Tengo relativamente poco que redescubrí la fotografía análoga. Fue hace aproximadamente tres años que recibí la invitación de asistir a un simposio en la ciudad de Querétaro, el Encuentro C41. Como en cualquier disciplina, nos mantenemos practicando y estudiando para poder mejorar en nuestro ámbito, y fue así como, con los pocos conocimientos que tenía de los procesos antiguos, me animé a ser parte del evento.
Los pormenores de tal convención los dejaremos para otra ocasión. Lo relevante de esta anécdota es el impacto y la marca que me dejó como fotógrafo de la era digital. No fue sólo la belleza y la variedad de cámaras antiguas que me cautivó; el experimentar el proceso de capturar una imagen y entender la importancia que esto tiene en nuestra historia humana. A partir del hallazgo tardío, creo que puedo entender y cuidar mejor la manera en que entreno a “mi ojo de fotógrafo”.
En esta segunda galería de la serie Doble Exposición, nos pusimos como reto el realizar una sesión como tal, mezclando la improvisación de la modelo.
Actualmente, en el Museo Espacio, se expone la obra Reverberaciones, una muestra que tiene como protagonista lo audible, las fronteras entre el ruido y el silencio. Es así como nace la inquietud de observar la interacción de un ser que comparte justo esas atribuciones.
Para esta segunda entrega, el equipo utilizado fue una cámara que roza entre la era análoga y digital, la Canon 7E lanzada en el año 2000. Lo que permite la compatibilidad de usar objetivos de montura EF (montura que se usa hoy en día), pero sin perder la esencia de la fotografía química. El objetivo en esta ocasión fue un Sigma Art 35mm F 1.4, y es esto lo que da razón al título “Híbrido”: la fusión de un cuerpo de la era análoga con un objetivo de la era digital.