No es grato vivir un golpe de Estado, no es grato el racismo, el odio por el humilde, por la diferencia étnica, no es grato la marginación sistemática de los pueblos indígenas, no es grato quemar la wiphala -símbolo de colectividad, resistencia y pertenencia-, no es grato la burla a la cultura ancestral de la Pachamama y la cosmovisión de los pueblos originarios, no es grato la represión policial que deja cientos de heridos y decenas de muertos en los barrios marginales, no es grato la censura de los medios de comunicación, no es grato que el poder comunicacional valide un golpe, la persecución a periodistas locales e internacionales, no es grato que las fuerzas armadas “recomienden” dimitir de su cargo a un jefe de Estado electo por el voto popular meses antes del término de su mandato, no es grato ver generales tomando decisiones políticas, no es grato la intromisión de la iglesia y el fundamentalismo religioso, no es grato la imposición católico-cristiana como pensamiento espiritual hegemónico, no es grato la alteración del orden constitucional de un país basado en intereses de poderes fácticos, no es grato querer restaurar con la bayoneta una república en un Estado Plurinacional, no es grato justificar la violencia y el caos por irregularidades de orden jurídico electoral, no es grato la asunción de autoridades autoproclamadas, no es grato opositores de ultraderecha con cuentas offshore, con discursos de odio e intereses seculares disfrazados de blancos civiles democráticos y nacionalistas, no es grato ver, estar y vivir un golpe de Estado.
No es grato presenciar los días en que se derriba un gobierno elegido democráticamente que reinventó un país pobre, desigual, exfoliado, marginado y lo llevó a los planos de la dignidad de los pueblos, del comercio internacional, las exportaciones, el derecho a la autonomía política, que decretó la nacionalización de los recursos hidrocarburos y utilizó sus ganancias para establecer programas productivos y sociales, que redistribuyó las ganancias, que triplicó el ingreso per cápita, que lidera el crecimiento del PBI en la región y que es el país con mejor poder adquisitivo de Latinoamérica, el segundo con menor inflación del continente Americano, que redujo a la mitad la pobreza extrema y el desempleo, que disminuyó la desigualdad y la brecha económica de la sociedad, que aumentó el salario mínimo, que implementó el doble aguinaldo, mejoró los derechos sociales en salud aumentando la esperanza de vida, que implementó programas de apoyo económico para estudiantes y tercera edad, en educación combatiendo el analfabetismo, extendiendo la construcción de escuelas, en vivienda, desarrollando planes y programas de bienestar, de crédito, de regularización de tierras ejidales apoyando a los campesinos y la agroindustria, que reivindicó los derechos indígenas en sus territorios, que impulsó la industria eléctrica y la minería nacional, que construyó miles de kilómetros de caminos pavimentados, que nacionalizó la empresa de telecomunicaciones para el beneficio Estatal, que creó una aerolínea de bandera, pero sobre todas las cosas que dio voz, voto y puso en el plano central a la gran mayoría del pueblo, a los olvidados de siempre, a los marginados, que integró a diversos sectores sociales y le devolvió a un país cabizbajo la mirada alta para vislumbrar un futuro ahora incierto.
No es grato la declaración de un Congreso estatal con diputados que tal vez nunca han pisado estas tierras, que no han caminado sus ciudades, sus pueblos, sus mercados, que no se han sentado en sus plazas y hablado con sus habitantes, que no han estado en sus aulas, con sus estudiantes, sus académicos, que no han vivido el día a día, con sus fiestas, su hermandad, su naturaleza majestuosa, que no han sentido el latido rebelde de El Alto, la cultura popular de La Paz, lo verde de los yungas, del Beni, la austeridad del altiplano, las contradicciones de Santa Cruz, la complejidad de Cochabamba, el esplendor de Potosí, lo blanco de Sucre, la calma de Tarija y Chuquisaca, el misterio de Oruro y Pando, que no han vivido su realidad, su cotidianidad, que no han salido a las calles a sentir la dualidad de la ferocidad y la resistencia en un golpe de Estado ¿qué saben desde sus curules?, ¿qué empatía tienen por la Patria grande?, ¿qué conocen de Bolivia? Tal vez decirles lo que para el libertador Simón Bolívar significó el nombre de este hermoso país; Un deseo irrefrenable de Libertad.