Defensoría Universitaria/ Alegorías cotidianas - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Como ciudadanos no creemos, de ninguna manera, en las denuncias, pues cuando vamos al ministerio público no somos bien atendidos y pocas denuncias se resuelven. Podemos decir que no creemos en el sistema pues percibimos que no funciona, dejamos de creer que denunciar sirve para algo.

La cultura de “no denuncia” se contagia y hereda. Vecinos y conocidos nos desalientan sobre el no denunciar y ese sentimiento de desaliento nos embarga por lo que decidimos no resolver las cosas de manera legal.

Debido a lo anterior, las Defensorías Universitarias son imperceptibles en las universidades públicas del país. Arrinconadas, olvidadas y nunca nombradas esperan en silencio a estudiantes, maestros y personal administrativo a denunciar los tipos de violencia de los que son víctimas.

Denunciar en una universidad tampoco es fácil, pues los ambientes son pequeños, se encuentra a los agresores en los pasillos, se alían con superiores para protegerse o bien tienen un padrino que hace que los trámites de investigación se entorpezcan, bajo el agua, pues interfiere en la investigación ocultando información o negando los hechos.

El personal docente y los alumnos no tienen conocimiento de que existe un área a la que pueden recurrir para poner una queja o una denuncia sobre el comportamiento de un compañero de clase, un docente, un alumno o del personal.

Las personas que tienen conocimiento sobre las defensorías universitarias no hacen las recomendaciones a sus estudiantes o mandos medios por dos cuestiones: la primera por desconocimiento. No saben que existen las áreas y qué funciones realizan tanto en denuncias, investigación, protocolo y seguimiento a víctimas. La segunda por conveniencia, es mejor que no se sepa que existe un área donde se puede encontrar la solución a diversos problemas de violencia o falta de ética, pues vigila los códigos de ética así como la prevención y sana convivencia.

La realidad es que las defensorías universitarias son áreas a las cuales no se les presta importancia ni se les otorga presupuesto, de ahí que no tengan campañas visibles que puedan reforzar su propósito, respaldar a las víctimas y recomendar acciones correctivas o sanciones para los agresores.

El inconveniente de la defensoría universitaria es que en ocasiones obtener las pruebas, después de denunciado el hecho, es mucho más difícil de lo que usted cree, sobre todo si cuando ocurrió el acto violento no se tomó la precaución de fotografiar, grabar audio o video o bien tener testigos dispuestos a, bajo protesta de decir verdad, declarar los hechos.

Además, si el agresor fue prevenido de la denuncia por parte de alguna persona que esté al tanto del caso, este difícilmente llegará a buen término en beneficio de la víctima.


Verá usted, una conocida me comentó que puso una denuncia en la defensoría universitaria, de su institución, por violencia de género que atentó contra su integridad. El acto fue llevado a cabo por varias personas de un solo grupo. Solo el profesor, el coordinador, el ombudsman y la víctima tenían conocimiento de la denuncia. Después de su visita en defensoría, sus agresores comenzaron a segregarla en clase y a agredirla verbalmente y de manera espontánea, por lo que no podía tener evidencia, ahora del nuevo hecho, debido a la manera en como se presentaban las acciones. Su profesor escuchó que el coordinador le sugirió a uno de los denunciantes que si la demanda procedía ellos contrademandarán. También uno de los integrantes del grupo de los no involucrados en el delito se percató de la recomendación por lo que supusieron que quien dio a conocer a los agresores que tenían un caso abierto en la defensoría fue su coordinador.

La falta de conciencia del coordinador y su poca discreción denotó la inclinación a favor de una de las partes pues, toda vez que la chica tenía que ir a realizar un trámite, ésta era tratada de manera poco atenta por él, la hacía esperar, no la recibía, mientras sus compañeros eran recibidos sin cita, le pedía no entrar al área de oficinas, entre otros desplantes más vividos a partir de que ella puso la denuncia y hasta antes de darse de baja, sin poder poner una queja en su contra, pues el único testigo, su asistente personal, no estaba dispuesto a declarar en contra de su jefe por miedo de perder su trabajo.

El área de defensoría universitaria se encuentra sola, no importa cuánto se intente capacitar al personal administrativo y docente no logra sus fines, pues la terquedad de las personas, la nulificación de los delitos o su normalización evitan que las denuncias puedan llegar a su fin. Minimizar la agresividad del hecho es un acto atroz. 

La defensorías universitarias en ocasiones son lugares que existen solo por cumplir sin que haya un verdadero deseo de que la aplicación de los reglamentos se lleven a la práctica, ya ve usted lo que sucede en la UNAM, se cansaron tanto las alumnas de no ser escuchadas que decidieron tomar la Facultad de Filosofía y Letras y ahora algunos bachilleratos.

La defensoría recibe las quejas y denuncias pero no tienen un sistema que brinde seguridad a las víctimas y bajo presión éstas se dan de baja, pues su vida es más segura fuera de la universidad que dentro de ella.

Las universidades deben ser puntos seguros para todos, como lo es la zona Zapatista ahora, ya ve usted que en 2019 es el único lugar en México donde no existieron feminicidios.

Las defensorías universitarias son indispensables y obligatorias, sin embargo, necesitamos que tengan voz para que puedan defender y corran la voz de que existen, así como presupuesto para impulsar campañas preventivas y rehabilitación psicológica a las víctimas y agresores.

Laus Deo

 

@paulanajber


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