En días recientes, se ha reactivado un conflicto latente entre el gobierno municipal de Aguascalientes y un grupo importante de pepenadores que ha manifestado su rechazo a la construcción del Centro de Valorización de Residuos Sólidos Urbanos en el Relleno Sanitario San Nicolás, un proyecto mediante el cual se busca transferir a una empresa privada la operación del relleno, incluyendo el proceso de reciclaje, hasta el año 2033 (LJA.MX, 08-04-2019). En ese contexto, hace algunos días cerca de 250 pepenadores realizaron “un paro laboral contra las autoridades municipales”, como protesta contra “la privatización del servicio de reciclaje que los pepenadores hacían en el Relleno de San Nicolás” (LJA.MX, 04-01-2020), pues aseguran que la empresa concesionaria les impedirá continuar realizando sus labores en el relleno sanitario. Por otro lado, el gobierno municipal asegura que “la empresa les ofrecerá trabajo para que puedan seguir con labores similares”, así como “un sueldo, una alta en el seguro, en fin, todas las condiciones laborales que debe tener un trabajador” (ibíd.)
Más allá de la poca claridad que ha existido en el proceso de privatización del servicio de reciclaje de la ciudad, así como de la evidente ausencia de una negociación efectiva con los pepenadores, encontrar soluciones comunes, eficientes e incluyentes a este tipo de conflicto suele ser un reto frecuente en las ciudades de América Latina y el Caribe. Veamos.
El reciclaje genera beneficios tanto ambientales como económicos para las ciudades, pues permite reducir el volumen de residuos y facilita a la industria reutilizar materiales reciclables. En ese sentido, el reciclaje generalmente se realiza de dos maneras, formal e informal. En aquellas ciudades que cuentan con procesos organizados de disposición final de residuos, y que además cuentan con sistemas de precios establecidos, el reciclaje formal permite a los gobiernos municipales reducir los costos de la gestión de los residuos sólidos. Por otro lado, el reciclaje informal suele realizarse en la vía pública o en rellenos sanitarios por cientos o miles de personas que generan un ingreso por la recolección, clasificación, transporte, limpieza y venta de materiales reciclables (BID, 2012). De esa manera, el trabajo de los pepenadores no sólo produce beneficios económicos a través de la venta de materiales, sino también ambientales al facilitar su reutilización, y, aunque suele pasar desapercibido, su trabajo reduce la presencia de residuos en una ciudad, con lo cual pueden mantenerse mejores condiciones de salubridad.
El reciclaje suele ser un negocio rentable, especialmente en las ciudades, donde se generan grandes volúmenes de residuos; aun así, los pepenadores -quienes contribuyen activamente a este servicio–, tienden a verse más como un problema que como una solución. Además, no pocas persona pueden llegar a asumir que los pepenadores se encuentran desorganizados o que fácilmente aceptarían otro trabajo, lo que con frecuencia no es así. Por ejemplo, encuestas realizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (2012) en vertederos abiertos próximos a cerrarse, muestran que hasta 90 por ciento de los encuestados se identifican fuertemente con su trabajo y preferirían no transitar a actividades alternas, o sea, quisieran mantener sus labores actuales en el reciclaje. Esas mismas encuestas sugieren también que los pepenadores suelen organizarse en agrupaciones a través de las cuales cuentan son redes sólidas que les otorgan mayor legitimidad e interlocución.
Por lo anterior, un enfoque integral de la gestión de residuos sólidos debe considerar la posibilidad de incorporar a los pepenadores como potenciales proveedores de servicios; por ello, muchas ciudades de América Latina y el Caribe promueven activamente políticas de “reciclaje inclusivo”, que buscan sumar a los pepenadores a nuevos modelos de negocio de reciclaje. Por ejemplo, el gobierno municipal de Buenos Aires otorga un estímulo económico a los pepenadores, además de seguro de accidentes personales, uniforme de trabajo y acceso a guarderías, a cambio de realizar sus actividades de manera ordenada y con apego a normas de seguridad e higiene. Similarmente, en Belo Horizonte, Brasil, desde hace tiempo el gobierno municipal integró a los pepenadores como proveedores del servicio de recolección de materiales reciclables y separación de residuos, e incluso como educadores comunitarios en campañas de divulgación (WIEGO, 2017).
En la región existen diversos ejemplos de cómo las ciudades pueden incorporar a los pepenadores a una gestión integral de los residuos sólidos. ¿Será capaz el gobierno municipal de Aguascalientes de llegar a un acuerdo satisfactorio, de manera que la empresa concesionaria del reciclaje incorpore a este grupo a un nuevo modelo de gestión del servicio? Veremos.
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