Desarránate o terminarás hervido - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Movimiento Ambiental de Aguascalientes

 

Hace algunos días, durante la semana del cambio climático organizada por estudiantes de la carrera de Ciencias Ambientales de la UAA, presenté la conferencia que da título a este artículo. Con éste hago alusión a un experimento en el que se utiliza una rana para mostrar su reacción frente a un grado de temperatura elevado, agua hirviendo, y lo que hace cuando se va adaptando poco a poco a la alta temperatura. En el primer caso la rana brinca inmediatamente al sentir el fuerte calor y con ello la amenaza a su bienestar; en el segundo caso, la rana se va adaptando cómodamente a los cambios de temperatura hasta el grado de morir hervida. Se utiliza este experimento para hacer una analogía con respecto a la actitud de los seres humanos frente al cambio climático. Está más que demostrado que el aumento de temperatura no obedece a una era geológica natural, sino al excesivo consumo y quema de hidrocarburos, a la tala indiscriminada que produce deforestación y junto a ella erosión de suelos, a la expansión de las ciudades y al consumismo desenfrenado e inconsciente. Estas acciones están llevando los bienes del planeta a su límite, si esto llega a ocurrir vamos a dar el “ranazo” y terminaremos hervidos. 

La comprensión de la antropogénesis del cambio climático se remonta a los estudios hechos por Svante August Arrhenius (1859-1927), quien fue el primer científico en plantear que el aumento en la proporción de dióxido de carbono (CO2) generado por la quema de combustibles fósiles podría acelerar y aumentar el calentamiento de la atmósfera del planeta; Guy Stewart Callendar (1898-1964) continuó con esta investigación y publicó en 1938 un estudio en el que mostraba cómo la actividad industrial de los años 1890 a 1938 había generado un incremento de 10% de dióxido de carbono en la atmósfera, lo que estaba provocando un aumento en la temperatura media del planeta. El científico Roger Revelle (1909-1991) fue aún más lejos y diseñó un ingenioso método para recoger muestras de CO2 por medio de globos aerostáticos en el océano pacífico, lo que le permitió calcular y comparar los niveles de CO2 en la atmósfera. Antes de la era preindustrial la concentración global de CO2 en la atmósfera era de 280 partes por millón (ppm), cuando comenzó a medirse en 1958 el nivel global de CO2 era de 315 ppm, en 2017 se incrementó a 403 ppm. 

La actividad de los seres humanos tiene una influencia cada vez mayor en el clima y el aumento de las temperaturas al quemar combustibles fósiles, talar las selvas tropicales y explotar ganado (me permito aclarar que el aumento de temperatura no es exclusivamente  de calor, pues como se vivió en algunas partes del mundo el año pasado, éste puede ser también de frío). Las enormes cantidades de gases así producidos se añaden a los que se liberan de forma natural en la atmósfera, aumentando el efecto invernadero y el calentamiento global. El CO2 es un gas de efecto invernadero producido principalmente por la actividad humana y es responsable del 63% del calentamiento global causado por el hombre. Su concentración en la atmósfera supera actualmente en un 40% el nivel registrado al comienzo de la industrialización. Es por esta razón que en términos histórico geológicos se ha nombrado a nuestra época la era del Antropoceno, misma que simboliza los disturbios ecológicos ocasionados por la acción humana y con estos poner fin a una era y comenzar otra, mejor o peor, no lo sabemos, pues la eras geológicas se contabilizan en miles o millones de años, así es que las generaciones futuras (no necesariamente de humanos) serán las que decidan si la desaparición de la especie humana, si esto llega a suceder,  fue un bien o un mal; o por el contrario, podemos hacer algo para evitar esto. 

¿Qué se ha hecho para enfrentar este grave problema? En 1972 se llevó a cabo en Estocolmo la primera conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano, en la que los líderes de distintas naciones se comprometieron a generar cambios que contribuyeran a frenar las acciones que estaban dañando el ambiente; en 1979 se realiza la primera conferencia mundial sobre el clima y en 1988 se conforma el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) creado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Este tipo de cumbres se han estado realizando, primero en un periodo de diez años entre cada una de ellas y recientemente estos se han acortado; pero, no se ve ningún cambio, ni compromiso por parte de las naciones y líderes empresariales, al contrario, lo compromisos de disminuir los gases de efecto invernadero y la contaminación, siguen en aumento. Una cosa es el discurso y otra los hechos. Esto lo hizo ver la activista Greta Thunberg, en su discurso del 23 de septiembre de este año en La cumbre del clima en las Naciones Unidas, al señalar que: “La gente está sufriendo, la gente está muriendo. Estamos en el comienzo de la extinción masiva. ¿Cómo se atreven a venir aquí y decir que están haciendo lo suficiente?”. “Estamos al inicio de una extinción masiva y sobre lo único que pueden hablar es la fantasía del crecimiento económico”. 

Sin duda alguna a todos nos gusta crecer económicamente, es decir, ganar más dinero y poder comprar más cosas, pero esa actitud es la que está llevando al planeta a la quiebra. La culpa de que no se ponga un alto a las acciones que frenen el calentamiento global son   inicialmente de los empresarios que buscan ganar y ganar, así como de los gobiernos que lo permiten, pero la última palabra la tenemos los consumidores, quienes debemos dejar de creer que las cosas (casas, coches, viajes, ropa de marca, etc.) son las que nos dan felicidad. Si nos quedamos sin aire limpio, agua, tierras productivas, etc. no habrá cantidad de dinero que sirva para conservar este mundo y buscar la felicidad en él. Amigo lector, tenemos que desarranarnos, informarnos mejor qué podemos hacer desde nuestro charco (siguiendo la metáfora) para contribuir a frenar el cambio climático y los niveles de contaminación o, de lo contrario, terminaremos hervidos.

 

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