Extractores de riqueza / El peso de las razones - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Durante algunos años, hace ya casi un par de décadas, trataba de estar al tanto de lo nuevo que se publicaba en una disciplina que siempre me ha apasionado. La economía suele tener cruces interesantes y comunes con la filosofía. No obstante, pocos libros leí de economía que fueran realmente apasionantes. Tampoco fui seducido por el marxismo, mucho menos por el neoliberalismo. Debe entenderse mi sesgo: aunque mi conocimiento matemático suele ser suficiente para ser un ciudadano informado, existen artículos especializados en economía que me niegan la comprensión del lego. Por ello, siempre me he conformado con los libros que, aunque no son estrictamente de divulgación, no exigen demasiada pericia técnica.

Mis colegas economistas disculparán mi atrevimiento: pero para mi ojo no experto, aunque apasionado por su disciplina, la última década parece un vibrante momento de cambios al interior de su disciplina. Ahora no sólo trato de estar al tanto, sino que disfruto a veces mucho más la lectura de un nuevo libro de economía que de uno de filosofía. Así, en estos años he disfrutado muchísimo la lectura de algunos libros como: El fin de la pobreza de Jeffrey Sachs, El precio de la desigualdad y La gran brecha de Joseph Stiglitz, Un pequeño empujón de Richard Thaler, y más recientemente El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty, Desigualdad. ¿Qué podemos hacer? de Anthony Atkinson, El gran escape de Angus Deaton, Desigualdad mundial de Branko Milanovic, y Economía y psicología del gran economista mexicano Raymundo Campos. También he sido seducido por el carisma y simpatía de Las trampas del deseo de Dan Ariely, y más recientemente por Todo el mundo miente, del economista y científico de datos Seth Stephens-Davidowitz. El paulatino cambio de enfoque que va desde la teoría de la elección racional a la economía conductual, motivado por las investigaciones de Richard Thaler, Daniel Kahneman y Amos Tversky, fue caldo de cultivo para la comprensión actual de la conducta humana y sus más profundos resortes.

Hasta aquí con mi elogio general a la economía y a las y los economistas. Ahora quisiera detenerme en un gran libro de economía que acaba de traducirse al castellano, publicado por la editorial Taurus, y que pueden encontrarlo ya en las mesas de novedades de sus librerías favoritas. El valor de las cosas, de la economista italoamericana Mariana Mazuccato, investigadora de la University College de Londres, es una defensa brillantemente argumentada del papel del Estado en los procesos de innovación. Pero cada uno de los hilos de su argumento, que ya había sido prefigurado en su obra El Estado emprendedor, son valiosos de suyo. Ahora me detendré en su distinción entre creación y extracción de valor, y las consecuencias que dicha distinción tiene en nuestra comprensión de la desigualdad.

Para Mazuccato, el capitalismo ha apostado por una teoría del valor que damos por supuesta en nuestras democracias liberales. Para dicha teoría el valor es determinado por el precio, y no a la inversa, por lo que solemos considerar que las y los grandes emprendedores son ciudadanos particularmente productivos socialmente y, por tanto, merecen beneficios fiscales. Para Mazuccato esta teoría del valor debe ser modificada, pues soslaya el papel que ha tenido y tiene el Estado en los procesos de innovación. Mientras favorecemos a quienes extraen valor, pues consideramos que su trabajo merece beneficios extraordinarios, dejamos desamparados a quienes crean valor. Y en la creación del valor el Estado siempre ha tenido y sigue teniendo un papel preponderante. 

La moraleja de Mazuccato es relevante para los estudios económicos sobre la desigualdad. ¿Acaso no es injusto que quienes extraen valor sean beneficiados doblemente por el Estado? Por un lado, el financiamiento para las investigaciones que han dado lugar a la creación los productos y servicios más estimados actualmente ha provenido en buena parte del Estado. Por otro, quienes extraen valor del resultado de dichas investigaciones no retribuyen de manera justa este financiamiento estatal. Así las cosas, la desigualdad parece el resultado de una idea equivocada que hemos dado por sentada sobre la fuente del valor, y el papel que tiene y puede tener el Estado como emprendedor. El libro de Mazuccato es un fuerte alegato en favor de la justicia distributiva, pero desde el papel que el Estado tiene y puede seguir teniendo en la creación del valor.

 

[email protected] | /gensollen | @MarioGensollen | TT Ciencia Aplicada

 



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