiguo como el origen de las ciudades. Un correcto uso comercial dentro del espacio público genera que se haga ciudad, pero cuando esta actividad se realiza en exceso, sucede lo contrario. La búsqueda equilibrada de las actividades comerciales y sociales dentro del espacio común es clave para el desarrollo íntegro de la ciudad. Bajo esta óptica, el deterioro físico espacial de los espacios públicos es ampliamente atribuible a la gran densificación comercial informal existente y que es generadora de desorden y tugurización, contaminación a través de desechos, obstaculización de las vías que impide o limita la libre circulación de transeúntes por el espacio, lo cual va en contra del concepto de uso libre del espacio, dejando a la población sin un espacio de respiro que le sirva para integrarse como ciudadanía. Estos conflictos aunados al inadecuado mantenimiento del mobiliario urbano, la falta de limpieza de pisos, áreas verdes olvidadas, iluminación deficiente, han permitido que estos espacios dejen de ser lugares de integración e identificación para las personas.
Por supuesto que el problema de los efectos que genera el comercio sobre el espacio público tiene elementos muy complejos, pues no se trata solamente de un problema material, sino que tiene otras connotaciones sociales de mayor índole que encierran características técnicas, sociales, financieras y legales. Los comercios en la vía pública tienen aspectos negativos y nocivos para la ciudad que, sumados a otros, como la inseguridad y falta de gestión. No podemos negar, sin embargo, el hecho de que este tipo de comercio existe y se incrementa porque mediante él se satisfacen una serie de necesidades asociadas con 1) nuestras propias raíces culturales; 2) el incremento en el número de personas que optan por comprar sus productos en estos lugares, ya sea porque ofrecen precios más bajos en productos o servicios que, de otra forma, serían inaccesibles para ciertos sectores de la sociedad o bien porque se encuentran ubicados cerca de punto de ascenso/descenso de pasajeros del transporte público, áreas de esparcimiento o espacios de flujo lento o zonas peatonales; o 3) porque representan una opción de crecimiento económico para diversos sectores de la población debido a las desigualdades o falta de oportunidades, al tiempo que permite a quien lo ejerce una mayor flexibilidad de horarios para combinarlo con otras actividades.
Sin embargo, afirmar que todo el comercio ubicado en la vía pública es problemático puede resultar irracional y un tanto exagerado. De hecho, hay algunos autores como White (1980) que señalan que los puestos en la vía pública, sobre todo los de comida, son requisito indispensable de un espacio público exitoso, debido a que, la comida atrae gente, y la gente atrae más gente. La Cepal, por su parte, señala que, si estos espacios son apropiados por la ciudadanía a través de un uso cotidiano y funcional, o por una apropiación simbólica y esporádica a través de fiestas o manifestaciones públicas masivas, tenderán a integrar a diferentes sectores de la ciudadanía tanto física como socialmente.
Una solución que puede estar emergiendo en su cabeza a lo largo de la lectura es la reubicación y formalización de este tipo de comercio, sin embargo, como bien lo señala Gómez (2010) tanto la reubicación a un espacio regulado como el proceso de cambio de informalidad a formalidad, va a producir conflictos. Para este autor el espacio público es un medio que permite múltiples funciones y puede albergar variedad de proyectos urbanos que favorecen la relación de la ciudad con los individuos y los intercambios ambulatorios, son parte de las actividades que acompañan el crecimiento de las ciudades que se configuran en diferentes formas de convivir socialmente. Lo anterior nos obliga a replantear las soluciones clásicas para pensar en regulaciones paulatinas. programas y proyectos integrales más creativos de reubicación que incluyan la peatonalización permanente o temporal de ciertas vías, reubicación total o parcial de ciertas actividades que contribuyan a crear bolsas de actividad en los pseudo espacios públicos o espacios vacíos aprovechando la capacidad de atracción inherente a esta actividad (e.g., fortalecer la vida pública y comercial de vialidades como Gómez Morín, Alameda, Av. Tecnológico, entre otras).
Referencias
CEPAL. (2005) Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2004-2005. Santiago de Chile, Chile.
Gómez, G. (2010). El Espacio Público como problema y asunto de las Políticas Públicas. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia.
- Whyte, W. (1980) The Social Life of Small Urban Spaces – The Street Corner
Lynch, K. (1998). La imagen de la Ciudad. Ed. Gustavo Gili S.A. 5 Edición, Barcelona, España.
Rodríguez, P. (2014). El espacio público, ese protagonista de la ciudad, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.