I don’t need to fight
to prove I’m right,
I don’t need to be forgiven…
Baba O’Riley. The Who
Paul Joseph Goebbels fue el padre de la propaganda en el dominio nazi (primero en Alemania, y luego en la participación hitleriana durante la Segunda Guerra Mundial), desde su encargo como responsable del Ministerio de Educación Popular y Propaganda, creado por Adolf Hitler a su llegada al poder en 1933. Goebbels se había encargado de la comunicación del Partido Nazi y fue responsable del ascenso de este partido al poder. Ya en el gobierno, monopolizó el aparato mediático del estado alemán, con lo que pudo controlar todas las publicaciones y medios de comunicación, así como orquestar la estrategia de propaganda desde el poder centralizado del gobierno. A él se le atribuyen los clásicos 11 principios de la propaganda nazi, a los que -como mero ejercicio- aplicaremos a la comunicación social del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, para ver la posibilidad de similitudes que sugieran el que AMLO se apega al manual de Goebbels. Los 11 principios son:
1.- Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo. La narrativa de AMLO ha simplificado a sus “adversarios” en el cajón común de los fifís, de los conservadores; como antes lo fue el “PRIANRD”, y antes aún, la Mafia en el Poder, sólo que ahora él está en el poder, y por eso había que cambiar el nombre de “el enemigo”.
2.- Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada. Del mismo modo que se pone en el cajón común a cualquier actor político o mediático, sea franco opositor, crítico moderado, o que -simplemente- piense como él.
3.- Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. El ejemplo más reciente es el fallido operativo en Culiacán, en el que la narrativa de un error táctico de las fuerzas del estado se presentó como la narrativa de solución a una amenaza de los criminales.
4.- Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. Por ejemplo, cuando se comunicó la campaña del proyecto de cultura federal “Semilleros creativos – Cultura Comunitaria”, proyecto que ha amenazado la permanencia del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), se hizo ver a los becarios de este fondo (todos valiosos creadores y difusores del arte y la cultura) como una panda de fifís privilegiados a los que había qué deplorar. Lo mismo sucedió con las asociaciones civiles, cuando se les retiró el presupuesto, haciéndolas pasar -de forma orquestada- como una generalidad de organizaciones opacas que se beneficiaban cínicamente del erario, cuando muchas de éstas en verdad realizaban labores que el estado ha soslayado; como, por ejemplo, las dedicadas a atender la violencia de género.
5.- Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. Los cinco mensajes básicos, reducidos a la mínima expresión comunicativa, han sido: “los males del país son culpa de los gobiernos anteriores”, “el pueblo es bueno y sabio”, “recortar recursos es ser austero y la austeridad es moralmente deseable”, “la moral deseable es la moral cristiana”, y “la lucha es entre nosotros que queremos cambiar al país contra los conservadores fifís adversarios”.
6.- Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Estos cinco mensajes básicos, se han vulgarizado por los distintos medios comunicativos que tiene el gobierno, desde sus propios canales oficiales, hasta los medios de comunicación que le son afines, pasando por líderes de opinión y las masas proclives en redes sociales.
7.- Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones. En este sentido, el ritmo comunicativo del presidente en sus “mañaneras” ha puesto el ritmo a la agenda nacional de medios y de opinión pública. Así, mientras columnistas, editorialistas, y actores políticos y sociales, hacen réplica de las declaraciones del presidente, éste -a la siguiente “mañanera”- va imponiendo otra agenda de temas.
8.- Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias. Así, con el ya clásico “yo tengo otros datos”, el ejecutivo construye su propia narrativa de la realidad, basándose sólo en los fragmentos informativos que le son útiles a la verosimilitud de su discurso.
9.- Principio de la silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines. En complemento al principio anterior (número 8), el presidente construye su discurso despreciando la fracción de información que contradice su narrativa.
10.- Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. El ejemplo base es dual: la lucha de clases y la hegemonía religiosa. El presidente ha reducido su batalla a usufructuar los sentimientos de un depauperado proletariado explotado y poco instruido, así como de una población mayoritariamente creyente de la tradición judeocristiana.
11.- Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad. Fácilmente identificable con su discurso, luego del triunfo electoral, que presenta a la tercera parte del electorado que votó por él como “la generalidad del pueblo bueno”, reduciendo a sus críticos como si fueran “la minoría rapaz de conservadores que le han hecho daño al país”.
Así, es posible ver similitudes poco casuales entre la forma de comunicar que tiene el gobierno de AMLO, y el modelo clásico de la propaganda de Paul Joseph Goebbels. En el mismo tenor, me permito reproducir aquí una publicación que hice en mis redes sociales, a colación de la masacre contra mujeres y niños de la comunidad LeBarón, y la subsecuente campaña mediática contra esta comunidad; campaña que contiene elementos de los descritos en este texto:
“¿A ustedes no les preocupa esto?
Luego de la horrible masacre contra mujeres y niños de la comunidad LeBarón, en redes sociales han cundido textos, artículos, columnas, videos, y publicaciones, en los que se construye una narrativa que cimienta la percepción de que si los masacraron fue porque lo merecían.
No sé. Pero tengo la fuerte sensación de que hay una campaña orquestada para revictimizar a personas contra las que se cometieron crímenes propios de la guerra y del terrorismo.
Si la comunidad LeBarón -o sus líderes- han cometido ilícitos, que sea el Estado el que procure la justicia, sea en el tema de los ejidos, de los pozos de agua, del matrimonio infantil forzado, la trata de personas, o la poligamia.
Pero que eso no sirva de pretexto para sacar la xenofobia, la intolerancia religiosa, ni la revictimización a personas que han pasado por un infierno inimaginable. Nadie merece ser acribillado y calcinado en una terracería. Nadie merece ese horror”.
Sólo como un ejemplo de cómo la propaganda del régimen obedece a modelos sobre los que hay que tener la atención pública, para fomentar una ciudadanía crítica, democrática y participativa, como antídoto a cualquier expresión del populismo y del totalitarismo.
alan.santacruz@gmail.com | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9