En su colaboración “Sobre la Autonomía de la Universidad. Carta (imaginaria) de Manuel Gómez Morin a los panistas de Aguascalientes”, publicada por La Jornada Aguascalientes el reciente Lunes 4, Jesús Antonio de la Torre Rangel les da una lección a los jóvenes panistas que deberían aprovechar para rescatar a su partido de la vulgaridad en la que se hundió cuando se propuso alcanzar el poder a costa de pisotear la brújula ideológica profundamente nacionalista con la que nació (de ahí su nombre: Partido Acción Nacional), cuando era un partido de oposición con ética política; prueba de ello fue la práctica expulsión de los fundadores sobrevivientes y demás miembros leales a los principios establecidos en 1939 bajo la conducción de Manuel Gómez Morin, quien en su época estudiantil había sido integrante de un grupo de la Generación 1915 de la Universidad Nacional que organizó una Sociedad de conferencias y conciertos más conocido como Los siete sabios de México; en 1925 formó parte del equipo que fundó el Banco de México, del cual fue el primer presidente del Consejo; asimismo, en 1933 fue rector de lo que actualmente se llama Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Esto, cuando ha quedado claro que fueron diputados del Partido Acción Nacional quienes promovieron la iniciativa de reformar la Ley Orgánica de la Universidad Autónoma de Aguascalientes para distorsionar el progreso académico que ha adquirido y torcerlo de nuevo para someterlo a intereses aparentemente políticos pero realmente mercantiles.
La contribución de De la Torre al enriquecimiento de los múltiples comentarios que se han derivado de este atentado, me motivó a escribir los párrafos siguientes forzando un poco mi escasa disponibilidad de tiempo, pero cuando hay que decir algo que se considera de interés público es necesario hacerlo. Por otra parte, también en obsequio a quienes sólo tienen opción de leer la versión impresa.
Conocí al maestro Gómez Morin en 1958, cuando en mi calidad de presidente de mi generación de la UNAM lo invité a participar en un ciclo de conferencias realizadas en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales, a la par con otros distinguidos intelectuales entre los cuales es de destacar el maestro Vicente Lombardo Toledano, también integrante del grupo de los Siete Sabios y ex-rector de la UNAM, quien fundó entre otras cosas la Universidad Obrera, la CTM y el Partido Popular Socialista; era la primera vez que ambos eran invitados oficiales por una instancia universitaria después de su rectorado, razón por la cual estuvieron cargadas de emotividad.
Para disponer de algunos antecedentes imprescindibles para entender la importancia de la lucha por la autonomía, mencionaré que México estuvo sin universidad desde 1865 -en que el emperador Maximiliano clausuró la real y pontificia, necesariamente autoritaria- hasta que Porfirio Díaz inaugura en:
1910 la Universidad Nacional de México, primera de carácter laico en cuya organización participó activamente Ezequiel A. Chávez -uno de los más destacados intelectuales aguascalentenses de la historia- en apoyo de Justo Sierra; pero como el rector era impuesto por el dictador a la manera monárquica sin tomar en cuenta la opinión de sus integrantes -razón por la cual su nombre de nacimiento no contempla el concepto autonomía- la inquietud por conquistarla empezó a hacer efervescencia poco a poco.
- La Reforma Universitaria de Córdoba, Argentina. Este acontecimiento fundamental para la historia mundial de la Universidad que entre sus muchas aportaciones produjo un movimiento intelectual que incendió todos los confines de América Latina, en México reactivó la exigencia de autonomía universitaria y los estudiantes -considerando culminada la etapa violenta de la Revolución triunfante, eminentemente democrática de acuerdo con la convocatoria de Francisco I. Madero- organizaron en:
- El Primer Congreso Internacional de Estudiantes, tan importante que de allí surge la Federación Internacional de Estudiantes. Podría pensarse que después de esto, el gobierno respondería favorablemente a la petición de autonomía. Sin embargo, para la Universidad todavía pasaron ocho años más de dictadura hasta que, en:
- 1929. Después de muchas luchas de los estudiantes en contra de la imposición presidencial de rectores autoritarios, la más violenta de las cuales ocurrió el 23 de Mayo (que por los muertos y heridos producto de la tiránica represión se declaró posteriormente el Día del Estudiante que hasta la fecha se conmemora aunque los universitarios actuales ignoran su origen) se obtuvo una declaración ficticia de autonomía al modificar el nombre para quedar como Universidad Nacional de México, Autónoma que si bien no resolvía el problema, caía bien para recuperar la calma a fin de reorganizarse.
- La lucha resurge con gran ímpetu cuando el gobierno intenta imponer la educación socialista en la Universidad, lo que cancelaría la libertad de pensamiento y de cátedra que deben existir para que la Universidad exista. Tan candente estuvo el problema que se decidió respetar la decisión que tomara la comunidad universitaria de la terna propuesta por el presidente de la República, resultando electo un candidato vasconcelista que, por tanto, era el menos afín a los políticos en el poder: Manuel Gómez Morin.
- Falsa autonomía. Entonces el gobierno decide armar una trampa: reforma la Ley Orgánica para concederle la autonomía total a la Universidad que, por primera y única vez en su historia, queda verdaderamente libre para gobernarse a sí misma, sin interferencias y declara que el Consejo Universitario es la máxima autoridad de la Universidad, que es como debe ser.
