- Fue un hombre entrañable y generoso con sus saberes, un humanista multifacético y un académico ejemplar, dotado de un espíritu inquisitivo inigualable, afirmó el rector de la UNAM
- Su vasta obra lo ubica entre los grandes pensadores mexicanos y permitió conocer las concepciones filosóficas de los antiguos nahuas
En la Universidad se le fue la vida disfrutando de flores y cantos, hilando con ello una vida de éxitos y esfuerzos, dejándonos un legado de alegría y entusiasmo, y el permanente deseo de saber e indagar, afirmó el rector Enrique Graue durante el homenaje que la UNAM rindió al historiador, poeta y filósofo Miguel León-Portilla.
“En toda la Universidad se queda el universitario eterno, el maestro de muchas generaciones y de muchas más que en el futuro seguirá guiando. Seguirán sus lectores leyéndolo y él continuará susurrando a sus oídos la verdad de nuestra cultura. Persistirá con nosotros el universitario que mejor interpretó y habló por el espíritu de nuestra raza”, precisó Graue.
Acompañado de los exrectores Guillermo Soberón Acevedo, Octavio Rivero Serrano, José Sarukhán Kermez, Francisco Barnés de Castro y José Narro Robles; así como de los presidentes en turno de la Junta de Gobierno y del Patronato Universitario, Xavier Soberón Mainero y María Elena Vázquez Nava, respectivamente, el rector Graue reiteró que con la partida de León-Portilla, México ha perdido a uno de sus mejores hombres, y la Universidad, a uno de sus más ilustres hijos.
Ante la presencia de familiares del homenajeado, señaló que “todos sabíamos que un día tenía que irse, pero también todos queríamos que se quedara, y de ser posible indefinidamente”.
Agregó que León-Portilla fue un hombre entrañable y generoso con sus saberes, un humanista multifacético y un académico ejemplar, dotado de un espíritu inquisitivo inigualable, de una pluma incansable que bordaba las hebras de la historia con una fuerza singular. “Que descanse en paz y viva para siempre entre nosotros”, expresó Graue.
Vicente Quirarte Castañeda, integrante de la Junta de Gobierno, aseveró que León-Portilla fue un hombre de palabra, la defendió y enalteció. Recordó que junto con el jurista Diego Valadés, hizo ver que en el país hay dos millones de hablantes que mantienen vivo el náhuatl y libraron una ejemplar batalla para elevar a rango constitucional las lenguas originarias como lenguas nacionales.
El doctor honoris causa por esta casa de estudios tuvo como hermana generacional a la autonomía universitaria. Por ello, llamó a que, como un homenaje al gran maestro, se ejerza, se defienda y se transforme esta autonomía, resaltó.
La investigadora emérita por la UNAM, Mercedes de la Garza Camino, recordó que su maestro y amigo fue un auténtico historiador, un intérprete y rastreador que se involucró vitalmente con aquello que buscó conocer, quien supo situar en el contexto de sus lenguas y su cultura los restos del mundo mesoamericano.
Su vasta obra lo ubica entre los grandes pensadores mexicanos y permitió conocer las concepciones filosóficas de los antiguos nahuas, dijo.
Los grandes hombres nunca mueren
Eduardo Matos Moctezuma, doctor honoris causa por la UNAM, resaltó el legado del historiador, filósofo y humanista: “Los grandes hombres nunca mueren, perduran en el tiempo a través de sus obras. Tú eres uno de ellos”.
El arqueólogo resaltó que quien fue buen alumno puede llegar a ser un gran maestro, y León-Portilla, experto en el pensamiento y la literatura de la cultura náhuatl, lo fue: “Desde la cátedra formaste a futuros historiadores y antropólogos, dirigiste instituciones y fundaste otras más. Todos recordamos tus conferencias llenas de sabiduría y de humorismo. Tus logros son muchos, tus palabras están escritas en el libro de la historia”.
Ana Carolina Ibarra, directora del Instituto de Investigaciones Históricas, afirmó que los cantos y poemas en náhuatl abrieron a León-Portilla el ancho camino para comprender la significación de la vida y sus misterios: “La filosofía náhuatl publicada en 1956 y traducida a múltiples idiomas marcó un hito en el estudio de las culturas indígenas”, pues por primera vez se dedicaba una obra de ese calado al pensamiento y reflexión de los indígenas del altiplano”.
Refirió que el universitario ilustre se anticipaba a las corrientes y enfoques que se discuten en la actualidad y sembró un amor verdadero hacia el conocimiento de los pueblos originarios: “Miguel León-Portilla no frenó nunca su capacidad inquisitiva para legarnos una obra de proporciones asombrosas”.
Para Mario Humberto Ruz Sosa, director del Instituto de Investigaciones Filológicas, León-Portilla fue un “hombre lo suficientemente sabio y humano como para preocuparse y atender todas las facetas de la persona, y no sólo las exquisiteces del alma; no se ahorró ni siquiera abordar las veleidades del cuerpo, y en su último libro “Erótica náhuatl”, se permitió exhibir con buen gusto, pero sin tapujos, las desnudeces de hombres y mujeres, auténtica epifanía del otro en su totalidad corpórea. Qué mejor manera de recordar hoy su sempiterna sonrisa, que desde una atalaya lúdica y gozosa”.
Agradeció que nos ayudara a vislumbrar “lo que de solaz resguardaba y resguarda el mundo sensorial mesoamericano, y nos permita engranarnos con ese perfecto goce que es la vida, mostrándonos, a través de este último libro, hasta dónde la noción que tenemos de nuestra corporeidad es diversa, hasta qué punto somos herederos también del gozo de los vencidos. Gracias al maestro, cuyo corazón, como en el Canto del Atamalcualoyan, está ya brotando flores en la mitad de la noche”.
Francisco Morales Baranda dio lectura en náhuatl a uno de los poemas de su maestro, Miguel León-Portilla: “Cuando muere una lengua”, para recordar el amor por ésta y otras lenguas del autor de Visión de los vencidos.
“Por ti aprendimos que ninguna cultura nos puede ser ajena, todas son patrimonio de la humanidad; deben ser fuertes, bien consolidadas para asegurar esa diversidad que caracteriza a la naturaleza humana.
“Fuiste el escultor de tu propia estatua, pero esta escultura está en nuestros corazones, nuestro afecto y sentimientos, y ahora venimos a develarla. Con tu muerte se confirman tus méritos, se aprecian tus cualidades, se valora tu talento, tu vasta cultura y dedicación como investigador emérito de la UNAM, porque vemos tu calidad humana y ésta sigue conservándose incólume, grande y luminosa en la estatua que con tu conducta formulaste a lo largo de tu vida”.
Morales Baranda parafraseó a Eduardo Matos: nos preguntamos “¿cuánto tiempo habrá que esperar para que por fin se haga justicia al indígena, cuántas voces habrán aún de escucharse?, no son suficientes las voces que fueron y las voces que son. Mientras exista la pobreza, la explotación y la negación indígena, seguirán escuchándose desde el fondo de nuestras conciencias las palabras ásperas y duras, y las voces de los vencidos que tomaron forma en los trabajos de don Miguel León-Portilla, y que nos dicen ‘aquí estamos’”.
Con información de la UNAM