Si bien esta columna trata sobre temas electorales, no puede desprenderse de vez en vez de los temas de construcción de ciudadanía y democracia que están aparejados. De igual manera, si las actividades electorales producen gobierno como consecuencia, alguna vez tocamos el tema, como hoy, de la administración pública.
Siempre la administración ha sido un tema fascinante, con todo lo que ello implica; ejemplo de ello es el proceso administrativo clásico, aquel que comienza con la construcción de las actividades a través de la planeación, dotándola de recursos humanos, financieros y materiales, y que finalmente es lo que permite la ejecución de dichas acciones, siendo esta la parte más visible, socialmente hablando, de cualquier proyecto.
En la administración pública por ejemplo, la construcción de una escuela empieza mucho antes de que se levanten las bardas que delimitarán las aulas que albergarán a los alumnos. Implica un proceso de planeación y organización que los entes públicos encargados de tal desarrollo habrán de realizar, para proceder a la construcción. Esa parte de gabinete, generalmente no es visible hacia la ciudadanía, sin embargo debe existir para llevar a buen puerto cualquier proyecto.
Pero hay otra parte, final, del proceso que muchas veces es desdeñada, y es la evaluación.
En realidad el proyecto del ejemplo no termina con la construcción de la escuela, sino con la evaluación que se realiza de la funcionalidad de la misma, el cumplimiento de su finalidad y, sobre todo, la pertinencia de seguir desarrollando proyectos de la misma naturaleza en las mismas condiciones, o la posibilidad de mejorar aspectos susceptibles de hacerlo.
Es decir, no se lograría el mejoramiento, en general de cualquier actividad, si en algún punto del proceso no nos detenemos a realizar esa supervisión que implica estar operando con la calidad exigida, para asegurar con ello el potencial éxito del proyecto. De ahí la importancia de encontrar la manera adecuada de evaluar cualquier cosa que realicemos, en el ámbito personal y en el profesional. Ello nos permite esa mejora constante que nos lleva a ser mejores.
La seriedad con la que encaramos la evaluación del proceso electoral que está por concluir, implica una multitud de factores más allá de la participación ciudadana. Quien defienda el éxito o fracaso de las instituciones electorales por el número de personas que el día de la jornada electoral salieron a ejercer su derecho, estaría viendo solamente un árbol del bosque.
Esta semana, en redes sociales, se dio un intercambio de opiniones entre quienes están de acuerdo en la desaparición del organismo autónomo que evalúa la política de desarrollo social que implementa el gobierno. Alguien solicitó, tratando de medir la efectividad del Coneval, que le dieran la lista de los pobres del país para, entonces, determinar si la condición de pobreza había aumentado o disminuido tras el cambio en la administración pública federal. De repente me imaginé que aquellos que ven en la participación ciudadana el éxito o el fracaso del proceso electoral, quisieran la lista de las personas que no acudieron a votar, en una de esas para preguntarles la razón de su ausencia en las urnas.
Estamos dentro de una etapa de evaluación constante. Estar en el escrutinio público nos obliga a que el ojo examinador se encuentre permanentemente observando todas las actividades que realizan los entes públicos. Y eso definitivamente es bondadoso por naturaleza, siempre y cuando los parámetros de evaluación sean los adecuados.
Esa es una de las fortalezas de la autonomía conjugada con herramientas como la transparencia y el acceso a la información pública. Los órganos autónomos, es decir, que no pertenecemos a la estructura gubernamental centralizada, definimos los parámetros para la constante revisión de nuestras metas, mismas que se encuentran a disposición de la ciudadanía interesada, por medio de la estructura que ha diseñado el órgano garante de la transparencia. Ello deberá permitirnos realizar de manera cada vez más eficaz y eficiente el trabajo de brindar a la sociedad la renovación de las autoridades gubernamentales necesaria en esta democracia que construimos día a día. Durante este mes, nuestra planeación exige presentar a consideración del ejecutivo y el legislativo las actividades a realizar en vísperas de otros dos años que nos vendrán procesos electorales consecutivos, y asignarles preventivamente un monto, para garantizar esa serie de actividades que culminarán con la elección.
Importante, pues, este mes en que se define la planeación de años venideros, al igual que esa supervisión que se hace de los procesos anteriores. Bien dicen, dentro de este proceso de planeación, ejecución y revisión, que una orden dada y no supervisada… pues no sirve de mucho.
/LanderosIEE | @LanderosIEE