He regresado a México después de un par de años de radicar en Bolivia, en el vuelo CM148 de CopaAirlines mientras atravesaba Sudamérica pensaba en que esta vez la vuelta al país sería diferente a las anteriores; llego a un país en transformación, en cambio, en regeneración.
He vivido los últimos años en una Latinoamérica que desde inicios de este siglo ha estado signada por un profundo proceso de cambio histórico con la asunción de un grupo de gobiernos progresistas, populares y democráticos que marcaron una nueva mirada en la región con características similares, sus principales políticas se enfocaron hacia la recuperación del papel del Estado como motor del desarrollo económico y propulsor de políticas públicas destinadas a la equidad, la distribución igualitaria de la riqueza, los planes sociales como generadores de identidad y justicia social, los derechos humanos como política de Estado, el impulso de ciencia y tecnología, la reorientación del modelo y del perfil productivo, la participación activa de los pueblos originarios, la defensa de las soberanías nacionales y la creación de organismos para la integración regional en busca de autonomía y desarrollo compartido.
Viví de primera mano el proceso de transformación que encabezo Néstor Kirchner y que seguiría tiempo después Cristina Fernández en Argentina, antes comenzaría Hugo Chávez en Venezuela, Luiz Inácio Lula da Silva y posteriormente Dilma Rousseff en Brasil, viví el Uruguay de Pepe Mujica, viví el Ecuador de Rafael Correa, el Chile de Michelle Bachelet y viví la Bolivia de Evo Morales, en Paraguay se encontraba Fernando Lugo. Estos presidentes asumieron la labor histórica de reconstruir, de revertir las terribles consecuencias que dejaron para la gran mayoría de sus pueblos los largos procesos neoliberales.
Ahora el México de Andrés Manuel López Obrador se suma a aquel primer movimiento histórico de la Generación del Bicentenario presentándose alentadoramente para una nueva época de trasformación y de cambio en la región. Los desafíos del progresismo están en reinventarse, rectificar los errores significativos que se cometieron, crear nuevos cuadros que sean capaces de revertir políticas neoliberales que han condicionado y siguen en algunos casos condicionando a los países de manera económica y social, los nuevos gobiernos de izquierda deberán de insistir en profundizar políticas de crecimiento y equidad económica, por ende reducción de la desigualdad y la pobreza, reorientar fuertemente el modelo productivo hacia la industrialización y el desarrollo científico-tecnológico para tener la capacidad de exportar productos con valor agregado, fortalecer el mercado interno y generar políticas para el aprovechamiento y la preservación de los hidrocarburos y los recursos naturales.
El punto central está ante todo en recuperar el rol del Estado como representante legítimo de los pueblos, que sea capaz de fortalecerse para regular el mercado en beneficio de las grandes mayorías, separar al poder político del poder económico, establecer por ley fuertes códigos éticos de combate a la corrupción en todos los niveles de gobierno y que los esfuerzos del Estado estén no solamente en otorgar condiciones de crecimiento sino ser artífice en implementar sin vuelta atrás mayores y mejores derechos.
Lo anterior no será fácil y menos aún con una derecha cada vez más feroz y más coordinada aun en sus propios laberintos, la vinculación entre sectores oligárquicos, grupos de capital concentrado, las ofensivas judiciales, los monopolios mediáticos y los interés financieros internacionales apuntan todo su arsenal contra los gobiernos y los líderes populares de la región, en los últimos años el regreso de la derecha y del conservadurismo han generado desastres en lo político, en lo social y principalmente en lo económico, demostrando su negligencia planificada para el bienestar y el desarrollo.
Es así que regreso al país, regreso al México de AMLO, regreso para vivir y participar en la transformación histórica de un pueblo, de millones de mexicanos, de un país entero, que si quiere reinventarse deberá tener la capacidad de aprendizaje con relación a los aciertos y errores de los países de la región, a los propios que nos han llevado a este desastre, a la autocrítica y la participación activa, a la politización y la movilización, tener en cuenta las asignaturas pendientes, las conquistas logradas y los enormes desafíos venideros, integrarnos con desarrollo, soberanía y justicia social para volver a soñar con un México posible en una Patria Grande.