Consuélame otra vez, porque no pienso volver.
El suelo tiene sed, la vida es imprecisa,
déjate caer.
Las horas no demoran a mi alma desertora,
explícalo muy bien: se abre la tierra
El cielo está a mis pies…
Déjate caer. Los Tres
En los estudios sobre Ciencia Política existe una premisa que desarrolló el sociólogo Robert Michels en su obra Los partidos políticos, en la que formula la conocida Ley de hierro de la oligarquía. Esta ley de la política científica, que se aplica con precisión a la política práctica, puede resumirse en la idea de que “tanto en autocracia como en democracia, siempre gobernará una minoría”, debido a la relación de proporción directa entre la expansión del poder en los liderazgos y la creciente apatía de los gobernados. Así, de acuerdo a Michels, a la larga, cualquier organización (por democrática que parezca, o que haya sido en origen) se vuelve oligárquica.
La Ley de hierro de la oligarquía puede explicarse de la siguiente manera: en las organizaciones, independientemente del origen democrático de éstas, el líder (y su grupo cerrado) buscará incrementar o mantener su poder, y volverlo perdurable en el tiempo, incluso a costa del propio discurso que lo llevó -en primera instancia- al poder. Dicho de otro modo, no importa que las organizaciones de gobierno hayan comenzado como una alternativa revolucionaria; al tiempo siempre sufrirán la tendencia a volverse conservadores.
En términos de partidos políticos, con el tiempo (y sobre todo en condiciones de alternancia limitada) los sistemas democráticos tienden a modificar la vocación de las organizaciones políticas. Primero éstas son un medio para acceder al poder, pero luego las organizaciones partidistas son un fin en sí mismas, en la tendencia a mantener a un grupo en el poder. Esto habla de, por ejemplo, la creciente burocratización democrática y la erosión de la línea que separa a las burocracias del estado de las burocracias del partido en el poder.
La Ley de hierro de la oligarquía, tal y como la explica Michels, tiene su base en tres premisas:
- Entre más crecen las organizaciones, más se burocratizan. Con la burocratización sucede la especialización del trabajo político y administrativo. Las organizaciones están orilladas a tomar decisiones cada vez más complejas, de maneras más rápidas. De este modo, los liderazgos que tienen el conocimiento técnico de la administración en temas complejos, se van volviendo imprescindibles y -al tiempo- conforman una élite.
- Paralelamente, se desarrolla una bifurcación entre eficiencia y democracia interna. Esto se explica fácilmente: para que la organización sea eficiente necesita un liderazgo fuerte, a costa de una menor democracia interna. Como las sociedades demandan resultados veloces; en consecuencia, se erosiona la democracia a cambio de la eficiencia.
- Con la erosión de las democracias viene la erosión del concepto de ciudadanía. Así, entre las masas cunde la percepción de que hacen falta liderazgos fuertes (que demanden menos participación ciudadana), haciendo coincidir un alejamiento de la democracia directa y un exceso de la democracia representativa. Con la erosión del concepto de ciudadanía se aparejan taras como la apatía popular por el asunto público, la ineptitud para organizarse en la sociedad civil, y -sobre todo- el aumento al culto de la personalidad del líder. De este modo, la democracia representativa con ciudadanía erosionada es sólo nominal, y se expresa únicamente en las urnas.
Vista así la Ley de hierro de la oligarquía, convendría revisar cómo la premisa es aplicada en nuestro contexto actual, y atajar en consecuencia. Fortalecer la construcción de una ciudadanía crítica, utilizar a la democracia plenamente ciudadanizada e independiente de los partidos políticos para impedir el abatimiento de organismos autónomos del gobierno, evitar el culto a la personalidad de los liderazgos, promover la educación y la formación profesional en el ámbito público, ensanchar las vías del servicio civil de carrera, y elegir con escrúpulo a los medios masivos de comunicación que nos sirven para formar criterio. De otro modo, nuestra propia historia nos tiene la lección de qué sucede cuando una fuerza política se vuelve oligárquica, y eso es algo que no es deseable repetir.
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