Todavía no terminamos de degustar el bellísimo programa francés de la semana pasada y ya nos enfrentamos el pasado viernes, en el tercer concierto de esta corta cuarta temporada, a un portentoso programa de perfil alemán, aunque Mozart, como sabemos, es austriaco, en lo que a términos de música se refiere da lo mismo, germanos finalmente.
El concierto inició con la Obertura de la ópera Ifigenia en Áulide de Christoph Willibald Gluck, a quien, por cierto recordamos en su aniversario luctuoso, esta ópera está basada en una drama de Jean Racine, aunque evidentemente tiene sus orígenes en la tradición literaria de la Grecia clásica, la cuna de la cultura occidental. Después, conforme a lo programado escuchamos la primera de las cuatro suites orquestales compuestas por Johann Sebastian Bach, la tonalidad es do mayor y el registro es BWV 1066. Después del intermedio disfrutamos de la colosal Sinfonía No.41 K.551 “Júpiter” de Wolfgang Amadeus Mozart, la última de su corpulento ciclo sinfónico. El director del concierto fue el maestro José Areán, titular de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.
El diseño del programa fue muy interesante porque encontramos dos períodos musicales, cada uno de ellos representados por los tres compositores convocados para el tercer concierto de la cuarta temporada, esto con la consecuente ampliación o disminución de los integrantes de la orquesta, obedeciendo a las necesidades del repertorio, en el caso de Glcuk, compositor ubicado en el clasicismo, muere el 15 de noviembre de 1787, cuando Beethoven tenía 17 años, lo menciono como referencia, es decir, todavía no iniciaba con las innovaciones que el genio de Bonn propondría en el lenguaje sinfónico a partir de la tercera, conocida con el nombre de Eroica (así, sin h, es en italiano) a principios del siglo XIX, no obstante solicita una orquesta más robusta que lo que piden compositores como Haydn o Mozart, principales representantes del clasicismo vienés.
Después de escuchar la obertura de Glcuk nos encontramos con un compositor barroco, el llamado, con toda justicia, padre de la sinfonía, Johann Sebastian Bach. Como sabemos en el barroco todavía no se confeccionaba la orquesta como la conocemos actualmente, eran pequeños ensambles. El maestro Areán echó mano de una ligeramente más nutrida sección de cuerda pero evidentemente respetando la disposición instrumental, con tres maderas y clavecín.
Tocar el repertorio barroco es todo un reto, no es tan sencillo como sí resulta escucharlo, una verdadera caricia para el oído. Yo he escuchado frecuentemente críticas hechas a nuestra sinfónica en el sentido de que no suele abordar muy frecuentemente el repertorio barroco, y esto es perfectamente comprensible, la música barroca no está diseñada para las grandes orquestas como las conocemos actualmente, esto es asunto de las orquestas de cámara o para ensambles diseñados específicamente para este fin, como es el caso, por ejemplo, de los Solistas Barrocos Ingleses, quizás la mejor alineación de todo el mundo especialista en este repertorio, no obstante, con los ajustes necesarios, es posible que una orquesta se encargue de esta deliciosa música. Evidentemente el tratamiento que hizo el maestro Areán de la Suite Orquestal en do mayor BWV 1066 de Johann Sebastian Bach fue respetuoso de las formas y fue muy cuidadoso de mantener la esencia barroca en el sonido producido, incluso tengo entendido que la afinación debe ser diferente para tocar este tipo de obras y que el resultado sea satisfactorio.
En la segunda parte del tercer concierto de temporada regresamos al más estricto clasicismo vienés con la última sinfonía compuesta por el genio de Salzburgo, la 41 K.551 que conocemos con el nombre de Júpiter, la suprema deidad de la mitología grecorromana, Zeus para los griegos, Júpiter para los romanos.
Obra difícil de interpretar, sobre todo en su célebre último movimiento, el cuarto, ya Mozart anticipa un poco lo que después Beethoven vendría a revolucionar en el sinfonismo universal, se trata, sin duda, de una de las páginas mejor logradas en la escritura polifónica para orquesta en este período clásico de la música y por supuesto, el director está en constante riesgo de ser exhibido ante cualquier breve parpadeo.
Entendiendo el trabajo del director de orquesta como una persona que está ante el volante de un auto, en algunos tramos quizás hasta pueda soltar un poco el volante y si el carro está bien alineado no habrá ningún problema, pero si llega a un tramo en donde hay muchas curvas o baches, tendrá que estar muy atento y tomar el volante con ambas manos. Pues justamente así veo yo este cuarto movimiento de la Sinfonía Júpiter, no lees permitido al director la menor distracción a riesgo de cometer un error perceptible incluso por el más despistado. El maestro Areán estuvo siempre atento y el resultado fue el esperado.
Para la próxima semana tenemos al maestro Iván López Reynoso que durante una temporada dirigió nuestra Sinfónica como interino y esos pocos conciertos bastaron para dejar su mano en la OSA, con un programa compuesto solo por dos obras, en la primera parte tenemos la Suite del ballet El lago de los cisnes de Tchaikovsky y en la segunda parte la Sinfonía No.1 OP. 39 en mi menor de Jean Sibelius. La próxima cita con su majestad la música la tenemos el viernes 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, a las 20:00 horas en el Teatro Aguascalientes, la casa de nuestra Orquesta Sinfónica, por ahí nos veremos si Dios no dispone lo contrario.