Militantes del Partido Acción Nacional, en Aguascalientes:
Quizás lo sepan, pero por si acaso no lo saben, les digo que fui uno de los fundadores del Partido Acción Nacional (PAN), hace precisamente ochenta años, allá en el ya lejano 1939. Encabecé el Comité Organizador del Partido y fui su primer presidente.
Antes de la fundación del PAN, les platico que fui rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1933-1934. Mi nombramiento fue una vez que se promulgó la Ley Orgánica de la UNAM, que reconocía a la Universidad Nacional como autónoma; mi nombramiento fue el 23 de octubre de 1933.
Deben saber que luché por la autonomía de la Universidad, la cual se obtuvo. Y también escribí varios textos dando los fundamentos de por qué es necesaria, a la esencia de la Universidad, la autonomía.
Me tomé el atrevimiento de escribirles, porque me he enterado, con asombro, que un diputado de la bancada del PAN en el Congreso del Estado de Aguascalientes, presentó el pasado 24 de octubre de 2019, una iniciativa por medio de la cual se proponen varias reformas a la Ley Orgánica de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Mi asombro se debe a que las reformas que se proponen van francamente en contra de la autonomía de la Universidad aguascalentense.
Si la susodicha iniciativa, fuera idea solo del diputado accionante, no pasaría de asombro mi estado de ánimo. Pero, en realidad, estoy azorado, porque varios de ustedes militantes de Acción Nacional, apoyan tal iniciativa. Tal vez muchos no lo anden diciendo, pero están de acuerdo con ella.
No quiero entrar aquí al análisis de ese engendro de propuesta legislativa. Ya otros lo han hecho muy bien, como José Luis Álvarez, en su artículo publicado el sábado 26 de octubre en La Jornada Aguascalientes. Más bien, si me atrevo a hacer esta carta, es para decirles -no para recordarles, pues no creo que me hayan leído-, algunas cuestiones que he escrito sobre la autonomía de las universidades y que creo muy pertinentes.
Sobre la universidad en general, y particularmente sobre la Universidad Nacional, escribí: “La Universidad de México. Su naturaleza jurídica” y “La Universidad de México. Su función social y la razón de ser de la autonomía”, ambos textos son de septiembre de 1934, publicados por la propia UNAM. Después, junto con otros escritos de mi autoría, la Editorial Jus -que fue hasta hace pocos años propiedad de mi familia-, los volvió a publicar en un volumen que se tituló 1915 y otros ensayos, México, 1973.
Aquí hago de su conocimiento algunas ideas que escribí en el segundo de los ensayos mencionados sobre la Universidad. Con relación a su fin social primordial y sus fines particulares escribí:
La Universidad tiene un claro destino social: lograr en cada uno de sus momentos ese fruto complejo y riquísimo en su heterogeneidad, que es la cultura; divulgar lo más ampliamente que sea posible, los frutos culturales alcanzados en la investigación y en el estudio, y dar a la comunidad técnicos bien preparados que se encarguen de sus servicios.
En relación con todos esos fines particulares, la Universidad tiene el destino de estudiar los problemas que a cada actividad peculiar se presenten, porque la Universidad no es una institución aislada de la comunidad, sino que está hondamente arraigada en ella, unida a las demás instituciones sociales estrechamente, y obligada por su esencia misma a revertir sobre la sociedad entera el fruto íntegro de su trabajo.
El mejoramiento humano, fin muy claro y definido que tiene la Universidad, para que lo alcance:
está en el deber de conservarse como un campo libre, abierto a la discusión, condicionado solamente por la objetividad y por la honestidad en los que en ella trabajen.
Esa es otra de las razones que hacen forzoso un régimen de libertad para las instituciones superiores de cultura.
La Universidad no puede ser una institución subordinada a autoridades administrativas, ni legislativas -como pretende la Iniciativa aludida-, ni judiciales. Esto no significa que no deba respetar un auténtico Estado de Derecho, al hacer ejercicio de su necesaria autonomía.
La autonomía no es, pues, un capricho. En su forma más alta de libertad de investigación y de crítica, resulta impuesta por la naturaleza misma de la Universidad, por el fin que a esta Institución corresponde en la sociedad, por el carácter de su trabajo. En su forma actual es un fruto, por otra parte, de fuerzas históricas que no pueden ser desdeñadas.
Y la autonomía no significa ni podría significar un absurdo desgarramiento entre la Universidad y la comunidad de que forma parte; una pretensión ridícula de soberanía; un alejamiento monstruoso de la sociedad que la ha creado para su propio bien.
La autonomía ha tenido como sentido positivo el hacer que se plantee más claramente la misión de la Universidad; el hacer gravitar conscientemente sobre los universitarios mismos la vida de la Institución y el cumplimiento de su fin; el mantener despierto un sentido de responsabilidad en todos los que la forman, y el volver imperante en la vida universitaria el generoso y elevado impulso que corresponde a las formas sociales fundadas en la aceptación de un deber y no en la imposición coactiva de una norma.
Autonomía no implica aislamiento, como algunos argumentan. La Universidad no vivirá distante de las necesidades y de los anhelos de los hombres, ni al margen de sus dolores o de su esperanza.
Estoy enterado que algún gobierno panista puso mi nombre a una ancha y bella avenida de la Ciudad de Aguascalientes, queriendo honrar así mi memoria. Creo que más que honrar mi memoria de ese modo, los panistas deberían tomar en cuenta, en serio, mi pensamiento y seguir los Principios de Doctrina del Partido, que entre otros está el llamado principio jurídico de subsidiariedad.
El principio de subsidiariedad delimita competencias. Significa que el Estado no tiene más responsabilidad y competencias que aquellas que resultan de que la sociedad en conjunto, organizaciones sociales intermedias -como las universidades- e individuos, con sus propios recursos y responsabilidad, no puedan cumplir con las funciones vitales que se derivan de sus propios fines. “Tanta autoridad como sea necesaria y tanta libertad como sea posible”, así se enuncia el principio.
En el caso concreto de las universidades, como dije, la libertad les es indispensable para cumplir sus tareas esenciales; y el que la autoridad maliciosa o innecesariamente se entrometa, las perjudica. Se trata de sociedades intermedias que requieran de la máxima libertad que da la autonomía, obviamente dentro de un marco de Derecho.
Ya que tienen el atrevimiento de ostentarse como panistas, deberían tener en cuenta el pensamiento político profundo que dio vida al partido, y no comportarse como pragmáticos ambiciosos y chambistas.
Sean respetuosos de la autonomía de la UAA. No formen parte de esas diversas fuerzas políticas (que) están en contra de ella y pretenden destruirla.
Hasta aquí mi carta.
- G. M.