La inevitable narrativa que se va construyendo por el gobierno recién llegado al poder, no obedece a un marco lógico que se atenga a cierta metodología claramente puntualizada y jerarquizada; sino que da la apariencia de producir su cadena emisora, asumiendo inflexiones diversas, provenientes de silencios y puntos de ataque en alturas diferentes del pentagrama, que prorrumpe de intempestiva manera -como en un improntu-, sin base previa, lo que a oídos ajenos suena como pitidos, algunos graciosos otros graves, pero sin secuencia alguna, o coherencia discursiva tal que logre la emisión de un mensaje claro y sonoro; redondo y completo.
Así lo hemos venido escuchando desde aquel primer movimiento que registramos. Recuerda usted, ese evento detonante de una fulgurante controversia pública debido al despliegue mediático en torno a la boda religiosa y banquete amenizado, de César Yáñez con Dulce Silva, quien fuera vocero de Andrés Manuel López Obrador por 23 años, y que fue celebrado el 29 de septiembre de 2018. (Nota mía: LJA. El cambio y el bloque en el poder. Sábado 13/10, 2018). Aquella nota exclusiva de la celebración apareció en la revista ¡Hola!, que muestra en la portada una fotografía de los recién casados, y en recuadro otra en la que aparece López Obrador del brazo de su esposa, Beatriz Müller, en dicho evento. De acuerdo con la revista ¡Hola!, la ceremonia de la boda del virtual coordinador General de Política y Gobierno se celebró en la Capilla del Rosario, y fue oficiada por monseñor Víctor Sánchez Espinoza, arzobispo de Puebla. (Fuente: Animal Político, octubre 4 2018 19:02. https://www.animalpolitico.com/2018/10/amlo-criticas-boda-yanez/). Aquí los tonos disímiles son los de pobreza, austeridad y nuevo gobierno.
Sí sorprendió la intensidad y la duración pública de este debate. Y la razón es que se trató de un conflicto real de fondo y forma. Es obvio que la inmediata auto-exculpación del presidente electo y miembros destacados de su próximo gabinete, denotan un grave desajuste entre austeridad y ostentación, pretendida pertenencia de clase y situación real de clase; inserción o no a un “bloque histórico” que a querer o no ya forman como gobierno electo, en plena instalación, y a querer o no bajo apego al Derecho Positivo mexicano. Al respecto, yo ofrecí tres puntos básicos, exigibles tanto epistemológica como axiológicamente, con referencia a principios teóricos, éticos y metodológicos fundamentalmente en torno al análisis de la cultura; y desde luego aplicables al asunto que nos interesa. Ellos son:
1) Primero, de tipo noético (del conocimiento), “un desfase inquietante entre nuestra vida moral y las nuevas condiciones creadas por la marcha del Mundo”, y es el fenómeno de lo humano. Lo propone Teilhard de Chardin en su obra “La Activación de la Energía”, 1967. Que él resuelve diciendo: –Ahí en el medio de la evolución universal, está el hombre; pero inmerso en un mundo de complejidad cada vez mayor de lo social, de lo político, de lo económico resulta inherente a la dimensión humana. Y concluye, casi en voz baja: “Sin que nos demos cuenta, aumenta constantemente”.
2) Segundo, el acto de constituirse en gobierno, positiva y constitucionalmente es conformarse como un “bloque histórico,” momento ético. – Teoría cuyo concepto teórico “bloque histórico” / o bloque en el poder, es acuñado gracias al trabajo precursor de análisis de Antonio Gramsci, que fuera luego retomado por destacados politólogos, y puesto en una admirable síntesis por Hugues Portelli (autor de Gramsci y el bloque histórico. Siglo XXI Editores. Primera Edición en español, 1973). Principio que nos conduce a una lectura científica, si aceptamos tal estatuto de las Ciencias Sociales, podemos desmontar de manera sistemática los componentes de esa imagen caótica que ahora nos impacta desde la escena política mexicana, para poder entender mejor su dinámica y estructura objetiva, que sin duda está allí detrás del fuego fatuo que nos encandila; también nos sirve para medir sus alcances sociales y consecuencias. (LJA. Opciones y Decisiones. A pausados sorbos de café. Sábado 07 de Octubre, 2017).
3) El tercer criterio de referencia es la muy equívoca y ambivalente división entre “las derechas” y “las izquierdas” / lo liberal y lo “marxista” o socialista. Para este punto nos situamos en un enfoque principalmente metodológico. Yo opino que insistir tercamente en una ruptura entre “las derechas” y “las izquierdas”, es una distinción francamente inútil, que resulta en una distinción torpe, supina, miope, individualista, cuya visión es alentada por cierto desde los partidos políticos militantes; mediante la cual se pretende concretar, estableciendo grados de más o de menos, como si todo cupiera dentro de un solo y único continuum de las relaciones políticas, sociales y económicas. (Cfr. Op cit., ut supra. El cambio y el bloque… Sábado 13/10, 2018).
