Caminé ayer por la tarde sobre la Avenida Francisco I. Madero hasta la esquina en la que se ubica la cafetería Sanborns en el primer cuadro de nuestra ciudad, como sabemos en ese lugar se localizaba hace unos treinta años el Hotel Francia y su emblemática cafetería Café Fausto, lugar en el que se reunían los amigos a conversar e intercambiar ideas en un Aguascalientes que de alguna manera ya no existe.
Entré a través del acceso que era entonces el original de esa cafetería y que ahora es parte de las secciones de la amplia tienda departamental de Sanborns, quise reconstruir en mi memoria dónde se ubicaban las diferentes mesas, el área para preparar café y la caja. Memoré los lugares en los que usualmente me sentaba con mis amigos de juventud y la mesa en la que veía de vez en vez a entrañables aguascalentenses como el Maestro y amigo Víctor Sandoval. Al recordar confirmé que sin duda los lugares tienen un valor diferente para cada individuo gracias a las personas que ahí recurrían y los acontecimientos que ahí llegaron a suceder. El tiempo pasa y todo se va volviendo inevitablemente recuerdos u olvido.
Por esa cafetería es que decidí darle ese nombre a esta columna en la que he buscado abordar los más diversos temas para propiciar el diálogo e intercambio de ideas, algo que es muy enriquecedor en la convivencia cotidiana. Esa capacidad de diálogo era en gran medida la diferencia respecto a otras ciudades al ser Aguascalientes un sitio en el que de alguna manera era posible que personas con diferentes formas de pensar convivieran con relativa armonía.
El Café Fausto era uno de esos lugares, como luego por muchos años también lo fue la cafetería Excélsior en El Parián. Otros lugares han surgido desde entonces donde uno sabe que puede encontrar amigos alrededor de una mesa.
En ese ánimo escribí la columna en este diario al que agradezco profundamente la oportunidad de expresarme con toda libertad y sin censura alguna para dejar aquí mi punto de vista. Felicito la vocación de pluralidad de ideas reflejado en sus páginas, que es sin duda un retrato de las diferentes corrientes ideológicas que conviven en Aguascalientes.
Esta es mi última colaboración en este espacio y por ello deseo agradecer a los directivos del diario por permitirme publicar en estas páginas semanalmente, agradezco especialmente a mi amigo, el escritor y periodista Edilberto Aldán, quien recibió cada semana mi colaboración soportando mis retrasos en la hora de entrega de mis textos.
Haber publicado en este diario me enriqueció como persona y me permitió escribir sobre temas relacionados con el arte, la cultura y algunas veces sobre temas políticos. Reitero mi gratitud a esta empresa por el espacio que me dieron para expresarme.
A los lectores les expreso también mi gratitud por su tiempo dedicado para conocer mi punto de vista así como los diferentes comentarios recibidos a lo largos de estos años de participación en este diario.
No estuve por más de unos minutos recorriendo la planta baja en la que alguna vez estuvo el Café Fausto, salí a la Plaza de la Patria, aunque no era tarde el cielo encapotado y el ligero viento frío de diciembre podía hacernos pensar que iba a anochecer. La lluvia y el viento le da también un encanto especial a Aguascalientes y por qué no, ese clima me invita a recorrer sus calles.