Antes de entrar en materia, sólo deseo expresar mi reconocimiento y admiración por los 14 años al aire del programa de Radio Dimensión Ótica que se transmite en Radio Universidad todos los miércoles en vivo a las 20:30 con repetición los sábados a las 22:00 horas; es una producción especializada en rock progresivo. Felicidades a Pablo del Valle y Fernando López, productores de esta emisión.
Es 1971, un año antes, el 10 de abril de 1970 se habían separado definitivamente The Beatles, los Rolling Stones vivían la mejor etapa de su historia con el guitarrista Mick Taylor, en ese año publican el imprescindible Sticky Fingers, Jethro Tull saluda al mundo con una joyita llamada Aqualung, Pink Floyd edita Meddle y The Who se hace presente con Who’s next y Yes levanta la mano con The Yes Album, el rock progresivo empezaba a tomar forma y uno de esos trazos que mejor definían el lenguaje progresivo lo propone Genesis con el disco Nursery Cryme. Can publica Tago Mago y King Crimson, quizás los más adelantados en estas mieles del rock progresivo, dan a conocer su cuarto álbum en estudio llamado Islands. Todo esto y algunas cosas más sucedían en el mundo del rock cuando el ex Beatle George Harrison convoca a una serie de buenos amigos con el fin de organizar un concierto altruista, quizás, a reserva de verificar la información, el primer concierto de caridad organizado desde las más íntimas entrañas del rock, incluso no solo del rock, sino de la música en general sin contar el hecho, por ejemplo, de que en la época del romanticismo el concierto de estreno de la Sinfonía Séptima de Beethoven fue para ayuda a los soldados heridos en la guerra de Hanau.
La fecha del Concierto para Bangladesh fue el 1 de agosto de 1971 en el Madison Square Garden de la ciudad de Nueva York, los convocados por Harrison eran algunos de los mejores músicos, no de ese momento sino de toda la siempre inconclusa historia del rock, en aquel célebre concierto se presentaron, entre otros, Ravi Shankar, el gran maestro del sitar y amigo personal de George, Bob Dylan, uno de los artistas más grandes dentro y fuera del rock, su ex compañero de fórmula Ringo Starr, Billy Preston, tecladista muy cercano a los Rolling Stones y a The Beatles, de hecho tocó con ellos en las sesiones de grabación de Let it be, también estuvo Leon Russell, el bajista Klaus Voorman de la época en la que los Beatles tocaban en el Star Club de Alemania allá por 1962, el grupo Badfinger con todo y su líder el cantante Pete Ham, y por supuesto, la infaltable presencia de Eric Clapton, el mejor amigo de George Harrison entre muchos otros, en realidad fue un contingente de músicos impresionante, todos ellos protagonistas del rock, específicamente en aquel amanecer de la séptima década del siglo XX, ya sabes, una de las más fructíferas en el rock.
Los que ahí se presentaron interpretaron algunas de sus canciones emblemáticas, por ejemplo, la George Harrison Band que incluye a todo el contingente convocado para la ocasión, interpretaron temas clásicos como My Sweet Lord, Wah Wah o Beware of darkness de Harrison, It don’t come easy de Ringo Starr, o de Billy Preston That’s the way God planned it (Así es como lo planeó Dios), quizás los momentos más emotivos se vivieron cuando esta especie de dream team del rock interpretó algunos clásicos de los Beatles como While my guitar gently weeps, evidentemente con Eric Clapton en la guitarra principal y temas como Here comes the sun sin pasar por alto algunos emblemas de sus Satánicas Majestades como Jumping Jack Flash que interpretó Leon Russell con apoyo de George. Pero sin la menor duda el momento más emotivo fue cuando George Harrison tomó el micrófono para presentar a Bob Dylan ,el músico estadunidense se presenta con algunas de sus canciones más importantes y trascendentes, su set estuvo integrado por orden de interpretación de la siguiente manera: A hard rain’s gonna fall, It takes a lot to laugh, it takes a train to cry, la infaltable Blowin’ in the wind y termina con Just like a woman y ya como encore Harrison interpreta Something y Bangladesh.
Este pequeño pero nutrido festival produjo los frutos esperados, 243, 418.50 dólares que fueron entregados íntegramente a la Unicef para su adecuada administración, sin embargo, la polémica estuvo presente, normal en eventos de estas características y de semejantes dimensiones, hubo quejas de que el recurso no se entregó oportunamente a los damnificados de Bangladesh, por tal motivo, Allen Klein, alto ejecutivo de Apple Corps. Comprobó que la compañía no estaba ganando un solo dólar por las ventas del álbum, por cierto, también hubo quejas por el alto costo de la grabación y de la película, sin embargo, pese a la oportuna aclaración de todas las cuentas, el New York Times publicó un año después, en 1972 que faltaba parte de la recaudación, ante esta controversial situación Allen Klein demandó al diario por 150 millones de dólares por daños causados a la organización, pero lo cierto del asunto es que efectivamente, parte de las ganancias tuvieron que ser destinadas al pago de impuestos al gobierno de los Estados Unidos y en realidad desconocemos la cantidad que no fue entregada a su destino final, los refugiados de Bangladesh lo que provocó tremendo disgusto en Harrison y todos los artistas involucrados, pero el testimonio del primer concierto altruista ahí está, el arte ahí está y eso no lo puede evitar ningún presunto desvío de pago de impuestos, esas son veleidades de nuestro caprichoso sistema.