Oaxaca, México. 19 de octubre de 2019. El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, conferencia con su homólogo estadounidense, Donald Trump, quien, en la víspera, lo había buscado para platicar sobre el fallido operativo para capturar a Ovidio Guzmán López, hijo del conocido capo Joaquín “El Chapo” Guzmán. El político tabasqueño -acompañado de su canciller, Marcelo Ebrard- explica las razones para liberar a Guzmán López.
La escena parece divertir a un retrato, en donde dos niñas mofletudas degustan una sandía. Minutos más tarde, en la cuenta de Twitter de López Obrador aparece el mensaje inocuo: “Recibí llamada del presidente Trump expresando su solidaridad por los hechos de Culiacán. Le agradezco el respeto a nuestra soberanía y su voluntad por mantener una política de buena vecindad, sustentada en la cooperación para el desarrollo y el bienestar de nuestros pueblos”.
Las escenas arriba descritas sirven como prólogo al presente artículo el cual pretende explicar y analizar cuál ha sido y, posiblemente será, la participación estadounidense antes y después del fiasco ocurrido el pasado jueves 17 de octubre en Culiacán, Sinaloa.
El primer acto del drama en cuestión ocurrió el 16 de septiembre del año en curso, cuando Uttam Dhillon, director de la Administración para Control de Drogas (DEA por su acrónimo en inglés) visitó Sinaloa a invitación expresa del gobierno de esa entidad federativa. El funcionario estadounidense se reunió con el gobernador Quirino Ordaz Coppel y con altos mandos de las secretarías de Defensa Nacional y Marina, así como de la Guardia Nacional.
El gobierno sinaloense solicitó a la DEA apoyo para adquirir tecnología y ser removido de la lista de entidades marcadas como peligrosas para el turismo estadounidense. Lo que llamó la atención fue el hecho de que la reunión se dio en el contexto de la llamada Pax Narca. Es decir, la ausencia de “una guerra al interior del cártel de Sinaloa y que todo pareciera marchar viento en popa bajo los acuerdos que involucran a los hijos de Joaquín Guzmán”1, al Mayo Zambada y a los remanentes de la agrupación Beltrán Leyva.
El segundo acto acaeció el 17 de octubre, cuando elementos de las fuerzas de Seguridad Pública y Seguridad Nacional apresaron y, después liberaron, a Ovidio Guzmán López, vástago de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera. Esta colaboración no ahondara en los pormenores del operativo, pues ya se han discutido ampliamente en medios escritos y electrónicos.
Sin embargo, hay una interrogante: ¿Hasta dónde estaban enteradas las agencias de Aplicación del Orden e Inteligencia estadounidenses destacadas en México? Parece ser que lo desconocían, debido a que funcionarios del Departamento de Justicia comentaron que “nos enteramos cuando comenzó la refriega de los sicarios del Cártel de Sinaloa contra las autoridades mexicanas que acudieron a la casa donde se encontraba el delincuente”. Asimismo, los funcionarios estadounidenses agregaron, en una crítica velada, que “la cooperación que tenemos con el nuevo gobierno no es igual a la que había en el pasado”2.
El desconocimiento de la DEA del operativo fallido en Culiacán parece sustentarse en que, en el pasado inmediato, la DEA prefería, al momento de ir tras un objetivo de alto valor, apoyarse en las Fuerzas Especiales de la Marina de Guerra mexicana. Las cuales iban debidamente asesoradas por elementos de la famosa Fuerza Delta y del Cuerpo de Alguaciles de Estados Unidos. Tal y como ocurrió durante la Operación Cisne Negro: la captura de Joaquín Guzmán Loera3, evento que ocurrió el 8 de enero de 2016.
El tercer acto ocurrió cuando Donald Trump intentó localizar, el viernes 18, a Andrés Manuel López Obrador, pero no pudo conferenciar con él, debido a que el mandatario mexicano estaba en un lugar inaccesible. Fue hasta el sábado 19 cuando ambos conferenciaron. El político neoyorquino arrojó un “salvavidas político” al activista tabasqueño, pues lo respaldó cuando la crítica de los círculos conservadores hacía tambalear a la Cuarta Transformación.
López Obrador – a través de su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard- logró que el tema del tráfico de armas proveniente de la Unión Americana con destino a México fuera colocado en la agenda. Esto porque durante el combate en Culiacán el crimen organizado mostró armamento que supera en: cadencia y potencia de fuego a las unidades regulares del Ejército Mexicano. Por último, el embajador estadounidense, Christopher Landau, externó que, para la administración Trump, México debe ser estable y floreciente.
El escriban concluye: López Obrador debe ser cauto en la colaboración con la DEA, un organismo gubernamental famoso, desde los días del secuestro de Enrique Kiki Camarena Salazar, por su postura “abiertamente hostil a México”4; la cooperación mexico-estadounidense para detener el tráfico de armas proveniente de los Estados Unidos es primordial para evitar que el crimen organizado posea armas superiores a las instituciones de seguridad nacional y pública de México; la Cuarta Transformación debe ser selectiva en el probable despliegue de agentes y/o militares estadounidenses en suelo patrio; finalmente, el embajador Landau ya definió la agenda bilateral bajo la administración Trump: inmigración y tráfico de armas.
Aide-Mémoire. – Apenas, apenitas, Justin Trudeau fue reelegido como primer ministro del Canadá.
1.- La insólita reunión de la DEA con el gobierno de Sinaloa https://riodoce.mx/2019/10/01/la-insolita-reunion-de-la-dea-con-el-gobierno-de-sinaloa/
2.- En el narco operativo de Culiacán, la mano del “Mayo” Zambada https://www.proceso.com.mx/603879/en-el-narco-operativo-de-culiacan-la-mano-del-mayo-zambada
3.- SOC´s secretive Delta Force Operators on the ground for El Chapo capture https://sofrep.com/45855/jsoc-delta-force-operators-on-the-ground-for-el-chapo-capture/
4.- Estévez, Dolia. El Embajador. México, D.F.; Editorial Planeta Mexicana, 2013, p. 179