Fantasmas felices: colección de eventos testarudos, antes humanos, que constantemente luchan para no desintegrarse en el negro definitivo. Un fantasma sabe que no existen el paraíso o el infierno, que son recursos inventados por ángeles y demonios para devorar la imaginación humana. La mayoría de los fantasmas se sujetan a la vida a través de la tristeza y la rabia pero algunos disidentes, pocos en realidad, consiguen quedarse en este mundo usando todos los sentimientos de felicidad. Bebés felices, bicicleteros sonrientes y atropellados, enfermos solitarios que dan las últimas gracias porque su cuerpo vencido los ha dejado pudrirse. Dicen que estos últimos, cuando atraviesas un campo de flores o pasillos blancos y luminosos, te harán sonreír; pero no te confíes, los fantasmas felices pueden poseer tu cuerpo porque incluso ellos extrañan los placeres táctiles.
Tlacuache temeroso: una vez desaparecieron los dioses de los tlacuaches, la mayoría de ellos se recluyeron en los troncos de los árboles, y diminutos, mágicos, dedican el resto de la eternidad a fumar y beber, preparándose para el regreso de su cosmogonía original, pero otros, temerosos de la sombra del dios único porque se ve muy magnánima, muy terrorífica, buscan sus favores asumiendo el papel de soldados verdaderos. Marchan en pequeños grupos de sur a norte, vigilan los actos humanos sesudamente para interpretarlos según el libro de su nuevo dios. No saben leer, pero muchos de estos libros tienen ilustraciones muy bellas, de fuegos y sufrimiento. Los tlacuaches temerosos, viajeros entre los árboles y al resguardo de las esponjosas nubes de los valles, muerden los pies de los pecadores e incendian las casas de los criminales. Desafortunadamente no siempre entienden a quién deben castigar, igual han perdonado a curas pederastas como narcos incidentales, y sin oficio de mártires, cuando encuentran una botella de mezcal, se distraen fácil y regresan a sus primeros pasos. Pero lo intentan, y lo seguirán intentando, porque también quieren pertenecer a este nuevo mundo al que una vez le regalaron el fuego.
Diablos dadivosos: no todas las huestes de Belial, el nuevo rey del Infierno, son malvadas porque la burocracia caótica del infierno está repleta de fallos, modos de saltarse las reglas y metáforas chafonas que pueden malinterpretarse a placer. Ningún diablo tiene tiempo o suficiente dinero para entrenarse apropiadamente y adquirir los cursos obligatorios para perfeccionar su maldad. Y Satanás, antes un líder riguroso y empecinado a destruir la creación de su padre, hace mucho no entrena diablos porque de todos los pecados, descubrió en el ocio el más placentero de ellos. Por lo mismo, no es raro encontrar diablos dadivosos que hacen favores cósmicos sin costo alguno para el alma humana; el problema radica en que nadie suele creerles y su aspecto, tan terrible como siempre, ahuyenta a sus potenciales clientes. Si encuentras un diablo dadivoso, invítale una cerveza y escúchalo: te ofrecerán el mundo a cambio de un amigo que sea capaz de escucharlos, y no te costará nada, o bueno, te costará lo que te permita tu religión y tu consciencia.
Súcubos saciables: ¿para qué chuparle el alma extática en sueños, si uno puede recordarle al muchacho los años que tardará en pagar sus deudas, siempre y cuando no enferme, no lo despidan y su tío lejano le deje una pequeña herencia?
Fénix finito: toman ese nombre cuando la biología del ave inmortal no es adecuada; un día arden por primera vez para convertirse en cenizas y renacer huevo, pero en su caso finito, no consiguen terminar su proceso natural y místico. Arden perpetuamente y no pueden concluir su ciclo de muerte y renacimiento. La paradoja del fénix finito: en vez de ser una criatura que representa el infinito y la espiritualidad, eterno retorno de fuego y esperanza, al arder eternamente, el cuerpo abierto y descarnado por las llamas pero que constantemente se regenera por su magia natural, y en este caso cruel, presa del dolor interminable, es conocida y recordada como un ave de grito y de carne. Quien escucha sus alaridos tendrá pesadillas para toda la vida, incluso más allá de la muerte. Algunos sospechan que los microplásticos pueden pervertir la biología del fénix, algunos otros creen que puede ser la torpeza de un diablo dadivoso. No se confunda con el roc. Los pocos que han existido, encuentran solaz cuando abandonan el mundo y vuelan dirección al sol, quizás solamente ahí pueden tener una existencia.
Dragón diminuto: son más pequeños, incluso, que las hormigas. Miento, son más pequeños todavía, mucho más pequeños que una amiba. Pero eso no les importa. Liberados de las responsabilidades del colosal tamaño que presumen en los cuentos de hadas e imposibilitados de robar monedas de oro para el placer de las películas de alto presupuesto, exploran felizmente mundos moleculares. Quizás son las criaturas más felices del universo.