A más de uno sorprendió la capacidad y las habilidades demostradas por los equipos que participaron en el décimo Concurso de Debate Político Juvenil “La Juventud por una Democracia más Participativa e Incluyente”, ejercicio que puso de relieve que nuestros jóvenes se encuentran preparados para asumir un rol preponderante en la toma de decisiones en nuestro estado. La semana pasada, durante la sesión ordinaria del Consejo General del Instituto Estatal Electoral, premiamos a los ganadores del certamen organizado junto con el Instituto Aguascalentense de la Juventud en el que contendieron 16 bachilleratos. Las eliminatorias se llevaron a cabo desde mediados del mes pasado y la final tuvo lugar el 15 de noviembre, resultando ganadores los representantes del Conalep, Miguel Ángel Barberena Vega, turno vespertino, del municipio de Jesús María.
El objetivo de dicho concurso son las y los estudiantes de bachillerato que están próximos a cumplir 18 años y con ello, alcanzar la calidad de ciudadanos reconocida por el artículo 35 constitucional, en quienes se busca sembrar y, sobre todo, cultivar el diálogo, pues si bien pueden existir dos posiciones distintas respecto de un mismo tema, la capacidad de dialogar representa el andamio básico de la sana confrontación de ideas. Aunque la comunicación pareciera una habilidad simple e incluso obvia para cualquier persona, a veces brilla por su ausencia; y es que a pesar de compartir el mismo idioma y que las herramientas informáticas amplían nuestro acceso a la información, cada vez es mayor nuestra dificultad para ponernos de acuerdo sobre alguna cuestión por nimia que parezca, es decir, estamos desaprendiendo a comunicarnos con nuestros semejantes, lo que resulta preocupante ya que esta condición es básica para cualquier democracia y los remedios para lo que parece a corto plazo irremediable no pueden venir más que de la paciencia activa del ejercicio ciudadano.
Nuestra capacidad de diálogo parece erosionada, no sólo en el terreno electoral, sino en prácticamente todo el tramo de aquella participación ciudadana sin la cual la democracia pierde sentido. Pareciera que lo que la hacía apetecible no era la posibilidad de sabernos ciudadanas y ciudadanos y participar de las cuestiones públicas que a todos atañen, sino la confianza en creernos beneficiarios, por lo que es preferible dejar de ser ciudadanos para convertirnos colectivamente en pueblo, aquel que no necesita de diálogos, análisis ni participación activa sino sólo un cúmulo de sentimientos de engaño, repudio hacia las instituciones y ese largo etcétera que acentúa la de por sí enorme brecha entre representantes y representados.
Ante dicho diagnóstico, es que a través de actividades como las que en líneas arriba describí, que desde el Instituto Estatal Electoral hacemos un esfuerzo por fomentar la cultura del diálogo a través del debate sustentado con argumentos -lo que implica una obligación de mantenernos informados- y del respeto al punto de vista de la parte contraria, prescindiendo de aquella actitud de imposición que sólo genera un intercambio estéril. Todo este esfuerzo tiene por finalidad la construcción de ciudadanas y ciudadanos, pues creo firmemente que la crisis de ciudadanía no es responsabilidad exclusiva de una entidad de gobierno en particular, ni de un sector exclusivo de la sociedad, sino de todos y cada uno, en el ámbito de nuestras competencias, es preciso volver a la educación, no como mera vocación familiar sino como la institucionalización de una preocupación pública.
La participación en las elecciones es, sin lugar a dudas, uno de los mejores ejemplos de la crisis de ciudadanía a la que me refiero; justo el día de hoy daremos inicio a la destrucción de los documentos y materiales electorales utilizados durante la renovación de los once Ayuntamientos, entre ellos las más de un millón de boletas que fueron impresas para que las y los ciudadanos ejerciéramos libremente nuestro voto el pasado 2 de junio, pero que lastimosamente de ese millón de boletas que se estarán triturando, únicamente se utilizaron 373 mil, ya que el porcentaje de votación estatal ascendió únicamente al 38.5%, situación que a todas luces resulta preocupante. Por poner en contexto, si revisamos los porcentajes de votación de cada municipio, podemos observar un aspecto peculiar, ya que no obstante que el municipio de Aguascalientes pareciera gozar de condiciones de vida superiores en comparación con los municipios del interior, el porcentaje de votación es contrastante en sentido negativo, la capital del estado registró la menor participación ciudadana, con solo el 33%, mientras que en demarcaciones con una baja densidad poblacional como San José de Gracia o Cosío, el índice de participación superó el 70%.
Hoy más que nunca resulta imperativo tomar cartas en el asunto, preocuparnos no tanto por qué mundo le estamos dejando a nuestros hijos, sino por qué hijos le estamos dejando al mundo y la clave reside en la educación cívica. Necesitamos no sólo campañas de promoción del voto, sino políticas públicas encaminadas a la formación de ciudadanía, una más participativa, más crítica, más informada, ya que solo con ello lograremos el ideal democrático. Aguascalientes se ha caracterizado por tener condiciones óptimas para servir de prueba piloto en distintos temas, ya sea por la sencillez de su geografía o por sus excelentes conectividades entre un municipio y otro, o bien, por su ubicación geográfica dentro del país, hago votos por que lo seamos prueba piloto en cuanto a la calidad de su ciudadanía y podamos convertirnos en un modelo para el resto de las entidades federativas. El reto está en la mesa, depende de nosotros, como sociedad, asumir y tomar las riendas de lo que nos corresponde, no hay beneficiados ni perjudicados exclusivamente en este tema, la calidad de la ciudadanía nos atañe a todos, los problemas de nuestro estado requieren para su solución de la presencia de ciudadanas y ciudadanos en el amplio sentido de la palabra, y la juventud ha dado muestras de que quiere y puede cambiar las cosas, ayudémonos a encontrar los canales adecuados para que en su momento y, paso a paso, contemos con una ciudadanía más involucrada en las cuestiones públicas.
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