- José Briceño y Fernando Neira Orjuela, del CIALC de la UNAM, resaltaron que la “invitación” de los militares al presidente boliviano de abandonar el poder fue un golpe de Estado
- Por décadas, la región ha luchado para establecer instituciones democráticas -aún frágiles-, llevar a los militares a los cuarteles y sacarlos de la vida política
La “invitación” de los militares a Evo Morales para que abandonara el poder representa un golpe de Estado y significa un retroceso político para América Latina, pero eso no exonera al presidente de Bolivia de los errores que cometió y que en parte generaron la crisis que hoy vive ese país, afirmaron José Briceño y Fernando Neira Orjuela, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM.
Briceño indicó que por décadas la región ha luchado para establecer instituciones democráticas -aún frágiles-, llevar a los militares a los cuarteles y sacarlos de la vida política. “Ha sido un trabajo difícil, porque en nuestra creación como Estados-nación las fuerzas armadas siempre fueron importantes, por ello no podemos avalar lo ocurrido en Bolivia”.
Las fuerzas militares no deben ejercer el poder político, “para ello están los civiles y las democracias; no puede permitirse que de nuevo se conviertan en el árbitro y decidan quién debe o no ser presidente de un país”, puntualizó.
Bolivia vive un escenario complicado, de gran confusión, y es lamentable que la región sufra un retroceso en términos de construcción de instituciones democráticas, sobre todo América del Sur, que hace más de tres décadas vivía bajo la sombra de dictaduras crueles, violadoras de derechos humanos.
Latinoamericana registra una ola de violencia que es legitimada como un principio para mantener la paz y el orden; por ejemplo, en Chile, “es preocupante haber dado voz y voto a los militares”, reiteró Briceño.
La percepción es de caos, continúan las protestas en las calles, el riesgo de violencia, “y cuando las masas están enfurecidas y fuera de control, cualquier escenario es posible, de ahí la decisión de conceder asilo político a Evo Morales en México, para resguardar su seguridad”, argumentó.
El universitario comentó que el líder cívico Luis Fernando Camacho, reúne “todas las características de un liderazgo de nueva extrema derecha que surge en el mundo, no sólo en Latinoamérica. Esto implica que Bolivia giraría a una zona de influencia brasileña y estamos ante un escenario de inestabilidad para la región”.
Fernando Neira resaltó que otro aspecto preocupante de los gobiernos de izquierda en América Latina “es la falta de liderazgo. No se entiende que en un partido como el MAS, que dirigiera Evo Morales, en ese transitar de más de 13 años de gobierno no haya sido gestionado otro liderazgo que permitiera una alternancia del poder, incluso dentro del mismo partido”.
Esto es una llamada de atención, “debemos tener una mirada crítica, pues no puede ser que no tengamos la capacidad social y política para generar liderazgos que planteen nuevas alternativas. ¿Por qué tienen que ser las mismas personas quienes siempre representen a poderes desde la izquierda, derecha o el centro?”.
Otro aspecto preocupante es que muchos de los políticos “no saben leer la opinión social; obviamente, si un referéndum es negativo, eso es más que suficiente para tomar decisiones, corregir el rumbo político y el manejo del Estado”.
Neira Orjuela recordó que esta situación ocurrió con el presidente Piñera en Chile; a Lenin Moreno, en Ecuador; incluso en Perú, con los cambios que hicieron el actual presidente y el anterior. “Hay un error de interpretación de liderazgos, pues los mismos actores quieren permanecer en el poder; eso hace daño a la democracia”.
Se pensaría que después de 60 años tendríamos madurez política y social para que no existiera odio político, “pero en eso también hemos retrocedido, y ya no sólo se contradice al otro en los discursos y planteamientos, sino que generamos odio político, donde la idea es aniquilar, no aceptar la diferencia”.
A partir de noticias falsas, dijo Neira Orjuela: “Sembramos odio y violencia como alternativa de cambio político, y hasta donde se sabe, y la historia nos lo ha enseñado, eso no funciona, y México no es ajeno a ello”.
Con información de la UNAM