Los símbolos del mes patrio / Sobre hombros de gigantes - LJA Aguascalientes
14/04/2025

Desde que tengo memoria, me ha gustado caminar por las calles céntricas de Aguascalientes y de los lugares a los que visito. No sé si la atracción sea la de admirar las estructuras antiguas, observar a la gente que se da cita a esos lugares, o si la energía de donde se origina y se expande todo, es lo que me invita a acudir a esos lugares.

El caso es que siempre que acudo, me gusta analizar la escultura que se sostiene en la exedra, al águila que devora una serpiente, símbolo de nuestro escudo nacional, y principalmente de nuestros orígenes como mexicanos.

La historia nos dice sobre el águila parada en un nopal, devorando una serpiente, que según una la leyenda, en el siglo XIII, algunos grupos indígenas que habitaban en el norte del país (Aztlán), recibieron un mensaje divino: debían de migrar y ubicarse de nuevo en una tierra o islote en el que habrían de encontrar una señal que les indicaría su nuevo hogar. La señal era esa águila, posada en una nopalera, devorando una serpiente. En su andar, los Aztecas o Mexicas llegaron a un lugar donde vieron ese acontecimiento y fundaron “México-Tenochtitlán” (“En el ombligo del mundo” o “en el centro del lago de la luna”).

Pero, ¿por qué un águila devorando a una serpiente? Esta señal, más que un hecho o cuestión fáctica con la que se basaron en fundar México, se debe a una simbología más allá de lo poco que se nos ha explicado o hemos visto.

En el museo Regional de Antropología e Historia de Nayarit hay un petroglifo perteneciente a la cultura náhuatl, donde se representa una serpiente apresada por un águila-garza. Esta piedra tiene más de 1,000 años de antigüedad y se relaciona con los habitantes de Aztlán, pues el origen de esta palabra significa el lugar de la blancura o el lugar de las garzas o pájaros blancos; y tiene una gran semejanza con el escudo nacional. Lo interesante del grabado es la unión de los dos animales en forma circular, y con un origen céntrico de expansión en movimiento.

En muchos indicios de las más antiguas culturas se recogen imágenes en las que aparecen el águila y la serpiente, a menudo enlazadas entre sí. En el caso de los mexicanos, Quetzalcóatl, sea que se trate de los aztecas, o bien Kukulkán, entre los mayas; como referencia a Coatlicue, personificación de la tierra, que se transforma en Cihuacóatl -mujer serpiente, protectora de los gemelos- que a la vez se convierte en Cuauhcíhuatl -mujer águila, con atributos de guerrera-. El águila aparece también en una de las órdenes militares de los aztecas -los Caballeros Águila, que al ser sacrificados en batalla alimentaban al águila solar-. Esta serpiente y águila enlazadas no son privativas de las culturas mesoamericanas; también las encontramos en la India, en Egipto, en Agrigento (Sicilia), por mencionar algunos.

Si a esto agregamos las historias y descripciones míticas de los dragones, sean occidentales u orientales; y que en múltiples lugares encontramos la representación de águilas y serpientes en diversos estilos y formas, podemos ver que van más allá de un simple escudo o historia, o de una simple imagen.

El Águila simboliza el poder del sol, de lo celeste y su dominio o injerencia sobre lo terrenal. Reconocida como el ave de más altos vuelos, tiene la cualidad de dominar, majestuosa, los espacios celestes y el don de mirar al sol sin parpadear, por lo que también simboliza la investigación y el conocimiento, pues contempla con mirada serena y fija la deslumbrante luz de la verdad. Descendiente del sol, irradia calor, energía y vida; remonta el vuelo para conducir sobre sus alas a los seres terrenales hacia las regiones celestiales. 

Por otro lado, la Serpiente ha generado una simbología muy amplia, pero principalmente representa su íntima relación con la tierra, su fortaleza y su capacidad de regeneración. Su morada, la tierra, la pone en contacto con la vida terrenal, el mundo inferior y el reino de los muertos, con los océanos, con el agua primordial y la tierra profunda, en la que se originan los fluidos vitales de los que todo emerge y a los que todo retorna. Así, en el Libro de los Muertos se manifiesta: “Yo soy lo que permanece”. Su energía vital y su capacidad para regenerarse, que se manifiesta en su posibilidad de cambiar de piel, hacen de ella el animal favorito en el emblema de la medicina. Fuente de la que emanan la imaginación y la creatividad, también hacer de la serpiente el don que preside las artes, el conocimiento y la sabiduría. En el Egipto faraónico la serpiente Atum es el dios creador que emerge de las aguas y escupe la primera pareja de dioses; también simboliza a Uroboros, la serpiente que se muerde la cola como símbolo de eternidad y regeneración cíclica al emerger de las aguas a la tierra y regresar a ella. Es un símbolo de evolución, movimiento y conocimiento del cosmos.


Entonces el  águila y la serpiente son la unión y equilibrio entre las fuerzas cósmicas y celestes con las potencialidades de la tierra. Es el equilibrio de lo celeste con lo terrenal, del sol con la tierra, del agua con el aire: la referencia del equilibrio de arriba y abajo. La unión de los cuatro elementos creados por el centro que se expande a la eternidad. Más que destruir, el águila al devorar a la serpiente implica la integración de las dos fuerzas materiales y espirituales, o el origen y creación de todo lo que existe en equilibrio (de ahí que México signifique el ombligo o centro del lago).

Entre los aztecas, la serpiente es un atributo de Quetzalcóatl (la serpiente emplumada) y de la sangre que derramó al verse atrapada por las garras de un águila, por lo que de ahí surgió el hombre, que nació de la separación de la unidad original entre cielo y tierra, águila y serpiente.

Por ello, más que una simple imagen o historia, el águila que devora a la serpiente es la unión de conocimientos de lo celeste y lo terrenal, del aire y la tierra, del fuego y el agua, del hombre y lo divino, del origen y la conclusión, y de que todos los opuestos surgieron de un mismo punto, y más que opuestos, son complementos en equilibrio que al entenderlos y ponerlos en práctica, nos podrán hacer más humanos y respetuosos de nuestro entorno y todas sus vidas.

 


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