Pero luego destapa la carta tramposa, consistente en que al propio tiempo cambia el nombre a la Institución, que queda como Universidad Autónoma de México al eliminar el adjetivo Nacional, con el fin de retirarle el subsidio para ahogarla económicamente al dejar de ser un organismo del Estado que a partir de ese momento la considera una institución privada y, por tanto, tendrá que buscar la manera de obtener recursos por sí misma para subsistir, lo que significaría, por ejemplo, imponer cuotas para cubrir todos sus requerimientos; es decir, la privatizó el propio Estado.
Por ignorancia, por ingenuidad o por vileza, los funcionarios del gobierno aparentaron desconocer que el concepto de autonomía universitaria implica el reconocimiento de la obligación que el Estado tiene de cubrir todas las necesidades de la Universidad Pública para cumplir con el mandato del artículo 3 constitucional en relación con la gratuidad de la enseñanza.
Naturalmente, vino la debacle financiera y Gómez Morin se ve obligado a renunciar.
Diez largos años de miseria, abandono y desesperanza pasa nuestra pobre Universidad, provocados por los irresponsables funcionarios de gobierno empezando por el presidente de la República, hasta que un grupo de profesores se acerca a éste prácticamente pidiendo clemencia, que generoso les concede a cambio de que emitan una nueva Ley Orgánica que, sin tener que decírselo, elimine la autonomía de la Institución.
- AUTONOMÍA DE FACHADA. Una rectoría provisional queda a cargo de Alfonso Caso, quien coordina los trabajos de los que resulta la nueva Ley Orgánica de la Institución, que a partir de esta fecha se denomina Universidad Nacional Autónoma de México, aunque la autonomía sólo sea de nombre por lo que se describe a continuación:
Los artículos 1 y 2 garantizan la condición de organismo público descentralizado y autónomo, con presupuesto disponible para cumplir su función de otorgar la enseñanza laica y gratuita que ordena la Constitución, así como el derecho de “Organizarse como lo estime mejor…” y para desarrollar sus actividades académicas “…de acuerdo con el principio de libertad de cátedra y de investigación.” Hasta allí, todo parece ir bien.
La fatídica Junta de Gobierno. La nueva trampa, sin embargo, llega en el artículo 3 que establece: “Las autoridades universitarias serán: “1. La Junta de Gobierno. 2. El Consejo Universitario. 3. El Rector…” anulando todo lo enunciado en los artículos 1 y 2 y pulverizando la autonomía absoluta que le había conferido la Ley Orgánica de 1933.
La Junta de Gobierno, entonces, viene a suplantar las funciones que le correspondían al Consejo Universitario al designarla como suprema autoridad universitaria que designa a todos los funcionarios de primer nivel.
Esta deplorable propuesta -probablemente maquinada en connivencia con el propio poder político- que Alfonso Caso afirmó haber copiado de los Boards of Trustees (Comités administrativos) de universidades empresariales estadounidenses que nada tienen qué ver con el propósito estrictamente académico de la verdadera Universidad, provocó un lamentable retroceso en lugar de avance en el perfeccionamiento universitario mexicano.
Esta regresión ¡propuesta por los propios universitarios! significó la pérdida de libertad para cedérsela no sólo al gobierno, sino también a cualquier otra fuerza que logre dominar a sólo la mitad más una de las personas que integran la Junta de Gobierno, llámese poder político, económico o religioso, nacional o extranjero.
De hecho, aunque no directamente pero sí en una forma muy cercana, tuve la oportunidad de constatar cómo, durante el régimen dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) los integrantes de la Junta de Gobierno, la mayoría procedentes de este partido, se reunían para ponerse de acuerdo en los nombres que le propondrían al presidente de la República, a fin de que escogiera o designara a otro al que considerara más conveniente “para la buena marcha de la Universidad”.
¿Y en Aguascalientes ?
Como es sabido, la autonomía en el Instituto de Ciencias se incluyó en su primera Ley Orgánica proclamada en 1942, con las características de plena autonomía de la del rectorado de Gómez Morin entonces vigente en la UNAM de 1933 a 1945, con el Consejo Directivo como máxima autoridad.
Esa plena autonomía del Instituto se perdió en 1963, cuando en la reforma de la Ley Orgánica incorporó en su texto la malhadada Junta de Gobierno. A partir de entonces era pública y notoria la influencia del PRI tanto en el nivel administrativo como en el magisterial y el estudiantil; sin embargo, tras la debacle de ese partido, tanto el brazo político de la iglesia Católica llamado Opus Dei, como el del sector empresarial, fueron incrementando su influencia sobre todo al cambiar el nombre de Instituto por el de Universidad
El hecho, en síntesis, consiste en que a partir de 1963 se perdió el peso de la comunidad universitaria en la toma de decisiones con que se nutría el Consejo Universitario -es decir, su autonomía- para recaer en la minúscula Junta de Gobierno que continuará burlando la opinión general para beneficio de fuerzas externas mientras la misma comunidad universitaria lo permita.
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina