Te nombro y cuando oscurece,
cuando nadie me ve, escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Tu nombre verdadero, tu nombre
y otros nombres, que no nombro por temor…
Gian Franco Pagliaro
En la década de los años setenta y con la marca que dejaran los acontecimientos del movimiento estudiantil del 68 y el Jueves de Corpus en 1972, se da el movimiento de artistas conocido como “Los Grupos”, integrados por jóvenes estudiantes de las principales escuelas de arte de México, como postura enfrentada a la comercialización y los valores del arte; cuestionan su función pública y proponen una forma alterna en la producción, distribución y consumo, sumando algunos de éstos, sus prácticas artísticas a las luchas sociales como vehículo de concientización, de educación y movilización; y en algunos casos, de acompañamiento a comunidades marginadas ya sean en zonas urbanas o rurales, o bien participando con sindicatos de trabajadores.
Este podría ser el referente en la propuesta de trabajo artístico de un grupo de jóvenes egresados de la Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad de las Artes, perteneciente al Instituto Cultural de Aguascalientes y de la carrera de Estudios del Arte y Gestión Cultural de la Benemérita Universidad Autónoma de Aguascalientes, agrupados en un colectivo interdisciplinario de producción artística con el nombre de Autodefensa Artística Aguaskatlán, cuya propuesta ha llevado durante el presente año a las calles de la ciudad, el proyecto Latidos ausentes, el cual ha sido subvencionado por el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias, PACMyC.
Este colectivo encuentra en los entornos públicos abiertos, un canal de distribución como confrontación a la comercialización de la obra artística, alejado de los espacios expositivos tradicionales para comunicarse de una manera directa y horizontal con un público vasto y socialmente diverso, en las calles, las bardas, las plazas y otros espacios, tomados como lugares de escritura, de escenario de experimentación y exposición artística para compartir sus inquietudes políticas y formales, en una suerte de democratización del arte.
Latidos ausentes es un pálpito en la ciudad que clama por la presentación de más de dos centenas de personas desaparecidas en Aguascalientes, las que se suman a las miles de almas contabilizadas en todo el país, de las cuales no se tiene noticia de su paradero; es igualmente una denuncia contextualizada ante la omisión, la corrupción y la simulación de las autoridades en cuanto al esclarecimiento de esta realidad. A la fecha se estima en más de 40,000 las personas desaparecidas en el ámbito nacional.
Así esta tipología de arte público y a su vez urbano, es una posibilidad de expresar por medio de lenguajes y soportes expandidos, temas que adquieren dimensiones de reivindicación y de relectura para su producción y su consumo. De esta manera el espacio público, puede adquirir una renovada significación que además indica una relación de usufructo político, civil y social, a veces compartido. De esta forma se plantea que es posible abordar el espacio desde un punto de vista físico y social y como un campo de investigación y de experimentación.
Con intervenciones mediante la proyección de las imágenes de fichas localización, que contienen la filiación de las personas desaparecidas sobre los símbolos del poder político como por ejemplo el edificio del Poder Judicial del Estado de Aguascalientes o sobre los basamentos de los héroes patrios, o bien con obra mural, Latidos ausentes, apela a la memoria, expone en toda su crudeza lo complicado y doloroso que implica para familiares y amigos el enfrentar este proceso de desaparición, ante un duelo, una agonía a perpetuidad que no llega a su fin, con la esperanza latente de que la persona esté viva o regrese en algún momento con los suyos.
Este concepto inmaterial de arte público, que se materializa en el espacio y en el tiempo citadino atemporalmente, deviene en ético y valeroso; es igualmente una práctica interdisciplinaria y colaborativa entre artistas y profesionales de diferentes disciplinas con los familiares de las personas desaparecidos y con asociaciones ciudadanas.
Entre estos profesionales de la cultura, de corte humanista, se entretejen aspectos sociales, culturales, ideológicos y cotidianos, como una forma de enlazar el destino del arte con la historia desde sus áreas de conocimiento para generar renovadas propuestas y discursos, o hacer visibles otros, ponderando la posibilidad de que estos factores estimulen cambios en diferentes sentidos de la vida y del arte, por lo que se distancia del concepto del arte y la creación artística como una práctica elevada, etérea e individualista.
De esta manera el arte busca sincronizarse al pulso de la ciudad y a las necesidades de sus habitantes por medio de la intervención creativa, en la que el artista plástico y los gestores culturales se asumen en una postura de compromiso social que se distancia de la egocéntrica que enfatiza la idea del artista-genio, para en su lugar asumirse en la figura de artista ciudadano, por lo que adquiere relevancia la función social del arte donde encarna esta forma distinta de saberse y de considerar el espacio público como un lugar de participación para la acción comunitaria, de encuentro, comunicación y de relación entre semejantes.
En esta línea de pensamiento el artista iraní Siah Armajini considera que “…el arte público no trata acerca de uno mismo, sino de los demás. No trata de los gustos personales, sino de las necesidades de los demás. No trata acerca de la angustia del artista, sino de la felicidad y el bienestar de los demás. No trata del mito del artista, sino de su sentido cívico”.
Por lo anterior, este prolijo colectivo de artistas y gestores culturales, proponen de manera distinta el valor de la modificación efímera y fugaz del lugar de producción y recepción del producto artístico, el cual persigue un fin social en un hecho desgarrador, que no se circunscribe a la tradición del arte público oficial distanciándose de la desusada interpretación de la obra artística presentada en el espacio público, que domina las plazas y calles desde donde proyecta sus propiedades estéticas y de verdad, bajo una concepción cultural unificadora y homogénea del arte.
Estos artistas ciudadanos proponen el uso de la tecnología, como canal de comunicación en la intersección de aspectos políticos y sociales, como arte activista, vivo, poseedor de un alto valor testimonial que pondera la participación de la sociedad, la inclusión y la democratización mediante prácticas estéticas críticas, persiguiendo la utopía para socializar el arte convirtiéndole en un bien social y común a todos sacándole a la calle, en donde éstos desempeñan roles a contracorriente como interlocutores, periodistas o educadores, siempre solidarios fraternalmente con quienes les necesitan.
Es por lo anterior que recordamos al arquitecto y escultor mexicano Federico Silva, cuyo pensamiento podría vincularse con la propuesta del proyecto Latidos ausentes, al afirmar que “…la realidad trascendente sea porque no, descubrir otra que solamente el arte puede revelar, para que el hombre se mueva aun cuando sea un microsegundo dentro del tiempo de su proceso histórico”.
Diciembre de 2019.