El fenómeno de urbanización en México ha resultado en la expansión acelerada de las ciudades; mientras en las últimas tres décadas la población urbana del país se duplicó, la superficie de las ciudades creció en promedio diez veces. Igualmente, en Aguascalientes, mientras la población de la ciudad aumentó 2.59 veces entre 1980 y 2010, su superficie lo hizo 6.14 veces. Lo anterior se explica, en parte, por una regulación deficiente del uso del suelo que ha fomentado desarrollos habitacionales en las periferias; así como por el incremento de los precios del suelo intraurbano, lo que ha incentivado la adquisición de reservas territoriales periféricas de menor precio para el desarrollo de grandes volúmenes de vivienda.
La expansión urbana ha generado algunas implicaciones negativas para las ciudades del país; por ejemplo, suele hacer que la población deba desplazarse mayores distancias para acceder a sus destinos, lo que hace menos viable caminar o utilizar la bicicleta, incentivando así un mayor uso del automóvil. Similarmente, la expansión urbana suele aumentar los costos de provisión de servicios básicos, pues deben extenderse las redes de infraestructura para alcanzar asentamientos distantes, lo que hace que los gobiernos locales enfrenten mayores dificultades para prestar servicios como agua y saneamiento de manera eficiente.
En ese contexto, desde hace algunos años se habla de la “densificación” de las ciudades, o sea, aumentar el número de personas que viven un área determinada, como estrategia para disminuir algunas externalidades negativas de la expansión. La vivienda vertical es una manera de aumentar la densidad poblacional, pues permite desarrollar un mayor número de viviendas en un mismo terreno. En Aguascalientes, es cada vez más común apreciar nuevos desarrollos de vivienda vertical, por ejemplo, en fraccionamientos del norte como Los Bosques y Lomas de Campestre, así como en otros en el oriente, como en los fraccionamientos Morelos, Lomas del Chapulín, entre otros.
La vivienda vertical suele ser controversial, pues mientras algunos sugieren que efectivamente puede ayudar a reducir consecuencias negativas de la expansión urbana, otros aseguran que tiende afectar la calidad de vida de las personas. ¿Es la vivienda vertical una solución o un problema? Veamos.
La vivienda vertical puede facilitar el desarrollo de una mayor oferta habitacional en ubicaciones intraurbanas, pues, al aumentar el número de viviendas en un mismo terreno, los desarrolladores inmobiliarios pueden compensar el precio adicional que deben pagar para adquirir ese suelo. La vivienda vertical, por lo tanto, puede ser una solución para proveer vivienda en ubicaciones con mayor accesibilidad a empleo, servicios y equipamientos como escuelas, clínicas, supermercados, parques, restaurantes, etcétera, en contraste con la vivienda periférica que suele alejar a la población de esos destinos. Por otro lado, la vivienda vertical suele generar una percepción de “hacinamiento” asociada a la pérdida de privacidad o molestias por ruido, al vivir en un espacio más reducido o en mayor proximidad con los vecinos; sin embargo, esas molestias pueden disminuir mediante un diseño arquitectónico adecuado, y, por supuesto, a través de un mayor sentido de respeto y comunidad.
Similarmente, al acercar a las personas a diversos destinos que se requieren para satisfacer necesidades diarias, la vivienda vertical puede acortar la distancias que las personas deben desplazarse, lo que a su vez puede fomentar la caminata y el uso de la bicicleta como transporte cotidiano. Asimismo, el aumento de la densidad poblacional puede tener efectos positivos en la viabilidad económica-operativa de los sistemas de transporte público, lo cual, en conjunto con la movilidad no motorizada, puede reducir el uso indiscriminado del automóvil, y, con ello, disminuir externalidades negativas como la contaminación. Al mismo tiempo, aumentar la densidad poblacional sin estrategias adecuadas de movilidad, puede propiciar una mayor congestión vial, especialmente en entornos diseñados para el automóvil; por ello, la densificación de las ciudades debe ir acompañada de políticas e inversiones orientadas a promover la movilidad urbana sostenible.
Más aún, la densificación urbana a través de la vivienda vertical puede ayudar a optimizar el uso de la infraestructura existente de servicios como agua o drenaje, pues reduce la necesidad de extender las redes de infraestructura a desarrollos habitacionales distantes o dispersos. Igualmente, el aumento de la densidad puede ayudar a mejorar la eficiencia en la prestación de otros servicios como la recolección de residuos o la vigilancia, pues la distancia que estos servicios deben recorrer tenderá a ser menor. La vivienda vertical, sin embargo, puede aumentar la carga directa en la infraestructura de ciertos servicios, por lo cual puede ser necesario ampliar la capacidad de esa infraestructura para no afectar negativamente la provisión de los servicios ni impactar la disponibilidad de recursos naturales.
En resumen, la vivienda vertical como mecanismo de densificación de las ciudades puede contribuir a revertir gradualmente algunas externalidades negativas de la expansión urbana, especialmente al facilitar el desarrollo de vivienda en mejores ubicaciones; sin embargo, debe realizarse como parte de un plan o estrategia integral, que permita gestionar eficientemente algunos desafíos que pueden resultar de ese modelo de vivienda.
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