- Movimiento Ambiental de Aguascalientes
En la década de 1940 el silvicultor estadounidense Aldo Leopold escribió el renombrado artículo “La ética de la tierra”. Cabe puntualizar que en este texto “tierra” significa literalmente el suelo que pisamos, no el planeta Tierra; no obstante, el cuidado local de nuestra tierra nos lleva en conjunto a la protección global de ésta, como bien lo dice el lema “Piensa globalmente, actúa localmente”. En otras palabras, si cuidas tu pedazo de tierra contribuyes al cuidado de la Tierra.
Esta exhortación, de cuño reciente, ya la percibía Leopold hace setenta años atrás y con ella enfatizaba el hecho de estar atentos a cómo usamos la tierra, con lo que invitaba a cuidar no sólo el entorno social y citadino en el que se convive cotidianamente con seres de nuestra misma especie, sino también a estar atentos del uso que se hace de los bienes naturales proporcionados por la tierra, responsabilidad que pocas veces o nunca atendemos, esto en razón de que nos hemos acostumbrado a la compra industrial, es decir, a comprar todas nuestras cosas en las tiendas, pues la industria y el mercado se han hecho cargo de acercar a nosotros todo lo necesario para cubrir nuestras necesidades básicas (alimento, vestido, muebles y utensilios para las casas y lugares de trabajo/estudio, etc.), aunque este compromiso no se ha hecho con suficiente responsabilidad ambiental. Por otra parte, pero en el mismo sentido, los gobiernos, directa o indirectamente, se han encargado de cubrir los servicios de agua, energía y limpieza, lo que a su vez nos ha distanciado, a quienes vivimos en ciudades, de conocer los orígenes de estos servicios, es decir, de dónde proviene el agua que llega a nuestras casas, cómo se genera la energía eléctrica y a dónde va a parar nuestra basura. El desconocimiento del origen de lo que compramos y de los servicios que recibimos no nos disculpa, diría Leopold, de cuidar la tierra, es decir, de ser conscientes de que TODO lo que usamos cotidianamente tiene su origen en ella y, por lo tanto, TODOS debemos hacer un uso éticamente responsable de lo que consumimos, lo que implica evitar el despilfarro, lo que significa: comprar lo necesario y no excedentes innecesarios de alimentos, ropa, calzado, aparatos y dispositivos electrónicos; apagar la luz y desconectar los aparatos cuando no se usan; cuidar el agua en la casa, escuela, trabajo, conocer qué es la huella ecológica y la hídrica; disminuir la generación de basura, especialmente la conformada por bolsas y botellas de plástico, así como las colillas de cigarro.
Cabe recordar que Leopold propuso en su artículo ampliar los criterios de valoración moral para incluir en ellos la conducta humana hacia la naturaleza y los seres que en ella habitan, lo que haría posible poder juzgar este comportamiento, personal y colectivo, desde una perspectiva ética, pero también incitar e inducir a que las personas se sientan y se hagan responsables del trato que dan a las entidades naturales. A la letra dice: “Una ética de la tierra refleja la existencia de una conciencia ecológica, y ésta, a su vez, refleja una convicción de responsabilidad individual por la salud de la tierra. La salud de la tierra es la capacidad que ésta tiene de renovarse por sí sola; la conservación es nuestro esfuerzo por comprender y preservar esa capacidad”.
Desde hace algunos años se ha nombrado a la capacidad de autorenovación de la naturaleza señalada por Leopold, resiliencia, la cual es la fuerza propia que un ecosistema tiene para aguantar perturbaciones sin perder sus propiedades fundamentales. Esta capacidad de resiliencia se manifiesta con mayor claridad después de algún desastre natural, por ejemplo, después del incendio en un bosque, de un derrame de petróleo o incluso cuando se limpia alguna zona que estaba contaminada, pues la naturaleza expresa su grado de persistencia frente a los cambios o impactos ambientales de origen natural o humano. En Aguascalientes podemos ser testigos de la resiliencia de los árboles nativos (huizaches y mezquites), ya que éstos crecen en banquetas, camellones y hasta en predios rearborizados junto a los árboles recién plantados, es decir, se niegan a desaparecer y tratan de recuperar la tierra que les fue arrebatada.
A pesar de que la naturaleza ha mostrado a lo largo de su existencia esta gran capacidad de resiliencia, nuestra especie se ha encargado de llevarla al límite, ante lo que los expertos señalan que, si se sobrepasa, las consecuencias para los ecosistemas y la humanidad serán funestas.
En el artículo de Leopold hay un apartado que lleva por título “La salud de la tierra y la división A-B” y de éste hablaremos la próxima semana.