Dos compositores del mismo periodo, ambos románticos, un ruso y un alemán fueron los convocados para el cierre de la tercera temporada de conciertos de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes. Tchaikovsky y Mendelssohn, sin duda es el mejor programa de este tercer ciclo de conciertos que terminó el pasado viernes 11 de octubre de 2019.
Excelente entrada, cuando llegué al Teatro la fila de ingreso era muy grande, pero fluía sin problemas y, bueno, la verdad esto lo celebro, me da mucho gusto que cuando se programa música académica la gente responda y no sólo cuando se toque música popular, o cuando está un mariachi o con los Beatles sinfónico, finalmente un orquesta está diseñada, hecha y preparada para tocar este repertorio, el de los grandes maestros de la música, como decía mi abuelita (q.e.p.d.). Ahora con un programa ciertamente muy atractivo, pero finalmente música de concierto, el teatro estaba arriba de los tres cuartos de su capacidad.
El concierto inició, conforme a lo programado, con la Obertura 1812, Op.49 de Tchaikovsky y de este mismo compositor escuchamos después el Concierto para violín y orquesta en re, Op.35 contando con la participación de la violinista Aisha Corona Aguilar. Después del intermedio disfrutamos de la Sinfonía No.3 en la menor, Op.56 que identificamos con el nombre de Escocesa de Felix Mendelssohn, todo esto encomendado a la batuta del maestro Rodolfo Barráez.
Yo escéptico como siempre, o casi siempre, llegué al concierto con mis dudas, la violinista se me hacía demasiado joven para enfrentarse a semejante compromiso como el concierto de Tchaikovsky, apenas tiene 16 años aunque su aspecto es de menor edad, tenía mis dudas que no tardé en desechar.
Desde que se paró en el escenario e inició el concierto te das cuenta del empaque, de la seguridad, del dominio total, absoluto de la partitura que se le encomendó. La forma de tomar el arco del violín y preparar su entrada, lo esperaba con ansia, después de la introducción de la orquesta viene la primer intervención del violín solista y ahí estaba esta niña con sus 16 años a punto de realizar una ejecución impresionante de uno de los conciertos más exigentes, más conocidos y de mayor riesgo para todo el que se presuma un buen violinista, apenas los primeros compases que tocó yo ya no tenía dudas, estábamos ante una gran violinista que a más de uno nos dejó con la boca abierta, y ella para en el escenario, casi sin moverse, lo estrictamente necesario, su brazo derecho manejaba el arco como si de un veterano se tratara, ella lo hacía con naturalidad, como si no estuviera haciendo algo extraordinario, bueno, supongo que tocar así es algo connatural a este joven talento. No exagero si afirmo que fue una ejecución virtuosa. La cadenza fue impresionante de verdad, nadie se movía de su lugar, no había necesidad de ello, la música lo envolvía todo, de repente, nunca falta, un celular sonando en las notas más agudas, esas que te tienen en el filo de la butaca porque sabes que el solista está expuesto a caer en el menor error, cualquier distracción, un parpadeo puede echar a perder todo, pero ella ni se inmutó, quizás ni siquiera escuchó el ruido del teléfono, siguió con sus trazos virtuosos tomando al público de la mano y llevándolo a donde sólo la música te puede transportar.
Al terminar el primer movimiento, lamentablemente vinieron los aplausos, aunque la verdad no sé si el público aplaudió por ignorancia de que se debe de guardar ese entusiasmo hasta que termine la obra y no en cada movimiento, o si fue una reacción espontánea que no se puede evitar como respuesta a su trabajo hecho en el exigente primer movimiento. Como sea ya no tuvimos que soportar esa molesta interrupción porque se segundo y tercer movimiento se ejecutan sin solución de continuidad.
Esta versión ligeramente un poco más larga que el tiempo estándar del Concierto para violín de Tchaikovsky que es alrededor de unos 35 minutos, en este caso se prolongó poco más de los 40 minutos. Cuando terminó el concierto fue algo así como dejar sacar el aire guardado en los pulmones, respirar profundamente como cuando termina algo que se disfruta hasta el extremo, no sé por qué a mí me pasa que sufro mucho los conciertos, sobre todo de este nivel de exigencia, en lugar de relajarme y disfrutarlo, siempre estoy retorciéndome los dedos, temiendo que algo suceda, un niño llorando, un celular sonando y que se rompa el encanto, la magia del momento, eso me sucede invariablemente.
El maestro Rodolfo Barráez, también muy joven, hizo un trabajo extraordinario, en el concierto de Tchaikovsky protegiendo a la solista y dándole toda la confianza para que se desarrollara libremente y sin preocupaciones. En la Obertura 1812, nos transmitió sin mayor dificultad el carácter triunfal de la partitura, y con la Sinfonía No.3 de Mendelssohn fue respetuoso y muy cuidadoso de la partitura, sin hacer nada más que lo estrictamente necesario, y el resultado fue una interpretación puntual y solvente de esta deliciosa página del romanticismo sinfónico.
La temporada concluye y vienen los conciertos didácticos y el próximo 1 de noviembre arranca la cuarta temporada, una temporada corta de sólo cinco conciertos, pero todos ellos de verdad exquisitos. Hasta entonces si Dios no dispone lo contrario.