¿Usted pensaría que un joven que dedicó cuatro o más años de su vida a estudiar y obtener un título universitario tendrá problemas para ejercer su profesión? Pues lamento decirle que actualmente en nuestro estado, ésa es una realidad cotidiana. El problema está en que muchos muchachos se entusiasman por aquellas carreras que les atraen, para las que sienten tener las destrezas y desde luego creen sentir ese algo tan difícil de definir que es la vocación. Resulta que concluyen sus programas académicos, obtienen la licencia profesional y resulta que no hay trabajo. Y en muchas ocasiones sí lo hay, pero no se paga. Veamos cuáles son, en primer lugar abundan en nuestra entidad y en todo el país las Licenciaturas en Criminología. Carrera de moda promovida por la televisión con tantas series de forenses inteligentísimos que son una fantasiosa mezcla de detectives, espías y agentes secretos. Es una profesión que tiene que ejercerse en una oficina pública ya que nadie puede practicar la Criminología en el ámbito privado. Y resulta que la Procuraduría no los contempla en su planilla de empleos. Pero aún cuando así fuera, con dos o tres tendrían suficientes para mucho tiempo. Y entonces, ¿qué hacen los más de cien jóvenes que egresan cada año? Los historiadores y filósofos pueden encontrar trabajo como profesores en una prepa o en una universidad. Pero no hay ninguna institución que contrate a los historiadores para que hagan crónica o investigación histórica. En el mejor de los casos, unos cuantos encontrarán chamba en los Archivos Históricos, como eso, como archivistas. Los filósofos no tienen lugar en ningún sitio que no sea la docencia. También tendrán que resignarse a la docencia los sociólogos. Ellos deberán trabajar en oficinas del gobierno y con unos cuantos se llenan las plazas de oficinas de población, censos, o demografía. Para los demás, nada. Los licenciados en Letras muy audaces crearán una editorial y con unas cuantas, se satura el mercado. ¿Qué harán entonces los demás, como no sea dar clases? Resulta que deberían ser contratados en los medios de comunicación como correctores de estilo, para redactar las notas periodísticas, o el vocabulario de los locutores, o los discursos de los políticos, o los sermones dominicales de los sacerdotes, donde realmente urgen. Pero no es así, nadie los contrata y en algunos contados casos, sí se les pide que lo hagan, pero no se les paga. Grandes dificultades encuentran los egresados de Artes Escénicas, Diseño Gráfico y Diseño Textil, aunque estas tareas suelen ser pagadas, pero a muy bajo costo. Durante muchos años la Cruz Roja funcionó con voluntarios. Ahora existen universidades que ofrecen Técnico Superior Paramédico, que al egresar tienen grandes dificultades para conseguir trabajo asalariado, porque se sigue pensando que deben ser voluntarios. En varios estados de la República han desaparecido las escuelas normales de educación física, porque una escuela con un profesor de deportes cumple sus necesidades y le dura muchos años. Los muchachos prefieren estudiar en escuelas de futbol con la esperanza de llegar a profesionales. Por otra parte, existen las carreras que sí tienen muy claro su mercado laboral, tales como la Nutrición, la Fisioterapia y la Gastronomía ya que se pueden ejercer como empleados en empresas o de manera privada. Sólo que la abundancia de tales licenciaturas en muchas universidades han empujado a los jóvenes egresados a convertirse en restauranteros cuando son nutriólogos o gastrónomos y a ser masajistas o abrir negocios de SPA cuando son fisioterapeutas. La frustración de los estudiantes y de sus familias debe motivar a las universidades, tecnológicos y otras instituciones de educación superior a realizar muy acuciosos estudios de mercado laboral antes de abrir una carrera por novedosa que parezca o por mucho que la soliciten los muchachos.