No soy de los que buscan un pretexto para escuchar una obra musical o un disco, pero sí para escribir sobre música y compartirlo contigo, amigo melómano, aquí en el Banquete de los Pordioseros. Este es el caso, en esta ocasión quiero platicar contigo acerca del disco Bitches Brew, verdadera obra maestra definitivamente, que Miles Davis grabó en el verano, 19 de agosto para ser preciso, de 1969, es decir, hace 50 años, y no me podría tomar la libertad de pasar por alto semejante fecha, a mi entender, una de las más importantes en la música popular en el siglo XX, me queda perfectamente claro que este disco, este monumento sonoro de Davis es uno de los mejores logros en la música de la vigésima centuria, independientemente del lenguaje musical que sea, de hecho, me cuesta mucho trabajo, es más, es imposible intentar definir Bitches Brew, ¿de qué se trata esta obra musical? Pues simplemente es música, excelente música más allá de cualquier estéril intento de ponerle nombre a tan imponente trabajo, es más, el solo intento suena a irreverencia, a grosería.
Yo me imagino que todavía se estaban levantando los escombros dejados en la granja de Bethel en el estado de Nueva York después del Festival de Woodstock que terminó la mañana del lunes 18 de agosto de 1969, cuando el maestro Miles Davis entró a un estudio de grabación en la Gran Manzana con un impresionante contingente de músicos para la grabación de un nuevo disco, estos músicos eran: el propio Miles Davis en la trompeta y dirección musical, Wayne Shorter, sax soprano, Lenny White en la batería, Bennie Maupin en el clarinete bajo, Chick Corea en el piano eléctrico, Jim Riley en las percusiones, Jack deJohnette en la batería, Harvey Brooks en el bajo Fender, Charles Arias en la batería, Duke Holland en el bajo, John McLaughlin en la guitarra eléctrica y Larry Young en el piano eléctrico.
Hay mucho qué decir acerca de esta música, es decir, no hay mucho que explicar, sólo intentarlo es una verdadera tontería, como en todos los casos en donde se trata de la buena música toda explicación resulta, además de innecesaria, ridícula por decir lo menos, ya sabes, la música habla por sí misma, de eso no hay duda. Evidentemente durante la grabación de una obra maestra como lo fue Bitches Brew, con todo el trabajo de elaborada improvisación si se me permite el término, con horas y horas de edición y posproducción en el estudio, seguramente debieron surgir cualquier cantidad de anécdotas, ideas, vivencias, de lo que sin duda se podría escribir una voluminosa y muy interesante novela.
¿Cómo definir Bitches Brew?, peor aún, ¿qué decir de él? Como ya lo hemos apuntado líneas arriba, más allá de cualquier intento de explicar lo inexplicable, valdría la pena en todo caso, señalar su importancia en el contexto de la música en el siglo XX. Definitivamente este trabajo de Davis define en buena medida, el perfil de la música contemporánea con todo lo que esto representa. Yo no me tomaría el riesgo de identificarlo como un disco de jazz, incluso cuando todos los participantes son sobre cualquier otra cosa, músicos de jazz, me atrevo incluso a afirmar que se trata de un verdadero dream team del jazz, pero aquí están haciendo otra cosa, sí hay jazz, no se puede negar, pero hay mucho más que eso, aun considerando que la palabra jazz es mágica y cobija con su manto protector casi cualquier expresión musical, de todas maneras hay algo más.
Para algunos musicólogos se trata de una obra que definitivamente conserva la magia y el encanto de la improvisación propia del jazz, pero mezclada con la indómita energía del rock, pero todavía esta definición resulta insatisfactoria, hay mucho de la música contemporánea vista desde el punto de vista académico, y todo esto sin contar con el pulcro y puntual trabajo de posproducción y edición, horas enteras en el estudio dando forma y vida al excelso trabajo musical dejado en kilómetros de cintas todavía en formato de open reel. Es un trabajo musical que desde sus orígenes se concibió como una obra revolucionaria e innovadora, pero conservando la exactitud y precisión de la música culta, como si se tratara de una fina pieza de relojería suiza.
Lo que sí nos queda definitivamente claro es que Bitches Brew es el resultado de un intenso trabajo de experimentación basado en un erudito conocimiento de la música de parte de Miles Davis, es la propuesta más contundente de su visión estética, evidentemente, y esto es algo inevitable, entrando en conflicto con los intereses comerciales de la casa disquera, finalmente comprensible, ellos suelen ver el interés económico por encima del artístico, pero ahí residía parte del trabajo del compositor y productor Teo Macero, que además de su trabajo en la producción, también fungió como un mediador, un punto de equilibrio entre Miles Davis y sus a veces incomprensibles ambiciones musicales que lo alejaban de cualquier intento de comercialización y los legítimos intereses económicos del sello discográfico.
Bitches Brew es un disco difícil, no se trata de un dulcecito de fácil digestión, en absoluto, hace unas semanas, comentando con algunos amigos justamente este inmaculado trabajo musical, alguien me decía que no entendía muy bien de qué se trataba semejante disco, pero aunque estaba completamente lejano de su comprensión, algo le decía que se trataba de una obra maestra, y bueno, sí, yo creo que la música en particular, el arte en general, no está para entenderse, sino para disfrutarse y créemelo, el disfrute estético se puede conseguir aun sin entender.