What if God was one of us?
Just a slob like one of us,
just a stranger on the bus,
tryin’ to make his way home…?
What if God was one of us?
Joan Osborne
Cada 30 de septiembre se conmemora el Día Internacional del Derecho a la Blasfemia, como una efeméride necesaria en la evolución del pensamiento crítico, y en el combate a los dogmas religiosos que influyen negativamente en las legislaciones, en las tradiciones, usos y costumbres, y -en general- en la forma que los humanos tenemos para relacionarnos. Se conmemora desde 2009 a iniciativa del Center for Inquiry, organización de divulgación científica en Estados Unidos y con distintas sedes internacionales. La elección de la fecha se hizo en conmemoración por la publicación del diario danés Jyllands Posten, que en 2005 imprimió caricaturas satíricas sobre Mahoma, por lo que islamistas radicales hicieron manifestaciones violentas y asesinatos.
A partir de esa efeméride, compartí un comentario en redes sociales, que me permito traer a esta página, por considerar que abona a la discusión pública. El comentario es el siguiente:
“¿Por qué se conmemora un día así? Porque las creencias religiosas, al convertirse en asunto público, deben ser sujetas de análisis, crítica, o debate, como cualquier otra creencia pública, sea política, cultural, o ideológica.
“Sin embargo, a diferencia de las anteriores, las creencias religiosas han permanecido en un tabú maligno, gracias a las instituciones que las sustentan, y a los fanáticos que las creen verdades de dogma. De este modo, muchas de las instituciones basadas en credos religiosos han cometido atrocidades y se han vuelto intocables gracias a ese tabú. Así, sacralizar las creencias religiosas, no sólo atenta contra la libertad de expresión y de pensamiento, sino contra los derechos humanos en general.
“La blasfemia es un derecho necesario, porque cuestiona y critica; porque mueve a la reflexión frente a los dogmas. Por otro lado, tener creencias religiosas también es un derecho que el estado laico le salvaguarda a los creyentes, mientras la práctica de la fe no promueva el delito o la ilegalidad; sin embargo, se debe de entender que la blasfemia no puede, bajo ninguna circunstancia, penalizarse legalmente, ya que la idea de la divinidad es tan inasequible, que -en caso de existir en alguna de las miles de formas en las que la población del mundo históricamente ha creído en ello- no puede obedecer a las leyes humanas.
“Un blasfemo, por serlo, podrá irse al infierno; pero nunca a la cárcel. Es claro, la cárcel existe; mientras que el infierno no se ha comprobado, y -francamente- depende de la creencia de cada quién”.
Hasta aquí la cita. Me permito traerla a esta página en abono a la discusión sobre los temas en los que las legislaturas se han atado a dogmas de fe a la hora de confeccionar leyes y códigos, concretamente en los temas de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE), del matrimonio igualitario (adopción incluida), y del espectro jurídico para la población transexual. En estos temas, han sido muchas las legislaturas que no avanzan, justamente por someterse a la opinión de la iglesia, o de los grupúsculos asociados en las organizaciones “pro-familia” y “pro-vida”, que no son más que la extensión de una catequesis rancia, alejada de la ciencia y del derecho positivo, con la que el sector ultra conservador pretende perpetuar taras, iniquidades e injusticias tales como la misoginia, el machismo, la homofobia y la transfobia, y rechazar arbitrariamente cualquier divulgación científica o humanista que contradiga su muy chata y anquilosada visión de la realidad.
Por ello, bienvenida la blasfemia, como un modo de cuestionar y criticar todo el abuso y el poderío que históricamente las instituciones de fe han ejercido contra las poblaciones vulneradas, contra el pensamiento crítico, contra la ciencia, y contra el humanismo laico.
[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9