“Somos lo que sabemos, sabemos para existir y existimos para saber lo que somos”.
Michel Foucault fue un filósofo francés verdaderamente destacado, en sus distintas obras deja plasmado con un criterio objetivo y bien estructurado los comportamientos sociales y del mismo modo expresa reflexiones existenciales que nos acontecen como especie contemporánea. Debo expresar que la educación es uno de los temas que más me apasionan, creo firmemente que es la herramienta para poder cambiar la realidad de nuestro país, y de manera paralela disminuir la desigualdad.
En su obra Vigilar y castigar, Foucault comienza su obra con el suplicio que es aplicado a Demian, un individuo que representó una amenaza para el poder establecido, su castigo fue tortuoso y emblemático, sin detalles, puesto que son descriptiblemente crudos, el individuo es azotado en la plaza pública para que las personas pudieran ver cuál sería su destino si intentaban atentar en contra del poder. Al igual que la política, dicho acto no fue producto la casualidad, fue la causalidad aplicada para generar un medio de control sustentado en la hipótesis de un suplicio.
El tiempo siempre es un factor que fortalece al sentido de la realidad, el castigo que se aplicó fue en 1757, sin embargo, 75 años después, el autor describe un sistema carcelario en donde los reclusos son dominados por la rutina establecida por la autoridad, cabe mencionar que el sistema aplicado coincide ampliamente con las rutinas sociales de nuestros días, con bastas limitaciones y con un sentido estricto que da proporciones desde cierta panóptica de un sistema que proporciona orden, pero en el clisé de otro contexto es más que evidente que un modo temporalizado de la imposición de un control.
Si se traslada el sistema carcelario a un cuadro asimilativo de comparación con el sistema educativo prusiano, se puede esclarecer de manera muy puntual que la educación estaba basada en un esquema de control como si fuera el dinamismo de una fábrica representativa de la revolución industrial. Voltear al pasado es menester y obligación, ocupar el presente, es un derecho y una convicción.
Resulta en tácita obviedad que en algunas escuelas, por no decir que en muchas, este modelo impera, el alumno está adiestrado para obedecer y no para pensar o reflexionar, a cierta hora tiene derecho a sus alimentos y un claro ejemplo de la instrucción son las tablas de multiplicar, las cuales refieren memorización y rara vez comprensión. Se genera un esquema de manufactura o no de mente factura.
Una de las esencias del texto es el siguiente: no centrar el estudio de los mecanismos punitivos en sus únicos efectos “represivos”, en su único aspecto de “sanción”, sino reincorporarlos a toda la serie de los efectos positivos que pueden inducir, incluso si son marginales a primera vista. Considerar, por consiguiente, el castigo como una función social compleja.
El sistema educativo mexicano está colapsado, existe un sindicato con mucha fortaleza, que paraliza a los centros educativos si algo no es a su entera conveniencia, tenemos gobiernos como el actual Gobierno de López Obrador, en donde por una ínfula política ha desbaratado la reforma educativa de EPN, pasamos de un reforma a otra, sin darnos cuenta que lo único latente es lo amorfa educación de nuestro país.
Aunado a eso tenemos algunos segmentos de maestros que no son evaluados y que se rehúsan a una administración por objetivos. Si se le ponen cadenas a nuestro sistema educativo, no será casualidad que las próximas generaciones están dogmatizadas en la ignorancia y tal vez sean un ejemplo muy parecido al de la alegoría de la caverna de Platón.
Vivimos en un mundo en donde estamos pasando de manera estrepitosa de un polo a otro, en nuestro México ya no existe el suplicio en la plaza pública, y la tortura está configurada como un delito grave, es positivo que ya no exista, pero es lamentable que no exista control sobre el desorden social que impera por la falta de una educación formativa, humanista e idealista.
Como bien expresan los liberales “el mayor enemigo para un gobierno corrupto es una sociedad educada”. Coincido cuando Foucault esgrimía que es necesario que se tenga que renunciar también a toda una tradición que deja imaginar que no puede existir un saber sino allí donde se hallan suspendidas las relaciones de poder, y que el saber no puede desarrollarse sino al margen de sus conminaciones.
El texto se resume a la siguiente reflexión sobre Vigilar y castigar: “Somos nuestra memoria, somos ese museo quimérico de formas cambiantes, ese montón de espejos rotos”, Jorge Luis Borges.
In silentio mei verba.