Este enfoque resulta en un autoengaño que pretende generar lo diferente de lo que en la realidad histórica y social es lo mismo. Se trata de una construcción voluntarista que, al final, sólo produce rezagos sociales y retrasos inadmisibles a un futuro de desarrollo esperanzador y deseable para todos. Posición que nos lleva a una especie de glorieta, en eterno retorno: – Es tan falaz como los cantos de sirena, que niegan los avances pequeños o grandes que logran unos, pero que luego son pisoteados por los otros. Una falsa dialéctica histórica. Por ejemplo, la reforma educativa instrumentada por esta Administración es falsa, improcedente, anti-histórica, “está muerta”… Pero, la nuestra es verdadera, histórica, válida… (?).
El segundo movimiento de esta opereta discontinua, para mí lo constituye la pretensión del cambio – a rajatabla, a como dé lugar-. Lo hemos estado viendo en sucesivas tomas de decisión, cabe las cuales simplemente se pregona la urgencia y el apremio del cambio, pero sin justificación real alguna. Al respecto, analistas incisivos y bien informados como Héctor Aguilar Camín, ya lo han dicho, por ejemplo en un twitt que no tiene desperdicio: “El gesto de superioridad moral es el peor rasgo del nuevo gobierno y de sus simpatizantes. Creen que transformarán la historia porque son moralmente mejores que los demás. Tienen una alta idea de sí mismos y una pobre idea de lo que es cambiar la historia”. (Ref.- Nota Mía: LJA. La ortopraxis y sus malquerientes. Sábado 05/01, 2019).
El análisis de esta pretensión resulta elocuente. Una cosa es arrogarse el derecho y el poder de cambiar el estado en que se encuentra la cosa pública desde la mirada de superioridad moral de la que se pretende ser portadores; y otra cosa muy distinta es la inducción de un cambio histórico, en la realidad, cruda y dura de los comportamientos, las actitudes, las opciones, las costumbres y las prácticas, las decisiones de millones de mexicanos que, sin duda, debemos asumir como asignatura ya impostergable. Este cambio histórico, estando así las cosas, será un acto intocado -lamentablemente-; porque, dígase enfáticamente de su causa, si las ideas y las aspiraciones no se convierten en planes reales, en tareas concretas, en programas efectivos, en políticas estratégicas coherentes e integrales; entonces, ese cambio predicado, no pasará de las pretensiones retóricas, a la ortopraxis que construye en verdad la historia.
El tercer movimiento, que está en compás abierto, consiste precisamente en que el grupo en poder se asuma real y verdaderamente como “bloque en el poder”. En efecto, los cambios de fondo que queremos ver todos los mexicanos pasan necesariamente por la toma de decisiones tanto de las élites económica como política, y procedo a su desglose. Los precursores del análisis histórico dialéctico, a este poderoso conjunto dirigente le llaman: el “bloque histórico”. Es decir a la unión indisoluble y a manera de vasos comunicantes entre los capitalistas que dan forma a la estructura económica o del Capital y los políticos que asumen el poder público del país y forman gobierno, y que por ello se designa como superestructura política, una de cuyas principales funciones es la establecer una ideología –o sistema de principios, valores y fines determinados- capaz de unir y aglutinar a todo el conjunto social del que son cabeza. (Nota mía: LJA. Reto histórico de las élites. Sábado 29 de Noviembre, 2014).
Respecto de lo cual, esos mismos precursores de este análisis sociológico, afirman lo siguiente: “El carácter dialéctico y orgánico de la relación entre la estructura y la superestructura del bloque histórico tiene dos consecuencias: -la naturaleza orgánica de esta relación permite delimitar un bloque histórico concreto; -la subvaloración de este carácter orgánico acarrea graves errores políticos” (Hugues Portelli, “Gramsci y el bloque histórico”, Siglo XXI Ed. 1973. México P. 59).
Puesto el principio, se deriva su consecuencia: no se puede evadir el imperativo que de ahí dimana. El grupo que arriba al poder debe asumirse integralmente como tal, y a su interior no se vale jugar al teléfono descompuesto. Por otra parte, ante esa función histórica, a nosotros, el pueblo, la sociedad nos compete observar, primero y exigir después, que se cumpla ese acuerdo silencioso del “bloque en el poder”, cosa que debe suceder, pues si tal conglomerado económico-político no se ha vuelto irracional o suicida, comenzará, entonces, la activación de toma de decisiones que hagan transitable el cambio de México, por la supuesta y pretendida Cuarta Transformación del Estado mexicano.
De manera que esa famosa línea discursiva, o narrativa desde nuestro ahora “bloque histórico”, tiene que ser consonante y no disonante como ruido-fónico, tiene que señalar claramente su tiempo, modo y forma de orquestar una emisión sonora, clara, nítida, armoniosa. No sólo es por exigencia estética, sino histórico-política.