Atenas, Grecia. 5 de octubre de 2019. El secretario de Estado de la Unión Americana, Mike Pompeo, se regodea por el triunfo diplomático conseguido: “Éste es un punto axial para las relaciones greco-estadounidenses. Queremos asegurar que las reglas que gobiernan la exploración internacional en los recursos energéticos del mar Mediterráneo”. El diplomático estadounidense, famoso por su descomunal trasero, agrega, en clara alusión a Rusia: “Y que ningún país tendrá como rehén a Europa”.
El ministro de Asuntos Exteriores de Grecia, Nikos Dendias, replica: “El acuerdo es un factor de estabilidad en la región. Porque no está dirigido contra alguien, pero actúa como un mensaje para cualquiera en la región que piense que ellos pueden operar fuera de las reglas del Derecho Internacional y del Derecho del Mar”.
La escena arriba descrita sirve como prólogo al presente artículo el cual pretende explicar y analizar por qué, en el mundo contemporáneo, Grecia ha devenido en un cruce geográfico.
La historia del siglo XX presenta varios ejemplos que demuestran la importancia geopolítica de Grecia: en abril de 1941, ante el fracaso de su aliado Benito Mussolini en subyugar a los griegos, Adolf Hitler ordenó la invasión de Grecia y Yugoslavia. La maquinaria bélica germana avasalló a los helenos, quienes se comportaron como dignos herederos de Leónidas y sus 300 espartanos. El 27 de ese mes, la esvástica serpenteaba sobre la Acrópolis de Atenas. Poco les duró el gusto a los teutones: el 30 de mayo, dos jóvenes griegos, Manolis Glezos y Apostolos Santas, derribaron el símbolo nazi de su asta bandera.
La isla de Creta, definida por el escritor inglés Patrick Leigh Fermor como mi “hogar isleño donde ronda los minotauros”, estaba bajo control del Reino Unido. Para el Alto Mando alemán esta realidad era una afrenta, pues “el dominio del Mediterráneo Oriental depende de la captura de Creta”1. Por ello, Hitler ordena la Operación Merkur: el asalto de 8 mil paracaidistas alemanes, quienes “eran la ardiente encarnación del espíritu teutónico de revancha por la derrota de 1918” (Winston Churchill dixit). Las tropas aerotransportadas germanas vencieron a sus valientes adversarios australianos, británicos, griegos y neozelandeses.
En el verano de 1944, la marea de la guerra cambió a favor de los angloamericanos. Entonces, el primer ministro, Winston Churchill, expresó al presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, su temor de que los comunistas griegos tomaran el poder: “El Gabinete de guerra y el secretario de Asuntos Exteriores están muy preocupados sobre qué pasará en Atenas y, de verdad, en Grecia cuando los alemanes se rompan o cuando sus divisiones traten de evacuar el país”2.
El 26 de septiembre los británicos desembarcaron en Grecia. Para evitar que el Mediterráneo Oriental cayera bajo la influencia comunista, Churchill voló, en octubre, a Moscú para entrevistarse con el líder soviético Iósif Stalin. El inglés de pómulos lozanos dijo que “Gran Bretaña debe ser la potencia dirigente en el Mediterráneo”. Por su parte, el georgiano cacarizo accedió a cambio de que la Rusia soviética logre la preponderancia en: Bulgaria, Hungría, Rumania y Yugoslavia.
Entonces los británicos tomaron una decisión clave: armar a los griegos que habían colaborado con los nazis para que les ayudaran a combatir a los comunistas -hasta entonces sus socios. El 3 de diciembre una manifestación de civiles desarmados fue acribillada por los derechistas griegos y las tropas británicas. Este hecho fue conocido como la Dekemvriana.
Los comunistas atacaron a los británicos, quienes tuvieron que emplear su poderío. Este acontecimiento provocó molestia en la opinión pública estadounidense, quien simpatiza con los izquierdistas. La situación es tan crítica que el mismísimo Churchill vuela a Atenas, donde aterriza el 25 de diciembre, e instala su cuartel general en la Embajada británica. Sin embargo, los británicos desconocían que Manolis Glezos había colocado en los sótanos de la sede diplomática dinamita suficiente para eliminar a Churchill. Para fortuna de éste, los comunistas no quisieron provocar a los británicos y abortaron la misión. Churchill, por su parte, logra una salida política al conflicto: el 29 de diciembre el rey Jorge II de Grecia nombra como Regente al Obispo Damaskinos.
La conclusión de la Segunda Guerra Mundial no aplacó los ánimos en Grecia: el 31 de marzo de 1946 estalló la guerra civil entre los comunistas, apoyados por el mariscal Tito de Yugoslavia, y las fuerzas monárquicas, apuntaladas por 40 mil soldados británicos. En menos de un año, los británicos anunciaron que no podían continuar la lucha y los Estados Unidos entraron al quite.
La lucha fratricida terminó en octubre de 1949 con la victoria de las fuerzas conservadoras. A continuación, siguió un período democrático, caracterizado por la inestabilidad, el cual terminó el 21 de abril de 1967 cuando los coroneles, “un grupo de militares zafios de mediana graduación”3, quienes contaban con la venia de los Estados Unidos, derrocaron a la monarquía.
El retorno a la democracia y el ingreso al entonces Mercado Común Europeo proporcionaron una endeble estabilidad a Grecia, la cual fue rota cuando, en 2010, estalló la crisis económica. En 2015, los griegos votaron por el izquierdista Alexis Tsipras. El político progresista fue incapaz de cumplir con su plataforma política. Por ello, en julio de 2019, la elección fue ganada por centro-derechista Kyriakos Mitsotakis.
Mitsotakis, un neoliberal educado en Harvard y Stanford, alineó la política exterior con Donald Trump. Esto se tradujo en el acuerdo suscrito por Pompeo y Dendias, el cual implica: la expansión de la VI Flota estadounidense en Creta; la creación de una base para drones en el centro de Grecia; y el establecimiento de una base aérea y naval en la ciudad de Alejandrópolis.
El escribano concluye: primero, el acuerdo con Grecia permite a los Estados Unidos asegurar el flanco oriental de la Alianza Atlántica; segundo, el despliegue bélico estadounidense es una señal de que disputará a Rusia el liderazgo en los Balcanes y en el Mediterráneo Oriental; tercero, es una muestra de desconfianza hacia Turquía, miembro de la OTAN, pero que últimamente ha coqueteado a Rusia. Finalmente, valida las palabras del teórico griego, Nikos Kazantzakis: “Grecia está justo en medio; es el cruce geográfico y espiritual del mundo”.
Aide-Mémoire.- La aplicación de una receta diseñada por el Fondo Monetario Internacional tiene a Ecuador al borde del colapso.
1.- Beevor, Anthony. Crete: The Battle and the Resistance. London, John Murray, 2005, p. 72.
2.- Athens 1944: Britain´s dirty secret: https://bit.ly/2cYg9Cj
3.- Kaplan, Robert D. Fantasmas balcánicos. Barcelona, Ediciones B, 1998, p. 345.